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Rodeado de algunos de sus libros, el incansable investigador que es don Alejandro Bolaños Geyer ofrece a historiadores y eruditos, el producto de décadas de trabajo para reconstruir paso a paso y mapa a mapa, la historia y tragedia de San Juan de Nicaragua, el puerto que la naturaleza nos regaló en la desembocadura del Río San Juan, y que perdimos a causa de dos desastres ecológicos causados por el hombre. LA PRENSA/CARLOS CORTEZ.

Atlas presenta nuevas teoríasdel fin de San Juan del Norte

La mala intención de los ingleses y un desafortunado despale, despojaron a Nicaragua de un excelente puerto en el Caribe, el 90 por ciento de las aguas del San Juan, y quizás hasta el soñado canal interoceánico IVAN [email protected] Una labor de décadas de estudios, viajes y análisis de don Alejandro Bolaños Geyer, estudioso de […]

  • La mala intención de los ingleses y un desafortunado despale,
    despojaron a
    Nicaragua de un excelente puerto en el Caribe,
    el 90 por ciento de las aguas del San Juan, y
    quizás hasta el
    soñado canal
    interoceánico

IVAN [email protected]

Una labor de décadas de estudios, viajes y análisis de don Alejandro Bolaños Geyer, estudioso de nuestra historia, en particular la de William Walker, el Río San Juan y la Guerra Nacional de 1856, ha ofrecido nuevas luces acerca de la historia e importancia de ese caudaloso río, llamado también “el Desaguadero”.

El Río San Juan, nicaragüense desde siempre, ha sido poseído o codiciado primero por nuestros aborígenes, y luego por españoles, ingleses y estadounidenses a todo lo largo de la Colonia y durante la mayor parte de nuestra vida republicana; deseado por los ticos durante los últimos 150 años, y olvidado por los nicas desde siempre.

Tal vez sea por esto último que la historia ha ignorado cómo una catástrofe ecológica inducida por la mano del hombre, aceleró el declive del pueblo y otrora magnífico puerto de San Juan de Nicaragua (alias San Juan del Norte, alias Greytown, como los explica don Alejandro), situado en la desembocadura del San Juan en el Caribe.

Aproximadamente en 1541, Rodrigo de Contreras, gobernador de Nicaragua, funda el pueblo de San Juan de la Cruz a orillas del Mar Caribe, reconociendo la importancia estratégica de contar con un puerto en esas aguas para facilitar la comunicación, el transporte y el comercio con Europa, máxime si se considera que el Atlántico era el denominador común de la civilización y las potencias de la época.

Su ubicación estratégica y la seguridad que su bahía reportaba a los barcos, facilitaron el establecimiento y desarrollo de San Juan de Nicaragua en la desembocadura del bajo San Juan a mediados del siglo 19, ciudad que era la primera en recibir las noticias y productos llegados del otro lado del Atlántico.

Pero esas mismas características fueron también su perdición, al ser sucesivamente ambicionado por las potencias de la época, cuyos barcos de guerra amenazaban con bombardear el pueblo, como en efecto sucedió en 1854, por un conflicto entre estadounidenses.

El principio del fin del puerto de San Juan de Nicaragua llegó en 1780, fecha en que los ingleses “hunden tres barcos a propósito para obstruir el puerto”, narra el historiador Bolaños. El río siguió fluyendo, pero las arenas que arrastraba comenzaron a acumularse alrededor de los barcos, formando islas que fueron minando la calidad del puerto.

Setenta y siete años después, John Leefe, vecino del San Juan, despala la isla Concepción, sin saber que su acción causaría una doble desgracia para Nicaragua en el invierno siguiente, cuando las aguas arrastraron la isla terminando de aterrar el puerto, pero además, permitiendo que la mayor parte de las aguas se desviaran hacia el cauce del anteriormente pequeño Río Colorado (que ahora se interna en Costa Rica), perdiendo el San Juan casi el 90 por ciento de sus aguas.

Vendrían entonces décadas de olvido que culminarían en 1984, cuando producto de la guerra que se vivía en esa época, el poblado fue conquistado por grupos “contras”, y recuperado por el Ejército Popular Sandinista, destruyéndose todo en el proceso.

La repatriación de sus habitantes a principios de los 90 no bastó para que reviviera San Juan de Nicaragua: esas personas se establecieron en otra ubicación, unos kilómetros arriba en la ribera del Río Indio, y alguien bautizó al lugar como Greytown, uno de los antiguos nombres del lugar.

DOS DECADAS DE INVESTIGACION

El atlas historiográfico “Sepultado en el Olvido”, que está lleno de mapas, detalles, transcripción de cartas, testimonios e informes oficiales originalmente escritos en inglés y aún en español arcaico, cuenta en resumen la historia del nacimiento, desarrollo, pugnas y muerte del puerto y pueblo de San Juan de Nicaragua.

El historiador Alejandro Bolaños Geyer presenta la tesis que la muerte del puerto aceleró la devolución de la Mosquitia por parte de Inglaterra, y facilitó la selección de Panamá para construir ahí el soñado canal interoceánico.

Pero, ¿qué mueve a este inquieto investigador canoso de ojos verdes, que de médico pasó a trabajar en una especialidad que no quería para uno de sus hijos?

Todo comenzó cuando se interesó en William Walker, el filibustero que llegó a nombrarse presidente de Nicaragua hace más de catorce décadas. Diecisiete años de investigación (de 1971 a 1988), produjeron una obra en cinco tomos bautizada “El predestinado de los ojos grises”.

En ese proceso va encontrándose datos que se refieren a la tragedia de San Juan del Norte, y va recopilándolos, hasta que en marzo de 1995 hace una gira con sus hijos, nueras y nietos, para conocer por él mismo lo que el Dr. Pedro Joaquín Chamorro había descrito en su libro “Los pies descalzos de Nicaragua”, mismo que don Alejandro había leído 25 años antes.

La suma de sus experiencias a lo largo del río, y en diversas bibliotecas de Madrid y Sevilla, en España; Londres, Washington, San José, Spanish Town y París en Inglaterra, Estados Unidos, Costa Rica, Jamaica y Francia, respectivamente, le llevaron a preparar un primer libro en el que presentó el fruto de sus investigaciones en una feria en Granada, con un resultado desastroso: “Nadie me hizo caso”, confiesa sonriente.

Pero no se rindió. Tomó más de sus recursos, y transformó ese primer libro, llamado “Campana rota, gamalotes, tumba y olvido”, y lo transformó en el atlas historiográfico que ahora ofrece en una versión muy limitada a investigadores, instituciones culturales y otras afines, en un estuche preparado a mano con percalina texturizada en cuero por el maestro encuadernador, don Luis Gastón Cortez de Nindirí.

Sólo puede obtenerse el libro comprándolo directamente a su autor, con quien es posible comunicarse al teléfono 279-9109; por correo electrónico, a la dirección [email protected] o escribirle al apartado 92, en Masaya. El costo es de 300 dólares por ejemplar, y es posible pagar con tarjeta de crédito.   

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