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Las Cuevas del Cacique, ubicadas en la parte media de la cordillera de los Maribios.

Mateare: Una ciudad apacible

En su jurisdicción también se encuentra la Laguna de Apoyeque, que al igual que la de Xilóa, ocupa el cráter de lo que hace miles de años fue un activo volcán que en su última erupción voló en pedazos todo su cono. Esta laguna posee varias especies de peces comestibles como el guapote, mojarras y […]

  • En su jurisdicción también se encuentra la Laguna de Apoyeque, que al igual que la de Xilóa, ocupa el cráter de lo que hace miles de años fue un activo volcán que en su última erupción voló en pedazos todo su cono. Esta laguna posee varias especies de peces comestibles como el guapote, mojarras y otras

ORLANDO VALENZUELARedactor [email protected]

Mateare es un pequeño y tranquilo pueblo ubicado a 25 kilómetros al occidente de nuestra capital, Managua. Fundado en1898 y con una población de 32 mil habitantes, el municipio de Mateare es una de las zonas más ricas de la cuenca del lago y del departamento de Managua, ya que posee extensas áreas para cultivo de sorgo, maíz, guineo cuadrado, yuca, frijoles y tierras para la crianza de ganado vacuno. Además, cuenta con una creciente zona industrial ubicada a lo largo de la carretera hacia Managua, entre las que sobresalen empresas agroindustriales, electromecánicas, de construcción, servicios y la nueva Zona Franca Saratoga que absorbe una buena cantidad de mano de obra de sectores cercanos.

Según una versión muy conocida, se dice que el nombre de este pueblo se debe a que en este lugar vivía una tribu indígena que tenía como jefe a un cacique llamado Mat-Rit-Matarot y que con el tiempo se transformó en Mateare. Otra versión es que proviene del nombre de un árbol llamado “Espino de Mateare”.

De no ser por el incesante tráfico vehicular que pasa por un costado del poblado, la vida en este lugar sería más cercana a la tranquilidad que respiran otras poblaciones que están fuera de la vorágine estresante de la capital, pues cuenta con un bonito parque bien arborizado en la parte central, con bancas y juegos infantiles que atraen a grandes y chicos, sobre todo a los estudiantes de los diversos institutos y colegios de la comunidad.

Aunque Mateare no cuenta con cine ni con buenos centros recreativos para los jóvenes, éstos se las ingenian para divertirse en las fiestas que se realizan los fines de semana en la discoteca Jennifer, donde se arma la pachanga con la ayuda de una discomóvil. En realidad, estos son los únicos días en que la monotonía de la semana es rota por el ir y venir de los jóvenes en busca de la música para zangolotear un rato el esqueleto, pero últimamente la pandilla llamada “Perros Locos” han empañado la alegría juvenil.

LAS FIESTAS PATRONALES DE LA MERCED

Los mateareños celebran con mucha pompa las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Merced el 24 de septiembre, festividades que duran de 22 a 30 días y durante las cuales se realizan corridas de bravos toros, procesiones, fiestas danzantes, a la vez que se instalan chinamos y juegos de azar alrededor de la barrera.

Otros santos que también festejan son San Pedro el 29 de junio, así como también el 4 de octubre, en Los Brasiles celebran a San Francisco. También en la comunidad de San Andrés de la Palanca tienen su propia celebración dedicada a Santo Domingo de Abajo, del 4 al 20 de agosto, que coincide con la tradicional fiesta de Santo Domingo de Las Sierritas de Managua.

Mateare cuenta con varios atractivos turísticos, entre los que se encuentran en primer lugar, la bonita y paradisíaca Laguna de Xilóa, ubicada a sólo 14 kilómetros de este pueblo y 16 de la capital. Este complejo turístico, que resultó bastante dañado por el huracán Mitch, es uno de los más concurridos de todo el país durante la época de verano ya que cuenta con varios hoteles y restaurantes, además que es apropiado para practicar deportes como el esquí acuático, buceo, natación, competencias de botes de velas y otras actividades recreativas.

En su jurisdicción también se encuentra la Laguna de Apoyeque, que al igual que la de Xilóa, ocupa el cráter de lo que hace miles de años fue un activo volcán que en su última erupción voló en pedazos todo su cono. Esta laguna posee varias especies de peces comestibles como el guapote, mojarras y otras que hacen las delicias de los pescadores furtivos que de vez en cuando se aventuran a bajar por sus intrincadas laderas.

Además de las dos lagunas mencionadas, Mateare cuenta con una amplia zona costera sobre el Lago Xolotlán, de donde diariamente parten a San Francisco Libre o las cercanías de Momotombito, decenas de pescadores artesanales en busca de los cada vez más escasos manjares del segundo lago más grande de Nicaragua.

LAS MISTERIOSAS CUEVAS DEL CACIQUE

A menos de 5 kilómetros del poblado existe lo que para muchos es la mejor muestra de la presencia indígena en la zona, como son las casi desconocidas Cuevas del Cacique, ubicadas en la parte media de la rocosa cordillera de los Maribios.

Las Cuevas del Cacique son tres túneles abiertos en la pared rocosa de la Montaña, desde cuya altura se puede apreciar el espléndido paisaje del lago y sus dos inseparables vigilantes, el volcán Momotombo y el Momotombito. Es un lugar mítico y por su ubicación de difícil acceso se piensa que allí vivía el cacique indígena que gobernaba estos territorios antes de la llegada de los españoles.

Para llegar hasta las cuevas, es necesario ir acompañado de guías que conozcan la ruta para no perderse. El punto de partida empieza en la Finca San José, de donde hay que caminar por casi una hora para subir por la parte baja del zanjón que forman las aguas que bajan del macizo montañoso.

Luego de subir por las rocosas encajonadas, hay que agarrarse fuerte de bejucos y arbustos para escalar los barrancos que bordean el risco donde esperan las entradas a las cuevas.

Pero la aventura y el misterio no estaría completa de no ser porque el camino para llegar a estas enigmáticas cuevas esta protegido con unas trampas más peligrosas que las de las pirámides de Egipto, ya que está atestado de mortíferas víboras cascabel, alacranes y hojas de chichicaste. Los cascabeles son tantos, que mucha gente sale a “cascabelear” para vendérselos a los chinos de la Zona Franca, para su exótica dieta, los que en un principio pagaban hasta cien córdobas por ejemplar, pero que ahora sólo pagan 25 por cada reptil.

Sin embargo, el peligro no termina allí, pues al llegar a las cuevas hay que tener mucho cuidado de no molestar el panal de las gigantescas avispas Catala o “ahogadoras” que custodian la entrada, las que son capaces de matar a una persona si atacan en bandada, según advierten los lugareños.

A la entrada de las tres cavidades existe un manantial donde hasta hace poco tiempo llegaban los venados a beber de las cristalinas aguas que filtraban de las piedras, sin embargo, esta fuente acuífera últimamente se ha secado por el indiscriminado despale practicado en lo alto de la cordillera.

LA CHANCHA BRUJA

Hace muchos años, cuando la gente aún creía en historias de espantos y aparecidos, en Mateare ocurrieron hechos insólitos que si no fuera porque los personajes involucrados están vivos para contarlos, nadie los creería.

Don Juan José Velásquez es un humilde campesino de 88 años, de los cuales los últimos 15 los ha vivido en este pueblo. Todos los días sale al monte a buscar arbustos para hacer escobas de barrer patios, las que vende a tres córdobas por unidad.

En todo Mateare lo conocen y por cariño le dicen “Chaleco”. Dice que por dormir en hamaca ha quedado encorvado y que por usar caites a veces se espina los pies y tiene miedo que alguna vez lo pique una cascabel, porque aunque él sabe que el “secreto” contra una picadura de serpiente es “morderla” para que se reviente, “pero yo sin dientes, estoy servido” dice en tono de broma.

Don Juan cuenta que en una ocasión, cuando iba por la hacienda Santa Elena, al pasar por la Ceiba Bruja le salió una chancha grande en el camino y al verla, él clavó la mirada en los brillantes ojos del animal, al tiempo que le clavó las espuelas al asustado caballo, pero la chancha, quién sabe de dónde cogió tanta agilidad, que cuando don Juan quiso ver dónde la había dejado, se pegó el gran susto al verla correr a la par de su bestia, que como alma que lleva el diablo, siguió corriendo hasta llegar exhaustos al caserío, cuadrúpedo y jinete, no así la chancha, que misteriosamente desapareció en la oscuridad de la noche.

AQUELOOS TIEMPOS DEL EXTINTO FERROCARRIL

Cuando don Bernabé López tenía 18 años, Mateare vivía los grandes días de la comunicación por tren, ya que por la periferia pasaba la locomotora con los carros cargados de distinguidos pasajeros en primera categoría, mientras en los vagones siempre viajaban los comerciantes y campesinos en su interminable ir y venir en busca de los cafetales de Carazo o los ingenios y bananeras de Chinandega.

En aquellos tiempos, recuerda don Bernabé, “la gente acarreaba de todo en el tren, desde chanchos, leña, canastos de verduras, frutas, perros y el precio del transporte era bien barato”. ¡!Ahh!!, como hace falta el ferrocarril en este pueblo, dice mientras se queda callado, viendo a lo lejos, como intentando escuchar el crujir de los rieles de un tren que sólo vive en el eco de la vieja estación frente al lago y en la imaginación de aquellos que alguna vez vivieron la emoción de viajar en primera clase o en cualquiera de sus vagones. Actualmente don Bernabé tiene 72 años y es el cuidador del parque municipal de Mateare.

Para visitar Mateare únicamente basta tomar un bus de transporte colectivo en el Mercado Israel Lewites y por sólo cinco córdobas tiene derecho a recorrer sus calles y sus personajes.  

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