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Por primera vez en 71 años, los mexicanos se despertaron con un presidente electo que no es del PRI. Nunca el partido gobernante había enfrentado un contrincante con tanta labia y tanto carisma. LA PRENSA/AP.

Vicente Fox: El Marlboro Man mexicano

El País lo llama una especie de Marlboro Man mexicano J. J. A. MÉXICO.- El candidato con botas, Vicente Fox, es un hombre farruco (desafiante, terco) y políticamente incorrecto, un vaquero valiente y deslenguado que se ganó la vida vendiendo forraje y calzado charro y entró en política, según propia confesión, porque la acumulación de […]

  • El País lo llama una especie de Marlboro Man mexicano

J. J. A.

MÉXICO.- El candidato con botas, Vicente Fox, es un hombre farruco (desafiante, terco) y políticamente incorrecto, un vaquero valiente y deslenguado que se ganó la vida vendiendo forraje y calzado charro y entró en política, según propia confesión, porque la acumulación de compatriotas jodidos clamaba al cielo. Nunca el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) había tenido enfrente un contrincante con la labia y el mortífero carisma demostrados por el abanderado del Partido de Acción Nacional (PAN), de centro-derecha. “¿Se considera demagogo? Absolutamente, no. ¿Populista? Yo no engaño a nadie, ni soborno, y mi compromiso está con los pobres, con los indígenas, y a eso hay quien le llama populismo”.

Vicente Fox, de 58 años, casado y separado, con cuatro hijos adoptivos, ha escuchado de todo y ha dicho de todo: resolverá en 15 minutos el problema de Chiapas si el subcomandante Marcos se aviene al calendario, creará un millón y medio de puestos de trabajo, logrará un crecimiento del PIB del orden de siete puntos y los corruptos recibirán castigos ejemplares y serán exhibidos con grillos.

¿Nos llevará Fox al socialismo dictatorial?, alertaron 10 días atrás los patriotas de México Nuevo. El político que otros mencionan como vendido a Estados Unidos y al capital extranjero sumirá al México lindo en la dictadura del proletariado. Véanlo ahí en la foto hablando con el “tirano de las Antillas”, en febrero de 1999, en dolosa complicidad. “Los grupos que se le han unido son de rigurosa línea bolchevique”, afirmaron en un anuncio de prensa con una fotografía en la que aparecen Fox y sus hijos con Fidel Castro.

Vicente Fox Quesada, hijo de española de San Sebastián y de mexicano descendiente de irlandeses, no es apátrida, ni fascista en ciernes, menos aún comunista, ni presenta las características locoides atribuidas al ex presidente ecuatoriano Abdalá Bucaram, destituido por el Congreso de su país. El candidato emergente, el Marlboro man mexicano, es un azote antipriísta de bigote fino y discurso grueso que enamora sin quererlo, y se confiesa pecador pero monógamo por la gracia de Dios. Subió en las encuestas fustigando en cristiano contra las marranerías del PRI, contra el político ladrón y el gobernante fracasado.

Inevitablemente, el Fox auténtico, el ex gerente de Coca-Cola México, fue demagogo en campaña, codo a codo con sus rivales, porque no dispone de la maquinaria priísta para acarrear votos, y debió prometer casi todo a casi todos.

Quienes dicen conocerle bien lo pronostican cuerdo a más no poder, sin barbaridades en su eventual presidencia ni zarpazos susceptibles de romper el complejo tejido social mexicano. Fox compitió rodeado de asesores que le soplan al oído contra los escotes, el vicio homosexual y a favor del agua bendita, o de otros que le piden centrarse, situarse en la tercera vía y aceptar a los librepensadores.

El candidato del PAN se dice “un poco de izquierdas”, rara avis en un partido con sus flancos más reaccionarios cubiertos de telarañas. No modificará sustancialmente la apertura económica en curso, ni las relaciones con EE.UU. o con España, y menos podrá eliminar en muchos años el paternalismo de Estado que tanto critica al PRI. Sus adversarios anticipan que privatizará hasta los bosques de Chapultepec. Es de todo menos pusilánime, y en 1991, declarándose víctima de un fraude electoral en Guanajuato, se echó a la calle contra el sistema. Prometió hacerlo de nuevo si ahora le birlan la victoria.

“Soy una persona estable, de resultados probados en Guanajuato; eso da credibilidad y eso termina el mito de que sólo ellos saben gobernar”. Católico, apostólico y mexicano, es extremadamente vulnerable al tinto con queso y al jamón ibérico, se le cae la baba pensando en un besugo de Guetaria. “Hay que distribuir, hay que asegurar que todo el mundo tome su rebanada de pastel”. Le esperan millones con la boca abierta.

(Tomado de El País Digital de España)   

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