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Insensibilidad ante drama de la niñez

  • Hay en el país más de seiscientas ONG que se preocupan por elevar el nivel de vida del nicaragüense, canalizando recursos millonarios de entidades y gobiernos, pero sin que a la
    fecha tengamos cifras contundentes sobre sus logros o acciones

Federico Dueñas de la Peña

Según las escalofriantes cifras presentadas por la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) en Nicaragua, mas de trescientos mil niños trabajan en penosas labores, desde recolectores de basura, vendedores ambulantes callejeros, cortadores de café, cuidadores de carros, labores domésticas y guías de inmigrantes ilegales a Costa Rica, hasta prostitución infantil, principalmente en la capital y los poblados fronterizos. Sin contar con el creciente pandillerismo, los roba cadenas en mercados, raterillos menores en buses y vía pública (pues los de “raterías mayores de cuello blanco”, que gozan de las mieles del poder corrupto, son otra cosa más elaborada y penosa), que también trabajan, no en la forma debida, pero ese es su modus vivendi o profesión; y del ejercicio de esas actividades ilícitas obtienen ingresos para mantenerse, ayudar a sus familiares, socorrer sus vicios y seguir subsistiendo en una sociedad que abiertamente les ha vuelto la espalda condenándoles a la marginalidad.

Menciona el estudio de UNICEF que hay además 700,000 niños que necesitan “protección especial”. ¡Estamos hablando de la quinta parte de la población total de Nicaragua!. Y si tomamos en cuenta que los especialistas dicen que la pobreza “abate” a más de la mitad de la población, pues la situación resulta insostenible.

¿Y dónde están y qué hacen los organismos internacionales que dicen ayudar a los nicaragüenses a salir de la miseria? ¿Y está haciendo el gobierno algo por resolver este problema o todo es maquillaje en vísperas electorales?

Un técnico extranjero me comentaba, antes de terminar su contrato, que colaboran en el país más de seiscientas ONG que se preocupan por elevar el nivel de vida del nicaragüense, canalizando recursos millonarios de entidades y gobiernos interesados en superar nuestra miseria, sin que a la fecha tengamos cifras contundentes sobre sus logros o acciones. ¿Será que son muy sigilosos, o es que han fracasado y no lo aceptan, o simplemente vienen de turistas sociológicos?.

Sólo hay encuestas y sesudos análisis de técnicos extranjeros paseándose en insultantes lujosos vehículos con placa MI por todo el país: Mercedes Benz, Toyotonas, Mitsubichonas, Discovey o Hilux de doble, los más económicos. ¡Hasta parecen altos funcionarios liberales! ¿Será que una sustancial parte de sus presupuestos se va en jugosos salarios, viáticos, pasajes, viviendas (en Las Colinas y similares) y transportes? En concreto, pareciera que poco se hace con los recursos invertidos, pues la crisis continúa creciendo y cada día vemos más vagancia infantil o subempleo en las calles y una mayor inseguridad para el ciudadano.

Entonces. ¿De qué sirve este tipo de ayuda a la población nicaragüense?. Mejor sería que los fondos de estas ONG fueran canalizados directamente por personas locales serias, honestas y confiables (no políticos, ¡por favor!) con amplio sentido altruista, social y conocimiento profundo de las carencias y necesidades de los indigentes a su alrededor. De una clínica rural, una escuelita de computación en un pueblo, poner agua potable en un caserío, campañas vacunación zonal contra el dengue o lo que surja. De actos concretos ejecutados por los mismos afectados bajo la dirección de ciudadanos comprometidos y serios, pues los hay en todo el país, sólo que no pueden hacer nada porque hay una tremenda apatía política que los inhibe. ¿Qué esperamos? ¿Cuánto cuesta una Suburban que sólo pasea a un ONG que a veces ni español sabe hablar mientras la miseria sigue creciendo a nuestro alrededor?

Si van a ayudar, que sea en serio. Pregunten al párroco de su localidad sobre las necesidades de su zona. Consulten al maestro rural sobre lo que quisiera tener para apoyar más a sus educandos. Un médico del Ministerio de Salud tiene ingresos de miseria y conoce muy bien lo que necesitan en el hospital y la clínica en la que trabaja. Un estudiante universitario puede hacer mucho por el país si cuenta con el apoyo necesario. La juventud es un precioso don que se desperdicia de manera lamentable, mientras vemos, con vergüenza, edificación de mansiones palaciegas en Pochomil Viejo, en Las Sierritas y repartos exclusivos.

El autor es empresario privado.   

Editorial
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