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Gran incertidumbre

Con diferencias en torno a un 3% de la intención de voto, y aunque Labastida tenga una ligera ventaja, ni él ni Fox tienen asegurado nada, salvo la incertidumbre Antonio Martínez (EFE) MEXICO.- Con un 15 por ciento de indecisos, según los últimos sondeos, el resultado de las elecciones del domingo es tan impredecible que […]

  • Con diferencias en torno
    a un 3% de
    la intención de voto, y aunque Labastida tenga una ligera
    ventaja, ni él
    ni Fox tienen asegurado
    nada, salvo la incertidumbre

Antonio Martínez (EFE)

MEXICO.- Con un 15 por ciento de indecisos, según los últimos sondeos, el resultado de las elecciones del domingo es tan impredecible que cabe aplicar el dicho del humorista Chespirito, uno de los más conocidos de México (y en Nicaragua), de que “lo más seguro es que ¿quién sabe?”.

Ni las “antenitas de vinil” del Chapulín Colorado, otro antihéroe creado por Roberto Gómez Bolaños, sirven para despejar la incógnita de quién será presidente de México los siguientes seis años, ya que ese nivel de “no sabe/no contesta” representa a nueve millones de posibles votantes.

Los candidatos y sus colaboradores, los politólogos y los “encuestólogos”, los diplomáticos y los corresponsales extranjeros, los columnistas de prensa y los analistas de radio, televisión y otros medios, todos, se devanan los sesos tratando de predecir qué harán tantos mexicanos que se niegan a desnudar sus preferencias políticas.

Porque en manos de esos indecisos está el resultado de los comicios si se toma en cuenta que el candidato oficialista Francisco Labastida y el conservador Vicente Fox están empatados en la mayoría de las encuestas de la semana pasada (ahora ya está prohibido divulgarlas).

Con diferencias en torno a un tres por ciento de la intención de voto, y aunque tenga una ligera ventaja Labastida en la mayoría de los sondeos, ni él ni Fox tienen asegurado nada, salvo la incertidumbre.

En el “no sabe/no contesta” los “foxistas” ven a votantes suyos que siguen temiendo al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que lleva 71 años monopolizando el poder en este país de cien millones de habitantes.

Para los priístas, en cambio, son votos seguros de Labastida que se reservan su apego al oficialismo por la intolerancia de parte de la oposición.

En la prensa mexicana, en los despachos de los corresponsales, en los cócteles de las embajadas, en los corrillos políticos y hasta en las tertulias familiares, circulan cientos de interpretaciones similares, algunas más coherentes que otras pero todas por igual sin sustento cierto.

“Es que no me tienen paciencia”, parece decir el pueblo mexicano a sus dirigentes políticos y a quienes los siguen y los interpretan, parafraseando a otro de los personajes populares de Bolaños: el Chavo del Ocho.

Los 59 millones de mexicanos con derecho al voto -incluidos 600,000 muertos que siguen “vivos” en la lista de electores- sólo develarán el secreto el domingo próximo, en las 113,803 casillas repartidas por los casi dos millones de kilómetros cuadrados que tiene México.

Sobre los “cadáveres difuntos de los muertos que ya fallecieron”, como precisaría Chespirito, el director del registro electoral, Eduardo Badillo, dijo que “sí, sí…, hay muertos; pero no van a poder votar”.   

Internacionales

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