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Solemnidad de la Santísima Trinidad

Pbro. Silvio Fonseca Martínez

Lecturas Bíblicas: Dt. 4.32-34;39-40/Rom.8.14-17/San Mateo 28.16-20.

Fuimos bautizados “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; esto es más que suficiente para comprender la celebración de este misterio que hoy celebra la Iglesia universal: La Trinidad su naturaleza igual y su majestad igual; difícil de entender para la razón y sólo puede entenderse a la luz de la Fe; por ende al pronunciarse esas palabras en nuestro bautismo, celebramos igualmente nuestro propio misterio.

En sentido estricto la Iglesia celebra este misterio objeto de profunda teología que estudian clérigos y laicos; sin embargo, al leer los textos bíblicos de este domingo no parece ser así; más aún, se nos presenta a un Dios Trino accesible, fácil de entender, con un lenguaje sencillo, libre de influencias filosóficas e ideológicas que en algunas veces nos han hecho difíciles entender a Dios, por eso, hoy celebramos la morada de Dios en nosotros; ya que por naturaleza cada uno nos convertimos en ese templo vivo, en tabernáculos sagrados donde habita el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El dogma trinitario nos pediría en este domingo una dedicación particular a cada una de las personas, pero su igualdad resume todo; además de una u otra manera tenemos conocimiento acerca de su misión, sin embargo, como se ha dicho, la enseñanza más sencilla y profunda de este misterio es la unidad en la diversidad, una gloria compartida y donde no existe ni el celo ni el egoísmo. En la práctica, la realidad es un contraste tanto en la vida cristiana como en la vida civil; por experiencia sabemos que muchos buscan su protagonismo personal y se adjudican los méritos en los triunfos, en cambio acusan a los otros de los fracasos.

La solidaridad y la corresponsabilidad frente al dogma trinitario son esenciales en este domingo para la Iglesia y el mundo como modelo perfecto; en efecto, estas prácticas en todos los niveles son un vivo testimonio de nuestra Fe; aprender a compartir, tolerar, trabajar en equipo etc. son los componentes esenciales e importantes del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; tomando en cuenta que también es una cultura que no se exige, sino que se cultiva desde la infancia; una formación pedagógica que los Padres de Familia ejercen en su misión.

Viene al caso las situaciones actuales del mundo presente donde nos estamos acostumbrando a señalar a los otros como culpables de los males que vivimos, y por el egoísmo, silenciamos el bien que se pueda estar haciendo; estamos acostumbrados a responsabilizar a los de arriba, pero la única verdad es que tanto en lo positivo y negativo, todos estamos involucrados y nadie puede sustraerse de ello. Que todos trabajemos por la solidaridad y el progreso.   

Editorial
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