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En nuestro béisbol; peloteros “secuestrados”

EDGARD [email protected] ¿Hay algún pelotero que pueda disponer de libertad de acción en el deteriorado manejo de nuestro béisbol?… Quizás un recién nacido, hijo de Norman Cardoze, Ramón Padilla o Jorge Luis Avellán… Si ya pasó de un año, seguramente pertenece al bolsón de los “secuestrados”. Es increíble que todos estemos seguros de “no saber […]

EDGARD [email protected]

¿Hay algún pelotero que pueda disponer de libertad de acción en el deteriorado manejo de nuestro béisbol?… Quizás un recién nacido, hijo de Norman Cardoze, Ramón Padilla o Jorge Luis Avellán… Si ya pasó de un año, seguramente pertenece al bolsón de los “secuestrados”.

Es increíble que todos estemos seguros de “no saber nada” en lo referente al estatus de los peloteros, porque cada nueva temporada, los enredos se multiplican, consecuencia de la utilización de ciertos artificios distorsionadores.

¿Dónde está el nudo de un problema sin solución viable, incluso para Einstein?

Comencemos por el principio: ¿Qué tipo de liga es la que jugamos, amateur o profesional?… Nadie lo sabe, ni siquiera los miembros de “la bendita” Comisión de Arbitraje.

“Es una liga abierta”, dijo alguien por ahí… Bueno, ¿Y eso qué quiere decir? ¿Que los compromisos no valen o que pueden ser manejados al antojo de dirigentes?… ¿Es el término “abierto” equivalente a “desorden”, “anarquía”, “manipulación”, “arbitrariedad?”.

Ni amateur, ni profesional, es algo más confuso que preguntar ¿cuál es el verdadero sexo de la Liga que aquí jugamos?

Pobre Shakespeare, su “Ser o no ser”, ha sido ridiculizado en la pelota pinolera.

¿Cómo es posible que ninguno de los peloteros conozca su radio de acción, libre de cualquier tipo de ataduras?

“Nadie es libre”, ese es el único concepto válido hasta hoy… ”Yo no sé si puedo”, es una frase común entre los jugadores.

No puede ser un béisbol serio jugando tanta pelota escondida, eso es lo único que tenemos claro en medio de lo frustrante de la situación.

Ken Griffey sabe por cuánto tiempo firmó y qué tanto le van a pagar año por año; Barry Larkin sabe que puede oponerse a una negociación en la que se vea involucrado porque así lo especifican las reglas; Vicente Padilla sabe qué tiempo deberá esperar para obtener libertad de acción… Pero, aquí, todos los peloteros “sólo saben que no saben nada sobre sus estatus”.

¿Por qué tanta “eficiencia” para volver a caer en los mismos errores, y en lugar de corregirlos, agrandarlos?… Por Dios, enséñeme algunas reglas claras, que yo pueda entenderlas.

Los años pasan y todo sigue igual con los peloteros contra la pared… Muere un torneo y nace otro con los mismos males, o peores.

¿Se trata de un desastre sin fin?

Yo lo creo, porque los únicos que podrían forzar una solución razonable, son los mismos peloteros si fueran lo suficientemente disciplinados para defender sus intereses en bloque, pero, como aquí somos vulnerables a ser fácilmente divididos, eso es improbable, casi descartable.

Sin peloteros no hay liga… Ellos podrían organizarse, nombrar una directiva porque hay libertad de asociación para defenderse, conseguir una conveniente asesoría legal, en fin, hacer algo, pero… ¿Cuántos necesitan urgentemente jugar béisbol a como sea, en cualquier tipo de condiciones?… ¿Cuántos resistirían la tentación de entrar en el juego de las ofertas independientemente de la confiscación de su futuro?… ¿Cómo se podría garantizar una resistencia sin la disciplina y el espíritu de sacrificio requerido?… Vamos, por lo menos, a participar y tener derecho a discutir y votar en la reglamentación.

Mientras no se llegue a ese punto, seguirán “secuestrados” por los siglos de los siglos… Todos deberían jugar con uniformes rayados con tela de pijama en la próxima liga, y tener un horario de visitas… Y no es algo figurado, sino desgraciadamente real.  

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