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Iniciativa HIPC: ¿oportunidad real o espejismo?






SERGIO VÉLEZ ASTACIO


El nivel de deuda adquirido por Nicaragua, cuyo monto asciende a 6,273 millones de dólares, se ha constituido en un obstáculo fundamental para el desarrollo y crecimiento sostenible de la economía y el mejoramiento de los indicadores del nivel de vida del nicaragüense.

Los elementos que subyacen bajo este indicador económico están principalmente expresados en:

1. El monto de la deuda equivale a tres veces el Producto Interno Bruto (PIB) y a 7.8 veces el valor de las exportaciones.

2. El servicio de la deuda pública externa representó un 40% de las exportaciones de bienes y servicios no factoriales y la deuda externa privada alcanzó el 48% de las exportaciones en el año 1997.

3. Estos niveles de pagos por servicio, no permiten al país poder impulsar los programas de inversión pública necesarios para la generación de empleo, reconvertir y diversificar la infraestructura productiva y descontinuar con el círculo vicioso de endeudarse más para pagar.

En este contexto económico, la Iniciativa de Países Pobres Altamente Endeudados (conocida por sus siglas en inglés como HIPC) ha sido considerada por el gobierno como una alternativa estratégica para aliviar los desequilibrios macroeconómicos y resolver la insostenibilidad de la deuda.

La elegibilidad como país para ser incluido en dicho programa está sujeta a las condicionalidades establecidas en el Programa de Ajuste Estructural (ESAF II) suscrito con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que entre sus principales líneas establece: la reducción del déficit fiscal, la privatización de todas las empresas del sector público no financiero (ENITEL, INE, INAA), etc.

Sin embargo, la propia elegibilidad no asegura una reducción sustancial de todo el “stock” de la deuda, puesto que la HIPC sólo apunta a disminuir la deuda elegible por el Club de París, cuyo monto asciende a 1,300 millones de dólares de los US$1,600 millones que se le adeudan, lo que representa una disminución del 80% con respecto a la deuda del Club y apenas un 20% del total del “stock” de deuda como país.

Esto significa que Nicaragua recibiría una condonación de 1,040 millones de dólares quedando con un “stock” de deuda por el orden de los US$5,197 millones, monto que está representado por la deuda bilateral (país-país), deuda multilateral (con organismos financieros internacionales) de naturaleza preferencial, y la que se tiene con la banca comercial y proveedores.

Como puede deducirse, aun cuando la reducción es importante y liberará recursos, la alternativa HIPC per se no es suficiente para que la deuda externa de Nicaragua alcance un adecuado nivel de sostenibilidad y que el país pueda financiar sus programas de inversión público.

No obstante, el lograr lo anterior tendría otras implicaciones en términos de mayores condicionalidades (mayor reducción del déficit público, incremento de tarifas de los servicios básicos, etc.) redundando estas medidas en un mayor índice de desempleo y mayores sacrificios para los nicaragüenses.

Conclusivamente si bien es cierto que la iniciativa HIPC tendría un efecto positivo en la posición deudora de Nicaragua, y reduciría el monto de las exportaciones destinadas al pago de la misma, no es la panacea, antes bien es una oportunidad para:

* Aprovechar los recursos (que ya no se traducirán en pago de deuda) en reconstruir la capacidad productiva del país.

* Incrementar y diversificar las exportaciones.

* Reconvertir el sector agrícola e industrial hacia opciones de mayor rentabilidad y mayor valor agregado a nuestros productos en el mercado internacional.

* Fortalecer la Institucionalidad.

* Implementar una política racional de gasto público.

* Invertir los recursos en programas de inversión pública que aseguren el desarrollo y crecimiento sostenible.

La iniciativa HIPC es estratégicamente una oportunidad, no una solución; nuestros problemas de subdesarrollo no los solucionará ningún programa de ajuste estructural, ni siquiera el hecho de que nos condonen toda la deuda. Antes bien, la solución está en nosotros mismos, en definir qué país queremos, cómo lo queremos y principalmente como lo dijera un connotado presidente norteamericano, qué vamos a hacer por él

Editorial
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