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Un grandioso derecho







LA PRENSA rinde hoy, en la celebración del Día de la Madre que es la más humana y emotiva de todas las fiestas sentimentales y familiares, un tributo de respeto, admiración y cariño a las madres nicaragüenses; inclusive a la madre desaparecida para quien el poeta inglés Shakespeare escribiera el epitafio inmortal: “Por tu inmenso amor te recordaremos”.

“De todos los derechos que tiene la mujer el más grandioso es el de ser madre”, escribió por su parte el escritor, filólogo y filósofo chino-norteamericano, Lin Yutang (1895-1976), a quien se le reconoce el mérito de haber tendido, con su vasta obra intelectual, un puente cultural entre Oriente y Occidente. En realidad, en todas partes y a lo largo de todas las épocas la humanidad ha enaltecido la función maternal de la mujer, porque la veneración a la madre no es una expresión de determinadas culturas sino que dimana de la misma naturaleza humana.

Son muy pocas las personas que niegan el hecho de que la maternidad es la función esencial de la mujer. Quienes no lo admiten, argumentan que la maternidad y la crianza de los hijos son más bien una esclavitud social y una carga doméstica; repudian la celebración del Día de la Madre porque lo consideran como un invento comercial del capitalismo; o lo califican como una celebración elitista que ofende a las madres pobres que no tienen nada con qué ni por qué celebrar; y aseguran que la exaltación de la maternidad es una manifestación de “machismo” que menoscaba y ofende la dignidad de la mujer.

Independientemente de que cada quien es libre de expresar la opinión que mejor le parezca, hay que decir que tales críticas a la celebración del Día de la Madre son infundadas e injustas. ¿Qué de malo tiene que hijas e hijos festejen a sus madres de acuerdo con la posibilidad y la voluntad de cada quien? En vez de condenar a los que obsequian con lo que pueden a sus madres y en lugar de exigirles que no lo hagan, ¿no sería mejor alegrarse porque hay quienes pueden hacerlo y formular votos, por lo menos, para que cada vez sean más las madres que tengan la posibilidad de ser agasajadas por sus hijos?

No hay argumentos suficientemente razonables ni convincentes para negar que la maternidad es realmente la principal de todas las funciones de la mujer, la que establece su diferencia sustancial respecto de los hombres, puesto que la mujer es el medio escogido por Dios o la Naturaleza –según sea la convicción de cada quien– para asegurar la reproducción y conservación de la especie humana.

Otra cosa es el hecho real de que muchas mujeres en general y madres en particular, viven en una situación de grave pobreza material y moral como consecuencia del atraso económico, institucional y cultural del país. Pero la odiosa discriminación que sufren la mujer y la madre, particularmente en los estratos sociales más pobres, no se resuelve renegando de la función maternal ni vituperando la celebración del Día de la Madre.

La discriminación de la mujer es un problema no sólo de ignorancia y de atraso material y cultural, sino también de falta de democracia. En efecto, el autoritarismo es la manifestación más típica del machismo en el ámbito de las relaciones políticas y del ejercicio de los poderes públicos. Por eso, la lucha por la igualdad política, profesional, laboral y cultural de la mujer es una parte fundamental de la lucha por la verdadera democracia que es necesario establecer en Nicaragua.

Sin embargo la lucha por el reconocimiento de la dignidad de la mujer y por el respeto a sus derechos no se contradice con el culto a la maternidad ni con el homenaje que cada 30 de mayo se tributa a la madre. Por el contrario, entre más la sociedad reconozca el valor de la maternidad y rinda a la madre los honores que merece, mucho más fácil o menos difícil será avanzar en el proceso de dignificación integral y real de la mujer.

Editorial
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