14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

“El chivo” y Fujimori

  • A pesar de los malos augurios
    para Fujimori, ese tímido profesor universitario de antaño quien con un tractor en la mano logró colocarse al frente de una nueva era política en ese andino país, sin lugar a dudas que dejará réditos positivos

Ariel Montoya

Fujimori después de un segundo período presidencial, está iniciando una nueva cultura reeleccionista, la cual, como perfectamente define Mario Vargas Llosa, a raíz de las presentaciones maratónicas de su novela “La Fiesta del Chivo”, presenta algunas modalidades al sustentar su carácter de dictador y la efigie de su administración, según el novelista, en “orígenes democráticos con apariencias de legalidad”, lo que lo hace tomar distancia de las dictaduras tradicionales en el Continente, como la del propio dominicano Leónidas Trujillo que da pie a su última obra, y en la que narra las atrocidades y ridiculencias de un régimen ya para entonces obsoleto y absolutamente deshumanizado.

Esta obra de Vargas Llosa, que ha coincidido con una nueva postulación presidencial del actual mandatario peruano, viene a retroalimentar en gran medida en la conciencia de los lectores, además de la elocuente precisión narrativa que lo convierte en el más espléndido de los narradores contemporáneos, el viciado proceso presidencialista (caudillista), considerado así cuando éste aspira a la prolongación de dos o más períodos, como actualmente lo ha evidenciado el mandatario peruano.

Si bien, es cierto que cuando Fujimori se enfrentó por la silla presidencial con Vargas Llosa, (el más preclaro y ético de los intelectuales peruanos aunque lamentablemente sin una base sólida de interlocución popular), en primer lugar, y luego con Javier Pérez de Cuéllar, (uno de los artífices de la mediación en Occidente cuando fue el representante máximo de la ONU), a pesar de haber sido duramente cuestionado por las consecuencias del auto-golpe y por los controles a la prensa independiente –entre otros señalamientos–, no se percibían, como ahora, las consecuencias endémicas de un sistema viciado en gran medida por la prolongación, las cuales repercuten posteriormente en los subsiguientes regímenes de transición.

Estos indicadores irán proporcionando la debacle en esa administración, la cual entra en duda la perspectiva de su estabilidad, si es que logra sostenerse ante la oleada inevitable de protestas nacionales encabezadas por su rival Alejandro Toledo, y por presiones internacionales.

Pero a pesar de los malos augurios para Fujimori, ese tímido profesor universitario de antaño quien con un tractor en la mano logró colocarse al frente de una nueva era política en ese andino país, sin lugar a dudas que dejará réditos positivos, los cuales incluso, han sido reconocidos por sus más diestros adversarios, entre los que pueden mencionarse los golpes al terrorismo, lo que permitió que los comicios se dieran en un marco de total estabilidad; también cierto éxito en el proceso de las privatizaciones, algunas libertades al poder judicial; también redujo la inflación y propició uno que otro golpe duro al narcotráfico.

En otro orden, vale la pena recordar que muchas de las iniciativas de Fujimori le fueron pirateadas al programa de Gobierno de Vargas Llosa, sobre todo en la aplicación de políticas de inversión y de restauración económica mediante la planificación liberal del mercado, lo que evidentemente ha resultado positivo para Perú.

Pero en su contra están muchos señalamientos. Uno de los principales la ansiedad reeleccionista, y las muestras de evidencias abiertamente autoritarias.

Por su parte Toledo, quien ha anunciado una campaña sistemática contra Fujimori, partiendo del ausentismo a los comicios en la segunda ronda, ha resultado ser un personaje con mucho carisma pero con un breve marco de presencia en el escenario nacional. Hasta hace seis meses, su nombre aún no decía nada.

Este limpiabotas graduado en Stanfford, con un marcado sello indígena que lo vuelve seductor ante el cholo común, y quien ha basado su campaña haciendo fuertes críticas al sistema neoliberal, indudablemente que no deja de ser atractivo y renovador para los votantes, pero es alguien quien quizá no habría contado con el respaldo de los sectores empresariales para desafiar en una primera vuelta a Fujimori. Otro antecedente importante que hacía inviable su triunfo electoral para determinados sectores, al menos en estos comicios, es que debió enfrentarse a una sociedad con fuertes resabios colonialistas, habiendo preferido ese país que lo gobierne un descendiente asiático y no un cholo.

Después de devorar una a una las más de quinientas páginas de la novela de Vargas Llosa, y de conocer los resultados de los comicios en el Perú, se llega a ciertas conclusiones: la primera, que Fujimori en realidad no es Trujillo, aunque en verdad algo tiene de él. “Es un dictador a la usanza moderna”, diría el autor de la “La Fiesta del Chivo”, y que Trujillo tuvo algo de Fujimori, en la inclinada fijación del poder. Después de todo, considerar que la política puede consistir, a veces, en un abrirse camino entre cadáveres, desflorar niñas a los catorce años de edad, o destazar y dar de comer a un preso político los propios cartílagos de su hijo, son sólo prácticas del Chivo.   

Editorial
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí