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Viviendo en la incertidumbre

JUAN CARLOS SANTA CRUZ 

El concepto de incertidumbre al que deseo referirme tiene que ver con el futuro de los nicaragüenses. Es esa vulnerabilidad en todos los planos, comenzando por esa percepción de fragilidad institucional, en donde cotidianamente la lógica cede paso a lo antojadizo, cuando la legalidad se amedrenta ante la impunidad, o cuando asistimos impávidos a una realidad expresada en pobreza y exclusión social con niveles espeluznantes.

La incertidumbre de por sí es buena, cuando nos ayuda a la búsqueda de la certidumbre cotidiana. Pero es dañina cuando es fomentada a través de información distorsionada o acciones que provocan frustración individual y social.

Quienes se benefician con la incertidumbre de las mayorías son aquellos que necesitan imponerse a los demás impulsando mecanismos de desorientación colectiva. Aquellos que requieren imponer el poder, aún en contra de los intereses de quienes han confiado en ellos. Son los mismos que sostienen que el fin justifica los medios.

En Nicaragua existen dos tipos de ciudadanos: los que viven en la incertidumbre constante y los que aparentan no tenerla porque en el presente gozan del usufructo del poder y todo se les facilita.

No puede decirse que esta incertidumbre se manifieste de manera idéntica en toda la población afectada, pero, si intentamos traducirla en una especie de matriz resultaría interesante ver que la situación es más grave de lo que se piensa, o más profunda de lo que aparenta.

La incertidumbre en Nicaragua es un fenómeno de carácter colectivo que tiene una fuerte raíz histórica. En la década de los 70 (y antes) la corrupción y el terror somocista, era un indiscutible generador de incertidumbres entre quienes lo adversaban.

Cuando triunfa la revolución encabezada por los sandinistas, reaparece un sentimiento de certidumbre con esperanza en todos los antisomocistas, y la incertidumbre desesperanzada se apodera de los somocistas. El curso que adquiere la revolución genera divergencias a nivel interno y particularmente con el gobierno de Estados Unidos. Esas divergencias se traducirán en una guerra, conocida como guerra de baja intensidad, que no tenía el propósito fundamental del control del territorio, sino que operaba como un sistema de desgaste político, ideológico, económico y por supuesto militar.

Las consecuencias directas e indirectas llevaron a la generación de un estado de incertidumbre en la población, con hijos que morían, otros eran apresados, familias que se desarticulaban, otras que inmigraban dejando incluso sus propiedades abandonadas. Todo esto acompañado de escasez de los productos básicos, con descomposición política, con expresiones de autoritarismo, etc. Se vivía en circunstancias de inseguridad permanente, que se traducía en incertidumbre (morirían tus hijos, habría bombardeos, te apresarían, etc.).

Se dieron las elecciones de 1990 y la gente votó mayoritariamente por la Sra. Violeta Barrios, en busca de esa certidumbre con esperanza. Analicemos el presente, concretamente el 2000,de la administración Alemán Lacayo. Basta sólo reflexionar acerca del futuro que espera a nuestros hijos, en medio de esta terrible confusión Estado-Partido-Familia y con un gobernante empresario obsesionado por los intereses personales y familiares.

Y por si fuera poco todos los Poderes del Estado, incluyendo la Contraloría virtualmente sometidos al Poder Ejecutivo.

Cabría preguntarnos qué debemos hacer para no seguir agobiados por la incertidumbre presente y futura. Qué debemos hacer en la sociedad civil para dar señales de vida reales, y no aparecer representados en un membrete.

Para poder reaccionar, al menos, la gran pregunta que se hace la ciudadanía, y que constituye una especie de nervio motor de la incertidumbre, es ¿qué fue lo que se acordó o pactó realmente entre Alemán y Ortega? En tal caso, lo que se vislumbra en el futuro inmediato es incertidumbre con escasas esperanzas.

La posición deseable sería encauzar al país a través de parámetros de transparencia, legalidad e institucionalidad. Esto se podría traducir en incertidumbre con esperanza mediatizada por la desconfianza, y quizás la apatía.

Lo anterior estaría en función de saber hasta dónde la nueva oferta política que aparece como alternativa a los partidos PLC y FSLN, es una opción de certidumbre o incertidumbre.

Mientras tanto, la corrupción funciona cada vez más como un sistema. No es noticia que el contrabando y el narcotráfico calientan motores para utilizar a Nicaragua como una alternativa real de puente para sus acciones.

El autor es Sociólogo

Editorial
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