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Que permanezca el fruto universal del amor

El Evangelio de hoy









 

PBRO. SILVIO FONSECA MARTINEZ


El Espíritu Santo les recordará todo cuanto les he dicho.

Lectura del Santo Evangelio, según San Juan 15. 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.

Palabra del Señor.


Lecturas bíblicas: Hch. 10, 25-48/1er. Jn. 4, 7-10/San Juan 15 9-17

Intentando unir las tres lecturas de este domingo, anterior al domingo de la ascensión y por ende hoy también leemos otro discurso de despedida, Jesús nos pide practicar y perseverar en el amor; “si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor” (Jn. 15, 9). “Que vuestro fruto permanezca” (v. 16). Este fruto y universalidad del amor se vivió desde los orígenes del cristianismo como lo atestigua los Hechos de los Apóstoles, en el caso de Cornelio y Pedro afirma: “ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere” (Hech. 10, 34).

Deseo reflexionar en las palabras que Jesús nos dice: “este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. Todos sabemos que aquí se encuentra la esencia del cristianismo. San Agustín decía: “ama y haz lo que quieras”, San Juan de la Cruz nos dice: “al final de nuestras vidas Dios nos va a juzgar por el amor”; sin embargo, merece una atención especial la afirmación de Jesús: “Cómo yo os he amado” ¿Cómo nos ama Jesús?

Jesús nos invita en este evangelio a medir su amor; algo humanamente imposible; la única prueba más visible que tenemos es la crucifixión y su muerte, pero bien sabemos que aquí no se agota todo; basta una lectura sencilla de sus palabras, gestos y acciones con las personas con quienes se encontró y su amor hacia ellos basta por sí mismo: curaciones, consuelos, liberaciones, milagros, etc. todo es movido por el amor.

Me gustaría aplicar el testimonio de Jesús a los padres de familia que al final de su existencia terrenal puedan decir a sus hijos las mismas palabras de Jesús: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Para aquellos que estén leyendo en estos momentos esta homilía, me atrevo a proponerles como reflexión: ¿con qué corazón se está amando a los hijos? ¿Se ama a todos por igual o por el contrario se hace acepción de ellos, favoreciendo a alguno y discriminando a otros? Muchas veces, bajo un “falso amor”, se cometen serios errores de parte de los padres de familia, al ceder a exigencias caprichosas, fomentando en ellos vicios que después se paguen a otros costos.

Los cristianos de igual manera nos esforzamos por practicar algo del amor de Jesús para con los demás. Vale la pena luchar para no dejar apagar en nosotros esos nobles sentimientos que cambian a cualquier persona y situación

Editorial
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