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Ningún derecho está por encima del derecho a la vida*

Cardenal Miguel Obando Bravo

Lamentablemente somos testigos una vez más de un nuevo ataque a la vida humana incipiente. Se ha presentado un proyecto de ley con una nueva forma engañosa de promover el aborto. La despenalización del mal llamado “aborto terapéutico”.

Antes de entrar en el tema queremos expresar nuestra solidaridad y comprensión con la mujer embarazada que se enfrenta con la grave opción del aborto. “Es cierto –como afirma el Papa Juan Pablo II en su carta Encíclica El Evangelio de la vida–, que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma por razones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque se quisieran preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor sería no nacer. Sin embargo, éstas y otras razones semejantes, aún siendo graves y dramáticas, jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente”.

Jamás se puede apelar a otros derechos cuando el derecho a la vida está en juego. En este sentido advertimos que este nuevo ataque contra la vida tiene como propósito redefinir el “aborto terapéutico”, convirtiéndolo en un “derecho de la mujer al aborto –por el motivo que fuera–, en un medio hospitalario”. Tal pretensión se encuentra fuera de lugar, pues por “aborto terapéutico” se ha entendido y se entiende en el ámbito médico, como aquella situación en el cual el aborto sería del todo necesario, pues su propósito es salvar la vida de la madre.

Confusión de motivos para promover el aborto inducido:

Constatamos con gran preocupación un desconcierto cada vez más creciente al hablar sobre este tipo de aborto: se tiende a confundir el motivo que ha dado origen a la propuesta del “aborto terapéutico” con otros motivos como, por ejemplo, el “aborto por violación” y el “aborto por malformaciones congénitas”. Exhortamos a nuestros fieles a no dejarse confundir ante la lluvia de objeciones a favor del aborto, manteniendo la discusión de este doloroso tema del aborto dentro de sus propios límites, en sí mismo graves.

El “mal llamado” aborto terapéutico:

Hemos dicho antes “mal llamado” al aborto terapéutico porque, a pesar de que la circunstancia de salvar la vida de la madre es tarea propia y necesaria de las ciencias médicas, se ha errado en los términos para definirla. Pues el término “terapéutico” añadido al de “aborto” supone que éste se realiza con el fin de curar alguna enfermedad de la madre, cuando el “aborto” –es decir, la eliminación deliberada y directa de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento– jamás es tratamiento para ninguna enfermedad, no es terapia de nada. ¡Matar al niño jamás es tratamiento para la madre!

Los avances de las ciencias médicas:

Si bien en algún momento de la historia médica estuvo presente la disyuntiva de escoger entre la vida de la madre y del hijo, hoy ha quedado relegada a la prehistoria. Frente a los grandes progresos de la medicina actual –desde hace más de cuarenta años en Latinoamérica–, el “aborto terapéutico” es considerado en el ámbito médico un eufemismo anacrónico, pues prácticamente no existe.

No se puede negar que en determinadas ocasiones un embarazo agrave una enfermedad previa de la madre. Sin embargo, la posición de los especialistas es que las complicaciones en los embarazos son casi siempre superadas, y en cualquier caso, la madre bien atendida podría superar sin mayores problemas los problemas de salud.

Los riesgos del aborto provocado:

Por otra parte, la propuesta del aborto terapéutico se ha hecho sin considerar los graves riesgos que corren las madres en el quirófano. La experiencia médica revela que hay más ocasiones de peligro de muerte para una madre como consecuencia de un aborto provocado, que como consecuencia de su embarazo. La técnica del aborto también puede matar a la madre.

Hay quienes promueven la idea de que sería mejor despenalizar el aborto porque de todas maneras las mujeres siguen abortando y lo están haciendo en condiciones donde peligran sus vidas. Pero no es liberalizando el aborto como se debe enfocar el problema. Esto multiplicaría por muchos miles el número de niños abortados y la mortalidad materna por esa causa no sólo no bajaría, sino que aumentaría las cifras actuales. La prueba está en que en los países donde se ha legalizado el aborto la mortalidad materna no ha bajado, sino que, por el contrario va en aumento.

La importancia de la atención en salud a las madres:

No ignoramos que en nuestro medio los avances de la medicina a los que hemos hecho referencia no alcanzan a llegar a los últimos rincones del país. Sin embargo, proponer el “aborto terapéutico” como solución a la escasa atención de las mujeres embarazadas no es sino una contradicción: Para llevar a cabo un aborto procurado se requiere de medios materiales y humanos (fuertes inversiones en infraestructuras y capacitación de recursos humanos), medios que se revelan absolutamente necesarios para extender los servicios de salud. En tal caso, esos fondos se deberían invertir para incrementar y extender la cobertura y la accesibilidad de los servicios de salud, mejorando la calidad de su atención. De ese modo, se detectarían los riesgos y se daría una atención oportuna y adecuada –entendiendo por atención adecuada a aquélla que respete la dignidad de la persona, y sus principios religiosos y culturales–. Instamos a las instituciones tanto públicas como privadas promover la salud de nuestro pueblo llevando los servicios de salud hasta los últimos rincones de nuestra querida nación.

Un llamado a los profesionales de la salud:

Hacemos un llamado particular a los profesionales de la salud, puestos por oficio a favor de la vida. Ellos deben tener muy presente que quienes promueven el “aborto terapéutico”, más que oponer la vida de la madre a la del niño, oponen la mejor o peor salud de la madre frente a la vida o la muerte del hijo, lo cual es una clara desproporción de valores: jamás es justificable la eliminación del hijo para evitar un agravamiento de la salud de la madre. El hijo debe ser tratado como una persona desde la concepción y ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano.

Un llamado a todos a la responsabilidad:

Recordamos también que: “En la decisión sobre la muerte del niño no nacido además de la madre, intervienen con frecuencia otras personas. Ante todo, puede ser culpable el padre del niño, no sólo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino cuando favorece de modo indirecto esta decisión suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo (…). En ocasiones la mujer está sometida a presiones tan fuertes que se siente psicológicamente obligada a ceder al aborto. No hay duda de que en este caso la responsabilidad moral afecta particularmente a quienes directa o indirectamente la han forzado a abortar. También son responsables los médicos y el personal sanitario cuando ponen al servicio de la muerte la competencia adquirida para promover la vida. Pero la responsabilidad implica también a los legisladores, que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto, y en la medida en que haya dependido de ellos, los administradores de las estructuras sanitarias utilizadas para practicar el aborto (…). Finalmente, no se puede minimizar el entramado de complicidades que llegan a abarcar incluso a instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan sistemáticamente por la legalización y la difusión del aborto en el mundo”.

Por último, exhortamos a los agentes de pastoral, a las autoridades civiles, al Poder Legislativo y al pueblo nicaragüense comprometerse en defender, promover y proteger la vida humana desde su concepción.

*(Resumen del Documento del Gobierno Eclesiástico, Arquidiócesis de Managua)   

Editorial
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