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Es hora de hablar






JOSEFINA VANNINI


El dicho que asevera que “uno es amo de su silencio y esclavo de sus palabras” se revierte en el instante en el cual el silencio deja de ser una virtud para convertirse en una debilidad de carácter, cosa que ha sido la constante dentro de la dirigencia del PLC, muda ante verdaderas barbaridades.

Este silencio, que se ha querido justificar con el cariz de la disciplina y de la lealtad, ha servido para dejar pasar muchas cosas de las cuales hoy se sufren las consecuencias. La red, maquiavélicamente entretejida, de funcionarios en el gobierno muy bien pagados que son al mismo tiempo altos dirigentes del partido, todos dependientes del Ejecutivo, ha tenido el efecto anestésico esperado.

Esta confusión de conceptos básicos sumisión-disciplina por parte de los militantes-funcionarios ha tenido, a mi manera de ver, dos lamentables consecuencias:

La más vergonzosa, ha sido la indiferencia demostrada ante el dolor de liberales y no liberales, brutalmente reprimidos, que no encontraron en la dirigencia del partido un solo cristiano que poniendo a un lado sus intereses personales y su miedo se opusiera a la barbarie.

La segunda consecuencia y la más preocupante, es la impotencia que hoy experimentan aquellos que, con el silencio y la sumisión, gestaron una criatura que se come a sus propios hacedores.

Ante estas consecuencias, es necesario que los liberales, sobre todo con lo acontecido al Dr. José Antonio Alvarado, levanten su voz y se rebelen contra la opresión, el chantaje, la extorsión y la amenaza a los que han sido sometidos.

Después de la acción en contra de José Antonio, quedó bien demostrado que en política no hay grandes amistades ni grandes enemistades, solamente grandes intereses. Las expresiones como “mi hermano” o “mi amigo” vienen sobrando.

Partiendo de esta premisa, es necesario brindar apoyo a quien, aún teniendo una buena parte de responsabilidad en lo que hoy sucede, ha tenido los pantalones de defender sus propias aspiraciones.

Apoyo que hay que dar no necesariamente por solidaridad, sino porque no se sabe quién es el siguiente.

Dentro del partido hay muchas personas que comparten las aspiraciones del Dr. Alvarado. Todos tienen derecho a participar en la contienda electoral sometiéndose al escrutinio de las bases para que éstas escojan al candidato(a) de su preferencia.

Esta crisis puede convertirse en la gran oportunidad de cambiar el rumbo del partido, sobre todo en estos momentos en los que ha habido un reconocimiento de la torpeza cometida con el caso en mención. Sin embargo, tengo la impresión que esta aparente retractación es una forma de calmar las cosas momentáneamente pero, de no hacer cambios radicales a lo interno del partido, la pasada de cuenta al Dr. Alvarado se hará en forma mucho más sutil y en el momento en que se haya desgastado lo suficiente su figura.

Debemos recordar que una de las cosas que ha caracterizado a este gobierno-partido ha sido la capacidad para neutralizar a los disidentes a través de la compra (efectivo y prebendas) o el halago (puestos o promesas de puestos). Pero, una vez efectuada la compra o el halago, el disidente es silenciado, apartado y despreciado. Son contados con los dedos de la mano quienes por principios o por experiencia no han caído en la trampa.

José Antonio conoce bien su medio; sabe perfectamente en el ambiente en el cual se mueve y a los riesgos a los que está expuesto con este simulacro de paso atrás. A mi manera de ver, tiene que moverse con mucha cautela y no desperdiciar el caudal de simpatías que René Herrera le ha facilitado con esa torpe acción.

Es hora de hacer planteamientos de reforma a lo interno y exigir que se ejecuten con suficiente tiempo antes de las elecciones del 2001. Los verdaderos liberales saben que la genuinidad y la legitimidad del liderazgo político debe estar sustentada en la libertad y la democracia. Ningún candidato surgido de un proceso viciado o designado al dedazo puede posteriormente ser un demócrata al ocupar un cargo público.

Es necesario, que los miembros del Consejo Ejecutivo Nacional no ocupen cargos en el gobierno y que no dependan económicamente del partido de manera que puedan, en forma independiente, tomar las decisiones que mejor convengan a la organización.

Creo igualmente necesario establecer una jerarquía que debe ser respetada. Es inaceptable que un presidente honorario —figura decorativa en cualquier organización— esté por encima del resto del CEN, decidiendo cuándo y dónde son las reuniones, a quién se invita y a quién no y ordenando lo que se debe hacer, pintando a los miembros de este alto órgano del partido como títeres.

De la misma forma es indispensable exigir que todas las elecciones de candidatos(as) dentro del PLC, se realicen a través de voto secreto, con la participación de mujeres y jóvenes —actualmente borrados del mapa del partido— y garantizar así procesos democráticos.

Casi todos los integrantes del CEN han ganado con su trabajo partidario las posiciones que hoy ocupan dentro de ese órgano del partido, nadie les ha regalado nada. Son, en su gran mayoría, personas honestas, con todo el derecho de aspirar a cargos de elección popular, de disentir en sus opiniones y exteriorizar sus aspiraciones sin temer a nadie.

De su firmeza de carácter depende tener las agallas necesarias para dar un golpe de timón y empezar a forjar las bases de un verdadero partido liberal.

La autora es miembro del Consejo Editorial de LA PRENSA.
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Editorial
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