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El PRI estorba

  • México sigue sufriendo la
    vergüenza de tener al partido que más tiempo se ha aferrado al poder en el siglo 20. Por todo esto hay tantos mexicanos, aquí y allá, que quieren un cambio

Jorge Ramos Avalos

Miami.– Nunca había visto cómo muere un ahogado. Es una muerte lenta, desesperante. Después de los manoteos del último esfuerzo, hay una especie de resignación. Aún tengo grabada en la mente la enorme burbuja que salió por la boca de ese cuerpo inerte, flotante, llevado por la corriente.

Todo esto ocurrió frente a una cámara de televisión. Dos inmigrantes mexicanos murieron ahogados, hace unos días, en el Río Bravo. Y a pesar que había gente a su alrededor, nadie se tiró al río para salvarlos. No murieron solos. En lo que va de este año, 59 inmigrantes han muerto en la frontera entre México y los Estados Unidos.

De verdad, las cosas deben estar muy mal en México como para arriesgar la vida de esa forma. Quienes nos fuimos –yo lo hice en el 83– sabemos que, muchas veces, México es un país de desigualdades. Y de abusos. Y de falta de oportunidades. Por eso nos fuimos. Por eso queremos ver un cambio. Ya.

¿Qué empuja a tantos mexicanos fuera de su país? ¿Por qué uno de cada seis mexicanos vive fuera de México?

El problema central de México es la pobreza y la pésima distribución de ingresos. El gobierno del presidente Ernesto Zedillo reconoce que actualmente hay 40 millones de pobres (en una población de casi 100 millones). Cifras extraoficiales hablan de 60 millones de pobres. Y casi el 40 por ciento de los ingresos están concentrados en el 10 por ciento más rico de la población. La realidad es que con cada sexenio los presidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) han aumentado el número de pobres en México y de emigrantes mexicanos que prefieren probar suerte en el extranjero.

Los presidentes priístas han prometido de todo: “bienestar para tu familia”, “defender el peso como perro”, “administrar la abundancia” e ingresar a los mexicanos en el primer mundo. A final de cuentas lo que ha quedado en México después de 71 años de presidencias priístas es una exorbitante deuda externa, cinco millones de niños trabajando (según la Organización Mundial del Trabajo) y un vergonzoso grupito de políticos y expolíticos multimillonarios.

La única explicación lógica de por qué México tiene tantos pobres a pesar de contar con enormes recursos es que ha sido muy mal administrado. Y ese es otro problema: la corrupción. Una encuesta del diario Reforma (del 16 de abril del 2000) dice que 93 de cada 100 mexicanos consideran que el gobierno es corrupto.

A la corrupción y la pobreza, hay que sumar los problemas de la violencia y la delincuencia. No se necesita ser un experto en sociología para entender que la reciente violencia en México –la guerrillera y la criminal– ha surgido, en parte, por la incapacidad de los gobiernos en turno para resolver los conflictos y desigualdades sociales. Igual en Chiapas que en la ciudad de México.

Y esto nos lleva derechito a la política. México no es un país de idiotas que desconoce su historia; es cierto que los primeros gobiernos priístas fueron necesarios para controlar la violencia posrevolucionaria y crear un cierto clima de estabilidad política. No podemos borrar esto de un plumazo. Pero el sistema implantado por el PRI nunca fue democrático y ha estado marcado por los abusos de poder.

Dejémonos de cuentos. México todavía no es una verdadera democracia representativa. Sí, la transición democrática va en camino. Pero asegurar que México ya es una democracia sería tan aventurado como decir que un corredor ya terminó el maratón antes de llegar a la meta. Para que México sea una verdadera democracia representativa debe haber alternancia en todos los puestos, incluyendo la Presidencia. Y eso no ha ocurrido en México. El PRI le puso una candado a la Presidencia en 1929 y luego se tragó la llave. Ahora la oposición está tratando de hacerlo vomitar.

Me llama la atención que todavía haya personas a quienes les sorprenda que millones de mexicanos quieren un cambio y un partido distinto en la Presidencia. ¿Y por qué quieren un cambio? Porque están hartos de la pobreza, la corrupción, la violencia, los fraudes y las trampas que han mantenido al PRI por siete décadas en la silla presidencial.

México sigue sufriendo la vergüenza de tener al partido que más tiempo se ha aferrado al poder en el siglo 20. Por todo esto hay tantos mexicanos, aquí y allá, que quieren un cambio. ¿Acaso es esto muy difícil de entender?

El país le ha quedado grande al PRI; no ha podido con el paquete. O como me decía hace poco una escritora colombiana muy familiarizada con los asuntos mexicanos: “México no le cabe en la cabeza al PRI”.

Sin un cambio en México, seguiremos viendo las burbujas de los ahogados en el Río Bravo.   

Editorial
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