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Virus político

ERNESTO RIVAS SOLÍS

Existen en el mundo toda clase de virus. Los diversos virus que provocan enfermedades en los humanos y que, en muchísimos casos, acaban con la vida. Los múltiples virus que han producido elementos nocivos del internet para destruir los sistemas de computación, provocando el desastre y la destrucción por todas partes. Y el virus de la ambición política personalista, profundamente incrustado en el espíritu de los nicaragüenses, que no permiten la construcción de organizaciones que realmente resulten en la solución a nuestros problemas y el fortalecimiento del país y de sus instituciones.

Traemos esto a colación, ante el desmoronamiento de lo que dio en llamarse “La Tercera Vía”, que parecía ser el nacimiento de algo que viniese a sustituir los actuales partidos mayoritarios del país, ninguno de los cuales ha proporcionado soluciones. Parecería fácil unirse a combatir el mal gobierno, la corrupción, el desorden, el hambre, el desempleo y todas esas cosas que tendrían su preocupación natural de todos los nicaragüenses. Parecería fácil unirse bajo una sola bandera –la azul y blanco– para proponer programas y plataformas gubernamentales que le ofrecieran al electorado un nuevo camino hacia ese futuro de progreso que no se ha logrado cristalizar a pesar de haberse ofrecido en múltiples oportunidades al sufrido pueblo nicaragüense. Teniendo la buena voluntad, la sinceridad, y las motivaciones necesarias, fácil sería producir el fenómeno de una nueva unión que se convirtiera en la esperanza de nuestro pueblo para, una vez logrado ese propósito, comenzar a espulgar la maraña de precandidatos aspirantes al liderazgo, y con la misma dedicación con que se formara la unidad monolítica de una idea, se supiera escoger al que reuniera las virtudes y capacidades necesarias para llenar el ideal del hombre que Nicaragua necesita.

Todo esto habría sido estupendo; pero el virus de la egolatría predomina sobre el patriotismo, y comienza a carcomer los ideales que se pregonan, interponiéndose entre una y otra organización, o entre uno y otro aspirante a líder. Entonces nos encontramos con que el mismo virus que enferma a los poderosos de hoy, cuando el ego se sobrepone a la cordura, está infestando a los que suponen liberar al país de la catástrofe, porque antes de acercarse siquiera al borde de la aceptación, se dan por aceptados ellos mismos, sin permitir que otros pretendan tomar el liderazgo que consideran exclusivamente de su propiedad. Entonces ¡Al diablo con las buenas intenciones y el patriotismo! Lo principal es considerarse el escogido, aunque se tenga que romper la ansiada unidad, que es lo único que verdaderamente quieren los nicaragüenses.

Es una lástima que la Tercera Vía haya sido víctima del virus destructor que puede haber sido autoproducido o puede haber sido introducido de fuera como medio disociador. La verdadera causa de la destrucción de la Alianza de la Tercera Vía no la conocemos a ciencia cierta, aunque tenemos nuestras sospechas. Lo triste es que quienes han contribuido a esta desunión se salgan con la suya, dejándonos a todos a merced de las fuerzas pactistas cuya unión no ha sido en beneficio del país, sino en beneficio personal de los pactantes.

Al permitir la destrucción de esta tercera fuerza, estamos dejando al pueblo nicaragüense a merced de los ambiciosos, lo cual es verdaderamente lamentable.

Yo invito a aquellos que se encuentran en el centro de esta controversia, que busquen el antídoto contra este virus mortal; que unan criterios; que examinen los pro y los contra del rompimiento, y que traten de encontrar una solución viable para poder brindarle a los nicaragüenses una nueva oportunidad que se les ha negado tantas veces.

El autor es columnista del Diario de las Américas</i  

Editorial
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