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Gonzalo López ha ganado una serie de premios en el béisbol infantil y juvenil.

Cronología de una firma

TITO RONDON [email protected] Por fin había llegado el día. Atrás había quedado la peregrinación por los campos de entrenamiento de equipos de Grandes Ligas, las visitas a Orlando y Nueva York, entre otras. Para el muchacho Gonzalo Alberto López Parrilla, nacido en Managua el 6 de octubre de 1983, el momento en que los sueños […]

TITO RONDON [email protected]

Por fin había llegado el día. Atrás había quedado la peregrinación por los campos de entrenamiento de equipos de Grandes Ligas, las visitas a Orlando y Nueva York, entre otras.

Para el muchacho Gonzalo Alberto López Parrilla, nacido en Managua el 6 de octubre de 1983, el momento en que los sueños empiezan a hacerse realidad estaba por concretarse.

Fue el lunes pasado, el 2 de julio, fecha en que por las reglas del Béisbol Organizado ya podía firmar su primer contrato profesional. Encima, se esperaba que ese contrato fuera el más grande jamás pagado a un pelotero nicaragüense.

Así que el lunes Gonzalo, su padre, que lleva el mismo nombre, y su agente y anfitrión, Manny Lantigua, se levantaron tempranito y a eso de las ocho de la mañana ya estaban en la oficina del dominicano agente de jugadores, en su mismo apartamento.

Son curiosas, las vueltas que da la vida. Decir Lantigua hace unas décadas era recordar al gran receptor quisqueyano Enrique, que fue cátcher junto a Josh Gibson de uno de los trabucos más grandes del beis latinoamericano, el General Trujillo de 1937.

Enrique Lantigua tuvo un historial brillante y larguísimo como pelotero, desde jugar en la famosa serie en Santo Domingo contra los Rojos de Cincinnati en los treintas hasta venir a la X Serie Mundial en Nicaragua, en 1948.

A su hijo Manny le tocó jugar ya en el Beis Organizado, pero no llegó a las Mayores. Su talento no pertenecía al campo de juego, sino a su mente. Sabe detectar prospectos. Después de ser scout, decidió con toda razón que el camino a la satisfacción económica estaba en ser agente de talentos, no su descubridor.

Manny ha tenido tanto éxito al lado del terreno de juego como su padre dentro de él.

El agente ya había hablado con varios clubes, y muchos se habían retirado de la especie de subasta que se libraría por Gonzalo. Por lo tanto, no esperaba mucha acción ese lunes, y recomendó paciencia.

Cuando el martes se repitió la falta de acción, Gonzalo se preocupó un poco. Incluso llegó a pensar, “a nadie le intereso”. Todas aquellas prácticas en los pésimos campos de pelota de Managua iban a quedar en nada, o en casi nada, en un contrato común y corriente, sin el dinero grande con que habían llegado a soñar el muchacho y su familia.

Si lejos estaba la liga infantil “14 de Septiembre” donde Gonzalito dio sus primeros pasos bajo el manager Felipe Salinas, si atrás había quedado el “Procón” juvenil donde había conocido al mentor Hubert Silva, pues también se le antojaba lejana aquella cantidad de dinero que pondría a su familia camino de la prosperidad.

Manny siguió aconsejando calma. El miércoles, entre nueve y media y diez, por fin una llamada. Eran nada menos que los Yanquis de Nueva York.

Gonzalo creció como pelotero en la década de los noventas, temporadas de Grandes Ligas, ávidamente devoradas frente al televisor, donde había dos equipos dominantes: Yanquis de Nueva York, y Bravos de Atlanta. Lógicamente, eran los favoritos del muchacho.

La llamada fue un balde de agua fría. “Fue Carlos Ríos. Nos dijo que iban a firmar a unos prospectos en México, y que la organización había decidido ocupar el dinero que me iban a dar a mí lo iban a ocupar para eso. Nos lo quisieron avisar”, recuerda Gonzalo.

De repente, de todos aquellos equipos que en algún momento dijeron haber estado interesados en Gonzalo, San Francisco, Cleveland, Florida, solamente quedaban dos, los Mets y los Bravos. Quizás era lógico, fueron los dos equipos que le hicieron una prueba al prospecto en su propio estadio. “Pero no me prestaron camisetas con números, pero sí el resto del uniforme”, cuenta Gonzalo.

Una de las conversaciones telefónicas fue con Omar Minaya, de los Mets. Después diría Lantigua que ofrecieron un poco más que los Bravos, pero menos si se tomaba en cuenta que el estado de Nueva York cobra impuestos, además del de Estados Unidos como país.

El jueves llamaron los Bravos. Las pláticas duraron todo el día, y al final se llegó al acuerdo. Gonzalo recibiría 725.000 dólares, pagaderos en dos tantos, aproximadamente iguales. De la primera tajada salen impuestos, y el 20 por ciento del agente (caro, pero parece que Lantigua se los ganó, y con creces).

El viernes se apareció René Francisco, de los Bravos, con todos los contratos listos para ser firmados.

A las cinco de la tarde del viernes, en un apartamento-oficina de West Palm Beach, la historia del béisbol nicaragüense, la de Juan Deshon, el Chino, Cayasso y Dennis Martínez, tomaba un nuevo lustre. Gonzalo López se convertía en el nica con la bonificación por firmar más grande que jamás habíamos visto.   

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