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“Hay que repensar a fondo la integración”

Augusto Zamora es doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, España, donde es profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales. También ha sido catedrático de la Universidad Centroamericana de Managua Entre 1979 y 1990, fue director jurídico y jefe de Asuntos Territoriales de la Cancillería. Formó parte del equipo de juristas que llevó […]

  • Augusto Zamora es doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, España, donde es profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales. También ha sido catedrático de la Universidad Centroamericana de Managua
  • Entre 1979 y 1990, fue director jurídico y jefe de Asuntos Territoriales de la Cancillería. Formó parte del equipo de juristas que llevó el caso contra Estados Unidos, Honduras y Costa Rica en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. El caso contra Estados Unidos fue ganado en 1986
  • Actualmente es uno de los abogados que llevan el caso contra Honduras por la ratificación del Tratado Ramírez-López con Colombia. Es al autor del libro “Los intereses territoriales de Nicaragua”, cuya 2da. edición se acaba de publicar

ALBERTO L. ALEMAN

Centroamérica debe definir los objetivos que guíen el proceso de integración, porque a la fecha, este proceso es un conjunto “caótico” de tratados entre los cuales los miembros escogen cuáles puntos quieren cumplir y cuáles no, afirma Augusto Zamora, un destacado experto en Derecho Internacional.

“Eso no es integración”, sostiene Zamora. “La única alternativa es replantearla a fondo”.

A su juicio, ha prevalecido hasta hoy solamente un enfoque del proceso como el establecimiento y funcionamiento de un área de libre comercio, cosa que juzga insuficiente.

Tomando el ejemplo de la Unión Europea, Zamora sugiere que se definan requisitos económicos, sociales y políticos para los estados miembros, y que éstos los respeten.

Para el jurista, no es posible la asociación con Honduras y Costa Rica. En el primero de los casos, porque ese país actúa en concierto con Colombia para deprivar a Nicaragua de sus áreas marítimas, y en el segundo, por las pretensiones costarricenses sobre el Río San Juan y la amenaza de ratificar el tratado respectivo de límites con el país sudamericano, acuerdo perjudicial para Nicaragua.

LA PRENSA.- En algunas declaraciones expresa usted la idea de que el enfoque actual del desarrollo de la integración no es viable para Nicaragua, en particular por el conflicto de intereses con Honduras y Costa Rica.

Augusto Zamora.- Vamos por partes. En primer lugar de lo que se llama proceso de integración centroamericana, es un proceso un tanto caótico, basado en la sustitución de un tratado tras otro, pero sin un marco de referencia, sin objetivos concretos.

Es una amalgama de ladrillos que se han ido colocando uno encima de otro sin diseño de casa. Cualquier coincidencia entre esta integración y el proceso de integración europeo, es sólo eso, mera coincidencia.

Aquel proceso nació con propósitos definidos que luego se ampliaron, dentro de unos marcos claros. Esto no sucede en Centroamérica.

Unos tratados no los firma Costa Rica, porque no quiere la migración. Esto es como un menú: a mí me gusta esto; esto no me gusta, no lo pido. Desde esa perspectiva, no es posible hablar de integración. Es un engaño.

Por ejemplo, sólo tres Estados son parte de la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ); el Parlamento Centroamericano carece de potestades y se ha convertido en un club de jubilados o de premiados, o de gente que no cabe en la lista nacional de diputados y…

L.P. – Le dicen: “Te mando entonces al PARLACEN”.

A.Z.- Sí. Esto lo convierte en un ente folclórico, que en nada se parece al Parlamento Europeo.

Desde esa perspectiva, no es posible hablar de integración. No hay unidad de criterios. En este sentido es todo lo contrario de la integración europea. Allá los países tienen que aceptar unos requisitos mínimos políticos, económicos y sociales, y si no los acepta (un país), no cabe (en la Unión Europea). Aquí, se firma todo tipo de cosas pero nada es obligatorio. Lo que sí hay en juego es un interés en crear un área de libre comercio.

L.P.- O sea que para Ud., priva una concepción puramente económica.

A.Z.- Es un enfoque mercantilista, comercial. Entonces lo que ha funcionado es un área de libre comercio centroamericana bajo el sombrero de la integración.

Ese el motivo de la gran queja de Honduras, porque el impuesto del 35% a sus productos rompe el área de libre comercio. A Honduras los otros foros centroamericanos no le importan. El fallo de la CCJ ordenándole detener el proceso de ratificación no tuvo ningún valor, pasaron encima de ello; saben que el PARLACEN no sirve, que el Tratado de Seguridad Democrática que habla de defender el patrimonio territorial centroamericano tampoco tiene valor; en cambio sí tiene valor el acuerdo de libre circulación de mercancías. Y es por esa razón que van a la CCJ y a la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Costa Rica también participa solamente en el área de libre comercio porque en los demás foros políticos no está, no le interesa la libre circulación de personas, por ejemplo. Unicamente le interesa Centroamérica como área de expansión de sus empresas.

L.P.- Algunos analistas sostienen que un serio obstáculo a la integración centroamericana es la falta de voluntad política de los Estados a ceder partes de su soberanía a órganos supranacionales, sometiéndose a las decisiones de éstos, como sucede en Europa.

A.Z.- Recordemos que la Unión Europea comenzó como Comunidad Europea del Carbón y el Acero (en los años 50) para unir sobre todo los intereses empresariales alemanes y franceses a partir del presupuesto que había que evitar a toda costa una nueva guerra entre esos dos países. La mejor manera era integrarlos económicamente.

Luego esa comunidad se fue ampliando a más países, buscando la integración paulatina de sus economías a partir de una voluntad política de promover ese proceso.

En Centroamérica adolecemos de algunas cosas graves. En primer lugar, las clases empresariales tienen una débil identidad de país, como demuestra el flujo de divisas hacia fuera de la región, (o) el bajo nivel de inversión de los beneficios en mejorar o extender sus empresas.

Es una diferencia sustantiva con el empresario europeo el cual es un empresario nacional. Ahorra en el país, invierte en el país y vincula sus intereses con los del país. Se puede así hablar seriamente de que vamos a actuar en beneficio de nuestros intereses económicos, pero como están vinculados intrínsicamente a los intereses del país, son también los de éste.

Muchos empresarios aquí no tienen conciencia de intercambio de beneficios e intereses con otros grupos. Una empresa alemana puede considerar importante fusionarse con una empresa francesa para ampliar su ámbito de inversión, tecnología, mercado e infraestructura. Aquí esa mentalidad capitalista moderna no existe. Por lo tanto se plantea la integración en términos de: “Suprimimos los aranceles, yo exporto mis caramelos y vos exportás tus jabones”. Pero no hay aquí esa gran nota distintiva del capitalismo moderno.

L.P.- Ud. ve esto muy gris. ¿Ve algunas perspectivas de cambio?

A.Z.- Lo único interesante que se ha dado últimamente es el acuerdo trinacional entre Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Da un paso más hacia medidas más concretas a crear vínculos fuertes entre los tres países. Por ejemplo, esta ruta interoceánica que uniría el Atlántico con el Pacífico, esa voluntad de crear sedes diplomáticas conjuntas, es decir, de sentar bases de algo más firme.

Falta el elemento empresarial económico, pero eso depende de cada país a lo interno. A Centroamérica no ha llegado el capitalismo. Estamos con estructuras económicas y sociales muy atrasadas.

En estos países (europeos) los gobiernos son los principales valedores de sus empresas. La empresa privada por sí sola no sobrevive. Nunca lo ha hecho, no lo hará. El proceso de integración europeo lo impulsan los Estados a partir del enorme peso del sector estatal tiene en la economía y a partir de su control sobre la economía. Por eso avanzan.

Aquí es a la inversa, estados débiles, empresas privadas débiles, sin capacidad tecnológica, de investigación, sin inversión. Difícilmente puede cimentarse un proceso de integración sobre estructuras tan frágiles.

Por eso los presidentes firman grandes tratados o declaraciones que carecen de sustento real. Por eso, de lo que se ha firmado de la integración centroamericana, nada funciona. No hay el presupuesto mínimo sobre el cual montar un proceso de integración.

L.P.- Ud. sostiene, lo sé por sus declaraciones, que Nicaragua debería renunciar al Tratado de Integración Centroamericana porque no es posible una integración con Costa Rica y Honduras a causa del conflicto de intereses. Como alternativa propone firmar tratados similares pero solamente con determinados Estados del área.

A.Z.- Si en Europa un país miembro de la Unión Europea se uniera con un país extracomunitario para provocar un grave daño, eso sería un conflicto mayúsculo y afectaría gravemente la integración. La Unión Europea se sustenta en un principio fundamental que es el de la solidaridad. Solidaridad de los países más desarrollados en contribuir al desarrollo de las áreas menos desarrolladas para nivelar la riqueza, solidaridad en la defensa de los intereses comunes y hasta en la defensa (por todos) de los intereses de un Estado (miembro) que puedan verse amenazados por un Estado extracomunitario.

Honduras plantea la cosa exactamente al revés. Pretende que se hable de integración aliándose con un adversario de Nicaragua para despojar a Nicaragua de sus grandes extensiones marinas e insulares. Uno no se asocia con el enemigo. Es un absurdo. Tampoco se puede pensar hacerlo con Costa Rica, mientras ésta amenaza a cada rato con aliarse con Colombia (ratificando el tratado de límites de 1977) si Nicaragua no accede a sus pretensiones en el Río San Juan.

Honduras y Costa Rica llaman integración al área de libre comercio, porque su comercio con Nicaragua les es absolutamente favorable.

¿Qué panorama tiene Nicaragua? Si sigue el juego de estos países nos estamos suicidando. Por lo tanto es la única alternativa es replantear de fondo el proceso de integración para que sea realmente un proceso solidario o buscar otros aliados. Tampoco hay muchas alternativas.   

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