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No se debe jugar con las edades

TITO RONDON Es curioso lo que uno aprende en su largo peregrinar por los mundos del béisbol. Pese a que algunos desalmados me han dado fama de ser “hombre de numeritos”, para mí las estadísticas no han sido más que un medio para lograr un fin: analizar al juego y a los jugadores de béisbol. […]

TITO RONDON

Es curioso lo que uno aprende en su largo peregrinar por los mundos del béisbol. Pese a que algunos desalmados me han dado fama de ser “hombre de numeritos”, para mí las estadísticas no han sido más que un medio para lograr un fin: analizar al juego y a los jugadores de béisbol.

Este deporte me gusta tanto que deseo aprender todos sus aspectos, aunque sé que es imposible dominar todo. El que sabe la técnica no sabe casi la historia; el que sabe programar promociones para llevar gente al estadio no sabe hacer un line up; el que conoce la vida y milagros de los jugadores no sabría colocar el cuadro cerrado o profundo aunque su vida estuviera en juego, y así.

Al paso de los años, y preguntándole a todo el mundo (recuerdo con especial cariño largas sesiones con Tony Castaño, quien siempre estaba dispuesto a hablar de béisbol en lenguaje más que colorido, de temas desde “Cuarezmita” a Josh Gibson – “gracias a Dios siempre me tocó jugar en su mismo equipo” -, desde la “Temporada de Oro” de la Liga Mexicana hasta Dennis Martínez, desde cómo tirar un cambio de velocidad a ser manager en la Serie del Caribe), he aprendido muchas cosas.

Una es que a los jugadores no se les puede forzar en su desarrollo. Si se pudiera hacer ya los equipos de Grandes Ligas hubieran descubierto cómo. La verdad es que hay ambientes propicios para el desarrollo de jugadores noveles, pero no se les puede producir como camadas de pollitos en incubadoras. Cada uno tiene su propio ritmo.

Una de las cosas más importantes que se ha descubierto es que si a un pelotero se le empuja, se le sube demasiado alto demasiado pronto, ese pelotero se quema. Por eso es que el fracaso más grande que ha habido en nuestra pelota es el experimento de los “menores”.

Hay muchos peloteros quemados, como Ed Bane y David Clyde en Grandes Ligas, o Fernando Marín y Luis Rivas en Nicaragua, como prueba de lo que no debe hacerse.

Analicemos. Cuando uno dice que en determinada nómina debe haber diez jugadores entre 17 y 20 años de edad, y nueve entre 21 y 24 (según año de nacimiento), he aquí lo que le pasa al cuerpo técnico de cada agrupación.

Reúnen a los muchachos, y a la hora de escoger el equipo, pues a lo mejor tienen doce entre 17 y 20 muy buenos, y solamente cinco entre 21 y 24 aceptables. Entonces, por seguir reglas (que con buena voluntad buscan ser “científicas”, pero que son lo contrario), el manager tiene que dejar sin jugar a dos promesas, y baja aún más el nivel de competencia usando a cuatro peloteros que no dan la talla.

No se le puede poner cercos a la calidad, eso no tiene edad. La Segunda División de 1997 fue la mejor competencia de este tipo precisamente porque tenía una sola, sencillísima, regla. De 23 o menos, todo mundo juega, profesional activo, inactivo, o que nunca haya salido del patio de su casa.

Diego Sandino y Cairo Murillo son parte del producto.

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