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Política laboral: EU vs. UE

Edward L. Hudgins (AIPE)

WASHINGTON.– Lo más reciente que se quiere importar de Europa es el concepto de vacaciones pagadas obligatorias. Quienes apoyan la idea mantienen que las vacaciones en Estados Unidos promedian apenas 16 días al año, mientras que en Europa los gobiernos han impuesto mínimos de vacaciones pagadas de cuatro a seis semanas.

Quienes presionan son los mismos que constantemente están ofreciendo nuevos beneficios decretados por el gobierno, tales como salarios más altos, servicios médicos gratuitos y pensiones, con la esperanza que la gente no se dé cuenta que en realidad pagará por todo ello. No hay “almuerzo gratis”.

Comparemos el mercado de trabajo europeo con el estadounidense. Actualmente, el desempleo en Estados Unidos es 4,1% y hay fuerte escasez de mano de obra. El desempleo en Francia es 9,8%, 9,6% en Alemania, 11,7% en Italia y 16,1% en España. El desempleo promedio en los países industrializados de Europa es de 10,1%, más del doble del nuestro. Además, los europeos tienden a permanecer desempleados por casi un año, contra sólo tres o cuatro meses en Estados Unidos.

Es más, en 1998, la economía estadounidense empleaba a 133 millones de trabajadores, lo cual significó un considerable aumento sobre la cifra de 119 millones empleados en 1991. En Europa, por el contrario, los 15 países de la UE empleaban en 1998 154 millones de trabajadores, un aumento de apenas 200 mil plazas desde 1991. Es decir, entre 1991 y 1998 el empleo aumentó 11,76% en Estados Unidos y apenas 0,13% en Europa.

Y, ¿qué de los salarios? En 1996, el ingreso promedio per cápita en Estados Unidos fue de 27.821 dólares, comparado con 21.200 dólares para los alemanes, 20.533 dólares para los franceses y 19.333 dólares para el europeo promedio.

¿Acaso las seis semanas de vacaciones obligatorias en Europa hacen la diferencia? Parcialmente sí. Cuando el gobierno obliga a las empresas a mantener a sus empleados sin hacer nada más allá de lo que la productividad lo justifica, se produce menos riqueza, se consume más capital y el resultado es una reducida habilidad de crear puestos de trabajo, a la vez que salarios reales más bajos.

En Europa, el mercado laboral está estrictamente regulado. Los sueldos suelen ser fijados por los gobiernos, conjuntamente con las élites sindicales y empresariales, y no por el mercado. Los beneficios para los desempleados son muy generosos. Las regulaciones y los impuestos hacen muy costoso el empleo de nuevos trabajadores y también los despidos. Por ello, el sector privado casi no crea nuevos puestos.

Tan destructivas políticas emergen de ciertos hábitos que también son destructivos. Para reducir el desempleo, el gobierno francés aumentó el salario mínimo, bajo la teoría que los desempleados cobrando beneficios gubernamentales estarían tentados a buscar trabajo si los salarios fuesen más altos. El gobierno también recortó la semana laboral a 35 horas, sin reducción en sueldos, bajo la teoría que esto obligaría a las empresas a contratar más personal. La policía francesa hoy en día hace redadas para multar a los empleados que trabajan “demasiado”. Resultado: desempleo crónico, fuga de cerebros y de empresas.

Pero los políticos europeos no son los únicos en hacer estupideces. La administración Clinton impuso permisos no remunerados en ciertos casos que Washington define como emergencias familiares. Y ahora el gobierno federal quiere autorizar a los estados para que usen los fondos de desempleo para remunerar a trabajadores que toman esos permisos.

En la medida que el gobierno impone más prácticas laborales, más nos pareceremos a Europa, pero lamentablemente en los aspectos más negativos del viejo continente. ©

Director de estudios sobre regulaciones del Cato Institute.

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