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Gracias

Luis Sánchez [email protected]

-Así como escribiste sobre las Musas deberías hacerlo también acerca de las Gracias, pues unas son inseparables de las otras—, me dijo mi amigo y colega en el Consejo Editorial de LA PRENSA, Jorge Eduardo Arellano. Y le di la razón, por supuesto.

En realidad, las tres Gracias de la mitología griega son hermanas de las Musas y, por lo tanto, hijas de Zeus y de Mnemosine, aunque según otra versión su madre es Hera, la diosa mayor del Olimpo.

Como sea, las Gracias (Eufrosina, la alegre y gozosa; Aglaia o Áglae, la bella y resplandeciente; y Thalía, la floreciente y ardorosa) son tres hermosísimas deidades que derraman sobre los humanos sus dones de belleza, simpatía y dulzura.

Las Gracias viven con sus hermanas (las Musas) en el Olimpo y su atribución principal es acompañar a Afrodita (Venus en la mitología romana). Ellas asisten a los banquetes de los dioses e inundan el Olimpo y el mundo con su belleza y simpatía, y además presiden y animan los juegos, los bailes, los cantos y todo lo que es alegría y entretenimiento así en el Olimpo como en la Tierra.

Cuando Afrodita o Venus nació entre las espumas del mar en toda su maravillosa hermosura, las tres Gracias acudieron a cubrir su espléndida desnudez con ricas vestiduras. Luego colocaron entre los turgentes senos de la diosa de la belleza la rosa blanca que la misma Afrodita creó al nacer para mostrar su poder y su perfección. Y tiempo después las tres Gracias habrían de consolar a Afrodita, cuando ésta perdió a su amante Adonis quien fuera asesinado por el celoso Ares transformado en un salvaje jabalí.

Los antiguos griegos representaban a las Gracias cómo tres mujeres jóvenes de deslumbrante hermosura, de largos cabellos sueltos al viento. A veces aparecen con sus cuerpos perfectos completamente desnudos, y en otras ocasiones, vestidas con telas transparentes y sugerentes, y en ambos casos danzando, asidas de las manos.

Las Gracias tutelan las buenas acciones de los humanos y todo lo agradable que hay en el mundo. Dispensan a los hombres la amabilidad, la alegría y todos los encantos de la vida, así como la liberalidad, la elocuencia, la inteligencia y la sabiduría. Su más bondadosa prerrogativa es conceder favores y su agradecimiento.

Las Gracias aparecen en algunas ocasiones entre los sátiros (feísimas deidades elementales de los bosques, descendientes de Dionisios o Baco, que persiguen a las hermosas ninfas de la floresta), como para enseñarle a los humanos que no se debe juzgar por las apariencias, que la peor fealdad puede convivir con la mejor belleza y que los defectos del físico se pueden compensar con las cualidades del espíritu y la nobleza del corazón.

En el sentido religioso (judeo-cristiano) la Gracia implica los conceptos de favor, benevolencia y fidelidad, según César Vidal Manzanares. Y en el diccionario bíblico de Logos Library Sistem se dice que “La gracia comprende otros temas tales como el perdón, la salvación, la regeneración, el arrepentimiento y el amor de Dios”.

La Gracia es un atributo de Dios que se manifiesta en su actitud hacia los humanos; implica un favor inmerecido que no puede ser comprado ni pagado y “ante el que sólo se puede responder aceptándolo y agradeciéndolo”, explica Manzanares.

En todo caso, de las mismas personas depende ser agraciadas o desgraciadas. Es su elección.  

Editorial
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