EDGARD TIJERINO
El cartel, en la entrada principal del Cinergy Field en Cincinnati, lo dice todo acerca del nivel de preocupación, el crecimiento de la desesperación y el temor por la decepción, que cobija a la fanaticada de los Rojos: “¿Alguien ha visto por ahí a Ken Griffey?… Se ofrece fuerte recompensa por cualquier informe”.
El pelotero maravilla, capaz de no terminar de asombrarnos, el mismo que daba la impresión de ser un producto de la fantasía sacado de Epcot Center en Disneyworld, ha desaparecido del escenario… Su nombre está en los box-scores ciertamente, pero… no puede ser el bateador que ha fallado 14 veces consecutivamente con sólo 4 hits en 39 turnos para un miserable promedio de .103 puntos… ¿Este es el hombre que llevaría a los Rojos a la conquista del banderín en la zona central de la Liga Nacional?… Por Dios, ¿quién especuló sobre semejante falsedad?
En estos momentos, pese a sus 14 jonrones y 38 empujadas, los 43 ponches, el sangrante porcentaje de .212 en 179 intentos oficiales y su falta de incidencia, obligan a considerarlo como un inmenso tesoro hundido en un galeón español… Hay que bucear muy profundo para poder ver algo de Griffey.
El artillero de 30 años que ha registrado siete temporadas de 300 puntos y más de 100 remolques, con seis encima de los 40 jonrones incluyendo dos de 56, se convirtió en 1999, en el más rápido bateador de 400 vuelacercas en la historia del béisbol, lo cual permitió considerarlo un feroz retador a la cifra de 755 en poder de Hank Aaron.
Justo cuando en Seattle estaban intentando tomarle las medidas para la construcción de un monumento, los Rojos lo firmaron por 8 años provocando incontrolables expectaciones… Con Junior en mano, los Rojos daban por un hecho su retorno a las esferas de la grandeza garantizando su presencia en la postemporada.
Griffey aterrizó en el Cinergy Field, con la deslumbrante etiqueta de “mejor jugador del béisbol en este planeta y sus alrededores”… Y no se exageraba: por once años lo hemos estado viendo batear granadas hacia todos los sectores del terreno burlando radares, avanzar en las bases con la velocidad y la prestancia de un pura-sangre, colgarse de pelotas como si fuera un acróbata digno de póster, mostrar su swing dulce para estremecer los graderíos y edificar proyecciones de Salón de la Fama… Con todo ese paquete, Griffey era “la captura soñada” para cualquier organización.
Pero durante los dos primeros meses, no ha sido lo necesariamente incidente para cargar con la capacidad de agresión del equipo sobre sus espaldas, y la noche del jueves, fue sentado pese a sus consistentes antecedentes… “Incluso, Griffey puede estar presionado. Debe ser bueno dejarlo en reposo”, parece haber pensado el manager McKeon.
Se trata de un slump… ¿Qué bateador por muy grandioso que haya sido, no ha atravesado por bajones de voltaje?… Griffey debe regresar a sus niveles habituales de agitación, pero para eso, urge verlo aparecer nuevamente en el escenario con toda su carga de electricidad… En estos momentos, lo están buscando, por aire, mar y tierra, como recomendaría Churchill.