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Ya basta de mentiras, señor Presidente






EDUARDO ENRIQUEZ


Después de la conferencia de prensa del jueves, ha quedado claro que el Presidente Arnoldo Alemán puede decir cualquier cosa que sirva a sus intereses y horas más tarde decir precisamente lo contrario, porque ya sus intereses han sido servidos y él no entiende eso de mantener su palabra.

En Washington, en medio de un ambiente de cuestionamientos y presiones, el presidente ofreció “un diálogo nacional sin condiciones”, incluso citó a Confucio, diciendo, ante los organismos financieros y los países donantes, que “rectificar es gobernar”.

Un día después fue el turno del Canciller Eduardo Montealegre, quien se comprometió en nombre del Gobierno a desistir de la idea de una Asamblea Constituyente.

“Se va a respetar el calendario electoral, se va a respetar la fecha de las elecciones municipales, nacionales y regionales tal como está establecido en el calendario electoral”, dijo el canciller.

Empecé a sospechar de la “jugada” desde el momento en que el Gobierno se negó a decir claramente: No habrá Constituyente.

En efecto, de regreso en Managua, en la seguridad de su Casa Presidencial, Alemán cobró valor: “Ya no hay diálogo, pues”, dijo reaccionando de una manera infantil a las demandas que los sectores que exigen un diálogo que dé resultados concretos y no que sólo dé un respiro a su Presidencia.

Pero justo ayer dijo que sí habrá diálogo. Según sus ministros la reacción del jueves se debió a que el Presidente “perdió la paciencia”. O sea que el futuro del país depende del “genio” que ese día tenga el Mandatario.

Pasando a la Constituyente, el presidente va a cumplir con la formalidad del calendario electoral, pero haciendo malabares jurídicos e inventando una elección en la que los diputados cumplan el doble propósito de hacer una Constitución completamente nueva, destituir al Presidente y Vicepresidente recién electos –cosa que es aún peor que interrumpir el calendario electoral– para luego quedarse legislando.

Haciendo un paréntesis, me gustaría saber quiénes serán las personas que van a estar dispuestas a figurar como Presidente y Vicepresidente, sabiendo que van a durar más en campaña que en sus puestos, sólo para cumplir con los deseos de Alemán. ¿Será don Enrique Bolaños, a quien, se dice, el Presidente ya le prometió “La Silla”?.

LA MAYOR MENTIRA
Pero volviendo a las mentiras, que es la razón de este artículo, la gota que ya rebasa el vaso es el argumento con el que ahora viene defendiendo la Constituyente. Según sus propias palabras, es necesaria una nueva Constitución porque “…en las reformas del 95 (a los sandinistas) se les dio a compartir el gobierno”.

He revisado la Constitución reformada en 1995 y no encuentro ningún artículo que mande al gobernante a compartir el poder con los sandinistas. Pero tal vez eso se deba a que sé poco o nada de leyes. Tal vez el doctor Alemán, graduado, dicen, de primero en su clase cuando estudió Derecho, le puede señalar al pueblo qué artículo de la Carta Magna lo obliga a incluir a los sandinistas en su Gobierno.

La VERDAD es precisamente lo contrario. No fue hasta que el Presidente Alemán y el Secretario General del Frente Sandinista, Daniel Ortega, PACTARON, que ambos partidos empezaron a compartir el poder en la Contraloría, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral, la Procuraduría de Derechos Humanos y cuanta institución estatal existe.

Pero lo que es aún más trágico es que como producto de ese Pacto, ahora los sandinistas tienen verdaderas posibilidades de alcanzar el Poder, pues sólo necesitan lograr el 35 por ciento para ello. Antes, con la Constitución del 95, se necesitaba un mínimo de 45 por ciento o se pasaba a una segunda vuelta. Todo mundo sabía que en una segunda vuelta los sandinistas jamás ganarían.

El principal responsable de una posible victoria sandinista será Arnoldo Alemán, paradójicamente el hombre que conquistó los votos de los nicaragüenses jurando que nunca pactaría con los sandinistas. Eso ahora ha quedado evidenciado como la mayor mentira de Arnoldo Alemán, pues en realidad les abrió las puertas que en 1995 habían quedado cerradas.

Ya basta de mentiras, es hora que empiece a decir la verdad. Ese cuentecito de la Constituyente no es más que un esfuerzo desesperado por mantenerse en el poder. El mismo lo ha afirmado con uno de sus dichos: “Chancha la ardilla que se baja del palo para que la apedreen”. ¿Queda alguna duda de sus intenciones?

El autor es jefe de redacción de LA PRENSA.</i

Editorial
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