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Una aspirina para curar cáncer

  • Los políticos deben estar
    conscientes de los beneficios de la privatización, pero no
    quieren perder poder ni
    oportunidades de premiar a
    quienes los apoyan

Carlos Ball*

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Una aspirina para curar cáncer





Los políticos deben estar
conscientes de los beneficios de la privatización, pero no
quieren perder poder ni
oportunidades de premiar a
quienes los apoyan

Carlos Ball*


MIAMI (AIPE).— Un reciente editorial del Miami Herald aplaude la propuesta de cambiar la administración local del aeropuerto de Miami por una autoridad independiente de la politiquería municipal, para así combatir la pésima administración, la corrupción y la falta de rendición de cuentas. Pero es una lástima que se oyen pocas voces a favor de una verdadera solución a largo plazo: su privatización.

Prácticamente todos los males que han plagado al aeropuerto de Miami por años tienen una conexión directa con la politización de las decisiones, incluyendo la selección del personal, los contratistas, los sindicatos, las compras, etc. Como entidad politizada, las decisiones no se toman en función de los usuarios del aeropuerto sino de beneficiar a quienes lo manejan y reparten privilegios. Si la propuesta nueva autoridad es integrada por ángeles, mejorará el funcionamiento a corto plazo, pero si la política en lugar del mercado sigue rigiendo las operaciones, el cáncer se manifestará de nuevo más temprano que tarde.

Uno no tiene que ser un científico nuclear para saber que las empresas privadas ofrecen mucho mejor servicio que las entidades gubernamentales. Si usted pudiese conseguir su permiso de construcción o de zonificación en Wal-Mart, ¿preferiría seguir enfrentando a funcionarios del municipio o del condado dedicados a hacerle la vida difícil? O ¿es acaso usted tan masoquista que disfruta tener que acudir a la oficina de Inmigración (INS)?

Actualmente se discute la propuesta fusión de United Airlines y US Airways, por lo que ya algunos fiscales estatales están salivando y preparando demandas para bloquearla, ante temores de que ello disminuya la competencia. Pero, ¿por qué los fiscales estatales no se preocupan del infame servicio provisto por monopolios gubernamentales como el aeropuerto de Miami?

En 1992, el profesor Rigas Doganis, un experto en aviación de Gran Bretaña, publicó un libro proclamando que los aeropuertos son negocios y deben dejar de considerarse un “servicio público”. En más de 20 países se han vendido o arrendado exitosamente los aeropuertos, incluyendo Alemania, Argentina, Austria, Bahamas, Bolivia, Canadá, Chile, China, Colombia, Dinamarca, Gran Bretaña, Hungría, Italia, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, República Dominicana, Singapur, Sudáfrica y Suiza. En Estados Unidos casi la única excepción ha sido la exitosa privatización del aeropuerto de Indianápolis.

El gran tamaño del aeropuerto de Miami no es una razón válida en contra de la privatización, debido a la exitosa experiencia de la privatización de Heathrow, el aeropuerto de Londres, por donde pasan 58 millones de pasajeros al año.

Podemos predecir sólo mayor crecimiento del tráfico aéreo y la necesidad de crecientes inversiones en aeropuertos, por lo que sería conveniente la utilización del mercado de capitales para su financiamiento, en lugar de seguir utilizando dinero proveniente de los impuestos. Los políticos deben estar conscientes de los beneficios de la privatización, pero no quieren perder poder ni oportunidades de premiar a quienes los apoyan.

Como escribe Ashee Advani en “Passenger-Friendly Airports: Another Reason for Airport Privatization” (Aeropuertos placenteros: otra razón para privatizar los aeropuertos), un estudio publicado por la Fundación Reason de Los Angeles, “los aeropuertos conocidos por sus malos terminales y por tratar a los pasajeros como ganado son víctimas de la cultura administrativa de los servicios públicos, como también de la frecuente escasez de capital del sector público”.

El meollo del asunto es que un aeropuerto manejado como negocio ofrece mejor servicio a los usuarios, pero mientras el aeropuerto de Miami siga bajo control burocrático continuará siendo un lugar desagradable y una infame puerta de entrada a Estados Unidos.

El autor es Director de la agencia de prensa AIPE.

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