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El monopolio del poder

Carlos Quiñónez Tórrez

Las dictaduras pasadas mantuvieron el monopolio del poder por algún tiempo, incluso realizaron algunas mejoras económicas y sociales que significaron pasos positivos hacia el progreso.

En los pueblos pobres como en algunos de Latinoamérica; los cambios se están iniciando basados en la organización y capacitación de la Sociedad Civil, por lo que con toda seguridad ya no serán los ismos los que ofrezcan la salvación de la sociedad. En ellos se apoyaron y aún se apoyan los dictadores para mantenerse en el poder.

Jamás volverá a plantearse esta salvación por el comunismo, ni por ningún oro ismo, llámese conservatismo, socialismo o liberalismo. Eso se está terminando para bien de la humanidad. Para Nicaragua en particular, la historia del pasado reciente es muy dolorosa. El partidarismo que significa favorecer a un grupo para que mantenga el partido en el poder está vigente y actuando a pesar del poco entusiasmo de la juventud por los partidos políticos; pienso que en el futuro, el color del partido no será más la enseña por las que las nuevas generaciones darán su tiempo, sus fuerzas o sus vidas. Sólo expondrán estas virtudes si el esfuerzo está dirigido a resolver necesidades inmediatas, por encima de los principios partidarios.

Desafortunadamente el proceder de antaño está arraigado en la mente de nuestros gobernantes, como un atavismo difícil de desaparecer, a no ser que les ocurran mutaciones genéticas en sus cromosomas y es que existe en ellos el miedo terrible de ser acusados de traidores al partido o de perder todo el prestigio vanamente acumulado, si una vez en el poder dejan de favorecer a sus partidarios, sin darse cuenta que con este proceder, están marginando a los ciudadanos honestos o capaces en el desempeño de una función administrativa, sin importarles que hayan acumulado experiencias, tecnología o estén adornados de atributos de honestidad y decencia.

La guerra contra la pobreza se ha convertido en los países pobres en el fracaso para los candidatos demagogos. Ya no será escuchado el candidato que ofrezca miles de empleos sin contar con la ayuda del FMI, BID, ESAF, o como se llame el organismo internacional que le otorgue los préstamos al Estado con la hipoteca del patrimonio de sus pueblos.

En nuestro país, será un mentiroso todo aquel gobernante que inaugurando una escuela, un centro de salud, o cualquier obra social, diga que él es el constructor, sin mencionar al organismo donante o al país de donde procede la ayuda.

Los pueblos están dudando cada vez más que exista una respuesta positiva a la solución de los problemas sociales. ¿Quién en nuestro país dará una respuesta inmediata a los niños y niñas de las calles o cambie las miserables condiciones con que sobreviven más del 40 por ciento de la población nicaragüense?

Antes se hablaba de los cinturones de miseria, hoy el centro de la capital está poblada por manchones de miserables, de seres humanos semidesnudos que procrean hijos desnutridos, analfabetas y que por su incultura y sensación de vacío estomacal, agreden, asaltan o matan. Esta pobreza y estas condiciones lamentables de vida no dará más el monopolio del poder al partido o al gobernante que agrande sus riquezas personales o de grupo a costa de los miserables, ignorantes, hijos olvidados de Dios.

Los problemas sociales son demasiado complejos para pretender solucionarlos dando simples respuestas, ofreciendo lo que no se puede cumplir, sin el concurso de los demás. El combate a la pobreza es tarea de todos.

Los socialistas pretendieron mantener el poder indefinidamente, pero esta ilusión se cayó cuando Gorbachov se atrevió a calificar a la revolución de octubre como un acontecimiento histórico. Todo fue desmontado rápidamente y con la pérdida del poder, la ilusión de la ideología marxista también se perdió y jamás volverá.

Ni el demagogo ni el deshonesto podrá retener el poder. Los gobiernos centralistas o autoritarios sólo se recuerdan por sus arbitrariedades e injusticias, ni las dictaduras, ni los cacicazgos tendrán cabida en las sociedades modernas.

A partir del tercer milenio será la Sociedad Civil organizada la que retendrá el monopolio del poder.

En el Siglo XXI se ofrecerá el poder a aquel ciudadano que pueda dar solución a las necesidades más sentidas, al candidato sincero y honrado, en fin, al que demuestre capacidad para gobernar a todo un pueblo sin partidarismo, sin presiones e imposiciones ideológicas, hoy por hoy ya no existe el bien par el partido, existe el bien común, que sólo puede prevalecer en un régimen de equidad y de justicia.

El autor es ex presidente de CONAPRO.   

Editorial
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