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Las democracias de Latinoamérica se están haciendo más vulnerables desde que las fuerzas armadas están jugando un rol más protagónico ante el potencial fracaso de los gobiernos para asegurar la justicia. Aquí una indígena ecuatoriana lee un diario frente a las oficinas presidenciales. LA PRENSA/AP.

Fuerzas armadas versus democracia

Activistas de derechos humanos que participaron como observadores de las elecciones peruanas acusaron a soldados de amenazar a campesinos de la región de Ayacucho, al sur del país, para que votasen por Fujimori, cuyo poder descansa en gran parte en los militares Steven Gutkin (AP) CARACAS.- Oficiales militares en Ecuador derrocan al gobierno democráticamente electo […]

  • Activistas de derechos humanos que participaron como observadores de las elecciones peruanas acusaron a soldados de amenazar a campesinos de la región de Ayacucho, al sur del país, para que votasen por Fujimori, cuyo poder descansa en gran parte en los militares

Steven Gutkin (AP)

CARACAS.- Oficiales militares en Ecuador derrocan al gobierno democráticamente electo en el primer golpe de estado exitoso en más de dos décadas en Sudamérica.

Tropas paraguayas disparan con ametralladoras al palacio legislativo antes de rendirse en medio de un estado de sitio.

Las fuerzas armadas peruanas son acusadas de intimidar a candidatos de oposición en elecciones presidenciales y en Venezuela, un ex militar golpista elegido como presidente designa a generales en puestos claves del gobierno y aumenta ampliamente el papel de las fuerzas armadas en la sociedad.

Ante la corrupción generalizada, la delincuencia desbordante y la distribución de riqueza más desigual del mundo, los militares latinoamericanos están asumiendo papeles cada vez más protagónicos, en medio de la percepción de que los gobiernos civiles han fracasado en su misión de proporcionar justicia y una digna condición de vida.

Como la región tiende a alejarse de las brutales dictaduras militares que dominaron la América Latina en la mayor parte del pasado siglo, la perspectiva no es del todo desalentadora. Países como Argentina y Chile, una vez asiento de las peores violaciones de derechos humanos en la región, ahora parecen mantener a sus fuerzas armadas refrenadas.

Pero los ruidos de sables que desafían a nuevos gobiernos civiles en por lo menos media docena de países latinoamericanos demuestran que la región todavía no ha cerrado los capítulos más oscuros de su historia.

“En el paisaje latinoamericano, las fuerzas armadas son la institución en que los pueblos vuelven sus miradas porque no hay ninguna otra; los partidos están desacreditados, el Congreso no funciona y allí la corrupción está extendida’’, dijo Michael Shifter, un especialista sobre América Latina de la institución académica llamada Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

No es ninguna coincidencia que mucha de la actual intranquilidad militar en Latinoamérica se concentra en la región andina, plagada por la recesión, la corrupción, el narcotráfico, irregularidades electorales, protestas contra reformas de libre mercado y, en el caso de Colombia, una insurrección guerrillera.

En Ecuador, el gobierno del presidente Jamil Mahuad fue derrocado en enero por más de un centenar de militares que ante las presiones de Estados Unidos le entregaron el poder al entonces vicepresidente civil.

En tanto, una enconada campaña electoral en Venezuela está al parecer costando al presidente Hugo Chávez apoyo militar, y ha suscitado rumores de un posible golpe de estado por uniformados opuestos a lo que perciben como intentos del presidente de politizar las fuerzas armadas.

Aún en Colombia, donde las fuerzas armadas tienen un largo historial de permanecer al margen de los asuntos civiles, el protagonismo de los militares parece crecer ante los llamados a defender la democracia frente a la amenaza rebelde.

Y en Perú, donde el presidente Alberto Fujimori en mayo ganó un inédito tercer mandato quinquenal en unas cuestionadas elecciones, las otrora profesionales fuerzas armadas están subordinadas cada vez más a las ordenes del enigmático jefe de inteligencia de Fujimori, Vladimiro Montesinos.

“El caso de Perú pienso que es ilustrativo de lo que es quizás la dinámica más difícil entre civiles-militares que nosotros tenemos en la América Latina hoy”, indicó David Scott Palmer, analista sobre la América Latina de la Universidad de Boston.

Activistas de derechos humanos que participaron como observadores de las elecciones peruanas acusaron a soldados de amenazar a campesinos de la región de Ayacucho, al sur del país, para que votasen por Fujimori, cuyo poder descansa en gran parte en los militares.

Fuera de la región andina, los estruendos militares son más evidentes en Paraguay -una democracia que se esforzó en sofocar una fallida intentona golpista en mayo- y en Centroamérica.

En Guatemala, donde una guerra civil cobró unas 200,000 muertes en 36 años hasta 1996, algunos militares todavía son renuentes a aceptar a la izquierda en el proceso político. Y hay una tensión continua en Nicaragua entre un ejército controlado por ex revolucionarios sandinistas y un gobierno antisandinista.

Mientras los países latinoamericanos con más dificultades sienten el acaloramiento en los cuarteles, las naciones con economías en mejoría muestran progreso en dominar a sus otrora ingobernables generales. Los ejemplos en esta categoría incluyen a Argentina, Chile, México, Brasil y Uruguay.

El ejército chileno hizo un gesto extraordinario de conciliación el martes cuando asumió el compromiso de ayudar a determinar el destino de más de 1,000 disidentes desaparecidos después de ser arrestados durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Y las fuerzas armadas argentinas, desacreditadas por la sanguinaria dictadura militar de 1976-1983 y la humillante derrota ante Gran Bretaña en la guerra de Las Malvinas en 1982, también han mostrado gran deferencia a los gobiernos civiles en años recientes.   

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