14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Rigoberto López Pérez, Rigoberto López

Rigoberto López Pérez. LA PRENSA/CORTESÍA/ IHNCA

Rigoberto López Pérez recibió 54 proyectiles luego de dispararle a Somoza

A Rigoberto López Pérez, después de dispararle a Somoza García, le dieron un culatazo y luego le dispararon, matándolo. El cadáver fue acribillado a tiros.

Nadie de la escolta presidencial sospechó de Rigoberto López Pérez, aquel joven, vestido de guayabera blanca y pantalón azul, que se aproximó a varios metros de la mesa presidencial, al ritmo de Pérez Prado.

Doña Salvadora de Somoza ya le había hecho “señas” a Danilo Barreto, del Protocolo Presidencial, para que convenciera a su marido, el General Anastasio Somoza García, Presidente de la República, de que se retiraran temprano.

“¡Qué dictador que sos!”, le dijo Somoza García al joven Barreto, “dejame bailar la última pieza”. La Orquesta de la Guardia Nacional interpretaba la pieza “Caballo negro” y eran cerca de las once de la noche del 21 de septiembre de 1956.

Nadie de la escolta presidencial reaccionó a tiempo, cuando Rigoberto López Pérez se colocó en posición de tiro y disparó los cinco proyectiles del revólver 38, Smith & Wesson, gatillo oculto.

“¡Bruto animal!”, se quejó Somoza García al sentir los impactos, “¡Ay Dios!”.

Su cuerpo se inclinó en el asiento. Cuatro de los cinco disparos le acertaron. Un soldado de la Guardia Nacional le propinó entonces un culatazo a Rigoberto López Pérez y el sargento Pedro Gutiérrez, de la escolta presidencial, desenfundó su arma de reglamento y le atinó al rostro. El joven poeta de 27 años cayó instantáneamente muerto.

Sin embargo, el cadáver fue acribillado a tiros. Más de 50 proyectiles disparados a boca de jarro. Entre los que lo remataron están el Coronel Camilo González, amigo leal de Somoza García desde la infancia; y Eduardo Argüello Cervantes.

–¿Qué descubrieron sobre el arma de Rigoberto López Pérez?, le pregunté a Agustín Torres Lazo, autor del libro “La saga de los Somoza”.

“Ese revólver se lo compraron en New Orleans, se lo entregaron a Rigoberto López Pérez en El Salvador y se entrenó con él también en Nicaragua. Edwin Castro lo llevó a entrenar y lo hacían con un pañuelo, con un periódico o con unos jícaros, colocados a la altura de un hombre sentado”.

Como resultado de la balacera murió además un ciudadano identificado como Gonzalo Zamora y resultaron al menos tres personas heridas, entre ellas Mariana Sansón, una de las ocupantes de la mesa presidencial.

–“Bruto, has matado al General y me has matado a mí”, le gritó al cuerpo inerte.

El primero que llegó a auxiliar al dictador fue el Coronel Lisandro Delgadillo, jefe militar de León, a quien luego los hijos de Somoza García implicaron en el atentado para “cobrarle esa factura”. Paradójicamente, en 1934, Delgadillo –en ese entonces Capitán–, dirigió el pelotón que asesinó al General Augusto C. Sandino.

Embajador gringo hizo lo imposible por salvar a Somoza

En la limusina blindada lograron evacuar a Somoza García y lo trasladaron de urgencia al Hospital San Vicente, de León, donde ingresó en estado de shock. Doña Salvadora de Somoza, desconfiada, sólo permitió que el estudiante de medicina Ramiro Abaunza, liberal de cepa, lo atendiera en los primeros minutos. Luego se agregaron los médicos Julio Castro, Gustavo Sequeira y Ernesto López. Lo estabilizaron a las cuatro y media de la madrugada.

Mientras tanto, los cadáveres habían sido trasladados al Comando Departamental; y los participantes de la fiesta, arrestados, fueron llevados al Parque Jerez, a la espera de los interrogadores de la Oficina de Seguridad.

La Casa del Obrero fue objeto de inspección y los militares descubrieron, debajo de las mesas, en los rincones, y hasta en los inodoros, un total de 23 armas de fuego, 17 navajas, 4 punzones y un hacha de mango recortado.

El propietario y editor del periódico “El Cronista”, Rafael Corrales, fue conducido al Comando Departamental de León para identificar a Rigoberto López Pérez, cuyo cadáver registraba 54 proyectiles. Lo hace y envían una patrulla a arrestar a la familia del empleado muerto: su mamá, Soledad López; y sus otros dos hijos, Salvador y Margarita.

Al día siguiente, los trasladaron a la cárcel de “La Aviación”, en Managua, donde fueron salvajemente torturados por el mayor Miguel Icaza. La culpa: el nexo sanguíneo con Rigoberto López Pérez.

El Coronel Delgadillo, por su parte, trató esa noche de comunicarse telefónicamente con Casa Presidencial para informarle del atentado a los hermanos Luis y Anastasio Somoza Debayle, pero permaneció incomunicada por un par de horas. Luego descubrirían que se debía a que el telefonista sufría de diarrea esa fatídica noche.

Cuando al fin logró comunicarse con el Coronel Anastasio Somoza D., éste le ordenó que arrestara a todos los opositores connotados de León para investigarlos, así como a los cómplices de Rigoberto López Pérez. Luego giró la orden para que también se arrestara a los opositores de todo el país, quienes empezaron a llegar a Casa Presidencial en vehículos policiales. Llegaron a sumar más de 3,000 detenidos.

En cambio Barreto, del Protocolo Presidencial, tuvo mejor suerte que el Coronel Delgadillo y logró comunicación con el Embajador de Estados Unidos en Managua, Thomas E. Whelan, quien tenía una relación muy cercana y estrecha con Somoza García. El diplomático ordenó que no lo movieran del Hospital San Vicente, ya que enviaría un helicóptero para trasladarlo a Managua.

Whelan llegó a León al despuntar el alba, junto a unos marines, a bordo de un par de vehículos Cadillac. Se acercó a su entrañable amigo, quien lo llamaba “Tom”, le tomó la mano y le oyó decir en inglés: “Mi amigo, se me acabó el tiempo. Estoy perdido”. El embajador norteamericano se conmovió.

“No se movió de allí hasta que llegó el helicóptero, que lo trasladó a Managua”, recordó Torres Lazo, en ese entonces Teniente G.N. y uno de los oficiales que acompañaba a “Tachito” en la Loma de Tiscapa, donde aterrizó el aparato aéreo, la mañana del 22.

“Tachito”, según relató Torres Lazo, se le acercó y le dijo en inglés: “No se preocupe jefe, todo está bajo control”.

En ese momento ya estaba en vigencia el Estado de Sitio, tras un decreto presidencial, pese a que el herido Somoza García no pudo firmarlo porque su brazo fue enyesado. Sin embargo, no es impedimento para encarcelar, interrogar y torturar a miles de detenidos.

Certificado de defunción que vale oro

Al mediodía del 22 de septiembre, como resultado de una gestión personal del embajador Whelan con el presidente Eisenhower, aterrizó un avión Constellation, de la Fuerza Aérea norteamericana, trayendo consigo a un equipo médico de primera línea. A la vez, llegaron otros especialistas provenientes del Canal de Panamá. Tenía aún tres proyectiles incrustados en el cuerpo.

“Los especialistas aconsejaron que se lo llevaran al Hospital Gorgas, en la Zona del Canal, porque los hospitales nicaragüenses no prestaban las garantías necesarias para cuidar de su salud”, refirió Torres Lazo en la entrevista concedida a LA PRENSA.

La tarde del día siguiente, Somoza García voló al Hospital Gorgas, acompañado de su esposa Salvadora, de su fiel ayudante, el Coronel Luis Ocón; de su yerno, Guillermo Sevilla Sacasa; y del asistente de éste, José María “Chema” Castillo. Los reciben allá una delegación de la Embajada nicaragüense en Panamá, encabezada por el propio embajador Carlos Tellería.

–“Hijo, vengo hecho paste”, le dijo al diplomático nicaragüense.

Lo ubican en una suite y en una habitación contigua, a su esposa Salvadora y a su hija Lilliam. Una junta de médicos examina el caso y decide operarlo al día siguiente. Extrañamente se designa al doctor Antonio González Revilla, neurocirujano panameño graduado en Estados Unidos, como jefe del equipo quirúrgico.

Minutos antes de entrar a sala de operaciones, una de las enfermeras que lo prepara, recibió un piropo presidencial. “Qué manos más finas tiene, señorita”, le dijo Somoza García.

“Esa fue la última frase de Tacho”, comentó Torres Lazo.

Somoza García sufrió un paro cardíaco minutos después de ser anestesiado, trataron de revivirlo, pasaron unos minutos, pero fueron suficientes para dejarlo clínicamente muerto, sin embargo, le reviven los signos vitales y continúa el equipo operándolo, hasta extraerle los proyectiles.

“Nunca se dijo para qué ni por qué”, comentó Torres Lazo. “Lo revivieron, pero ya era un vegetal, descerebrado totalmente”.

Sin embargo, en Nicaragua, el diario “Novedades aseguraba que había salido ileso de la operación y que Somoza García se recuperaba satisfactoriamente.

“Los hermanos Somoza, que no estaban preparados para la toma del poder, ocultan al pueblo de Nicaragua la gravedad de Somoza y anuncian que gracias a la Providencia divina, se salvó y que hasta desayunó garbanzos”, refirió Torres Lazo.

Pero, por debajo de la mesa, Luis Somoza negoció con el Congreso la necesidad de nombrarlo Presidente interino para concluir el período de su padre. Aquellos argumentaron que no pueden, ya que Somoza García está en vías de recuperación.

Entonces, Luis Somoza le pidió a su cuñado, Sevilla Sacasa, que consiguiera un certificado de los médicos del Hospital Gorgas, pero éstos se negaron. Decidió entenderse entonces con el cirujano panameño, González Revilla, quien le extendió un certificado de que Somoza García entró en un “proceso irrecuperable”.

A la vez, les presentó la factura de sus honorarios, por la suma de $ 25 mil dólares de esa época. Según Torres Lazo, los hermanos Somoza jamás le cancelaron dicha deuda al neurocirujano panameño, pese a que éste hizo múltiples gestiones a través de la Cancillería de su país.

El certificado (cosas del destino) lo trajo personalmente “Chema” Castillo, quien se lo entregó al propio Luis Somoza. Con ese documento logró que el Congreso lo nombrara Presidente interino.

El 29 de septiembre, a las 4:05 de la mañana, murió oficialmente Somoza García. Sevilla Sacasa le pidió a su ayudante “Chema” Castillo que llamara a sus cuñados a Managua, y les comunicara la noticia. Habló con Luis Somoza.

– “Hermano, se nos fue el viejo”, le dijo segundos después a Anastasio y ambos se abrazaron.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí