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La niña que repara calles

PEDRO J. VINDELL MATUS GRANADA.- Es una niña pequeña, delgadita, piel blanca aunque quemada por el Sol. A veces está por la mañana y otras por la tarde a la entrada de Villa Sandino en esta ciudad, frente a la Tepetate Sur. Viste de short y usa una camisa desteñida, anda con una pala y […]

PEDRO J. VINDELL MATUS

GRANADA.- Es una niña pequeña, delgadita, piel blanca aunque quemada por el Sol. A veces está por la mañana y otras por la tarde a la entrada de Villa Sandino en esta ciudad, frente a la Tepetate Sur.

Viste de short y usa una camisa desteñida, anda con una pala y una lata recogiendo arena con la cual llena los baches que dejan el cotidiano tránsito vehicular.

Ella tiene diez años, se llama Flor de María Aguilar Sánchez y se encarga de “reparar” los huecos en ese sector, aunque ya la hemos visto por otros lugares haciendo lo mismo.

No es empleada de la municipalidad. “Lo que hago es por necesidad”, dice y agrega: “para ayudarle a mi mamá”.

Un mecánico de bicicletas que pasaba por el lugar al momento de la entrevista, dijo: “Esa es la vida de muchos niños en Nicaragua, mientras los de leva y corbata se dan el lujo de hacer desaparecer grandes cantidades de dinero por medio de checazos y se construyen enormes mansiones, para después salir tan limpios como lavados con detergente”

UN HOGAR DE TRABAJADORES

Flor de María dice que ella no va a la escuela porque su mamá, Silvia Elena Aguilar González, no puede comprarle los cuadernos, libros, el uniforme, los zapatos y otras cosas. “Ella viaja diario a Masaya a vender enchiladas y fresco, se va muy de mañana y regresa hasta por la tarde”.

El papá Manuel Sánchez es ayudante de un autobús de los que viajan a Masaya. Gana para medio mantener a la familia que habita una casa de tablas en el asentamiento Nuevo Amanecer.

También sale muy de mañanita a su trabajo de hace años, y regresa por las noches, bien cansado.

Flor de María, la niña esmirriadita, tiene otras hermanas, dos adolescentes de 16 y 17 años, una de ellas siempre va con su madre a ayudarle con la venta y la otra se queda con las menores de 5 y 7 años, cuidándolas, lavándoles la ropa y preparando lo que van a comer.

“Yo lo ayudo a mi mamá, a veces en dos o tres horas logró recoger cinco o diez córdobas y se los llevo a ella para que compre pan, pinol y azúcar”, dice la niña en un momento de descanso.

Hay taxistas que pasan y la miran, otros se detienen y le regalan una moneda. “Los buseros a veces lo hacen”, explica la chavalita. Igual sucede con las personas que conducen vehículos particulares, pero algunos ni siquiera la determinan y eso sucede con otros niños que a veces están por ese lugar, haciendo lo mismo que Flor de María.

“YO QUIERO ESTUDIAR”

Una pequeña flor que a temprana edad se podría marchitar si no encuentra el apoyo de los que conforman los comités de la niñez, o de los que hablan de programas y proyectos. Hay un trabajo intenso que hacer pues por ahí deambulan miles de niños que están en las calles haciendo diferentes trabajos.

Flor de María con sus pies descalzos y sus manitas encallecidas por la pala, suspira y dice “yo quiero estudiar”.   

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