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Alexis Argüello, el más grande exponente del deporte pinolero, sigue causando revuelo a su paso. LA PRENSA/OPORTA.

Siempre será grandioso

EDGAR TIJERINO M. CANASTOTA, NUEVA YORK.– Cuando Alexis Argüello derrotó a Jim Watt en 1981, con todo el país empinándose frente a los televisores, intentando atravesar la pantalla para abrazar al quijotesco flaco vencedor de los Molinos de Viento y ganador de tres coronas, escribí atrapado por la emoción: los tiempos futuros embalsamarán su grandeza. […]

EDGAR TIJERINO M.

CANASTOTA, NUEVA YORK.– Cuando Alexis Argüello derrotó a Jim Watt en 1981, con todo el país empinándose frente a los televisores, intentando atravesar la pantalla para abrazar al quijotesco flaco vencedor de los Molinos de Viento y ganador de tres coronas, escribí atrapado por la emoción: los tiempos futuros embalsamarán su grandeza.

Eso fue una fácil advertencia… En un país tan escaso en valores como el nuestro, producir un Alexis Argüello, obligaba a encaramarnos en el Monte Everest de la admiración… ¿Cómo fue posible que de aquel rincón polvoriento en Monseñor Lezcano, surgiera ese diamante en bruto y más adelante convenientemente pulido?

Ayer, aquí en la sede del Salón de la Fama del Boxeo, aterrizó Alexis en el Hotel Days Inn… Apenas fue detectado por los aficionados desesperados por conseguir un autógrafo, lograr un abrazo o cambiar saludos, los círculos que se estaban moviendo alrededor de Ken Buchanan, la figura dominante en la promoción del 2000, y de Rubén Olivares, se desvanecieron súbitamente.

Y es que todos querían un pedazo del Flaco, ese mismo que aquí entre nosotros se moviliza con absoluta tranquilidad, sin acoso, pero que en Estados Unidos y en cualquier otra parte, es visto como algo que fue asombroso y que sigue siendo grandioso, más allá de cualquier tipo de cuestionamientos, como suele suceder con los auténticos ídolos del deporte.

Incluso Buchanan y Olivares se volcaron a saludarlo, y aunque no solicitaron autógrafos se quedaron para admirar la demostración espontánea de cariño y respeto de un público –que en su mayoría– disfrutó de las peleas épicas ofrecidas por Alexis en ruta hacia la conquista de sus tres cinturones.

Ciertamente, Alexis fue algo excepcional en una época de exigencias mayúsculas, cuando sólo existían dos organismos, la AMB y el CMB, y para poder llegar a disputar uno de los títulos, era necesario haber “decapitado” a un buen número de genuinos rankeados, entre ellos ex-retadores directos a la corona y ex-campeones.

Alexis superó todos los obstáculos hasta que llegó ante Marcel, y aunque falló, regresó debidamente aumentado y corregido por el Curro, para arrebatar el cetro pluma a Olivares con más de 15 mil rugiendo en el Forum de Inglewood, y luego masticar a Leonel, Riasco, Salvador Torres y Kobayashi, comenzando a construir su leyenda, esa que provoca tanta emoción aquí en Canastota.

“Siempre que vengo aquí creo que mi pecho va a estallar. Es agradable sentir encima el aprecio de todos… Es entonces que digo: lo que hice en el boxeo, valió la pena… El señor me tocó para que fuera alguien boxeando y aproveché la oportunidad”, me decía mientras nos registrábamos.

“Ahora, difícilmente se ven peleas como las que protagonizamos Alexis y yo, o Buchanan con Durán… El boxeo ha cambiado, la multiplicación de organismos lo ha debilitado… Hoy, mucha gente no conoce a los campeones. Es increíble y doloroso”, me dice Rubén Olivares.

Argüello en Canastota… Abran paso señores, hay desesperación por obtener un autógrafo del Flaco, un abrazo, o un saludo a distancia… El sigue siendo algo grandioso.   

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