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Conservación de suelos es fundamental para superación de la pobreza

Miguel A. Cáceres Sibrian* Por muchas décadas Nicaragua sustentará su desarrollo en la producción agropecuaria. Esta a su vez basa su eficiencia en el componente más importante del agrosistema: el suelo. Del “estado de salud” de éste depende en gran medida el volumen, calidad, rentabilidad, el éxito de la producción agropecuaria. De suelos “saludables” se […]

Miguel A. Cáceres Sibrian*

Por muchas décadas Nicaragua sustentará su desarrollo en la producción agropecuaria. Esta a su vez basa su eficiencia en el componente más importante del agrosistema: el suelo. Del “estado de salud” de éste depende en gran medida el volumen, calidad, rentabilidad, el éxito de la producción agropecuaria. De suelos “saludables” se obtiene bienestar y progreso.

Sin embargo, cuando se aborda el tema agropecuario se habla de financiamiento, semillas, insecticidas, mercados, divisas, etc., pero pocas veces se habla de los suelos y casi nunca de su conservación. Es decir no se aborda la problemática del recurso más importante en la producción agropecuaria, lo que equivale a hablar de producir leche olvidándose de la alimentación de la vaca.

Con la deforestación para incorporar los suelos a la producción de cultivos o pastos, comienza el proceso de su alteración y erosión (lavado), perdiéndose en gran medida su capacidad de producción. En Nicaragua con la masiva expansión de la frontera agrícola a partir de los años 1940, se generalizó en casi todo el país la erosión de los suelos y el deterioro de “salud”, de su capacidad productiva.

Por más de medio siglo el país ha sufrido a niveles alarmantes, la descapitalización de uno de los recursos naturales (el suelo) más importante para el desarrollo económico y el mejoramiento del nivel de vida de los nicaragüenses.

En el Pacífico, en la región Central y en la mayor parte de la región del Atlántico, año con año las lluvias arrancan de la superficie de nuestros suelos desprotegidos, miles de toneladas de sedimentos fértiles empobreciéndolos progresivamente, llevándose las escorrentías pluviales nuestras esperanzas de desarrollo.

Durante este medio siglo pocos han sido los esfuerzos prácticos implementados para la conservación de los suelos. Los más importantes se hicieron en la zona algodonera del Pacífico durante las décadas de 1960 y 1970, prácticas que fueron posteriormente abandonadas.

Actualmente el país se encuentra indefenso ante la incontenible erosión de los suelos, un desastre natural de consecuencias alarmantes, un asesino silencioso que mata a nuestra población (particularmente a los campesinos) por hambre y desnutrición, y la condena al permanente atraso económico. Los esfuerzos conservacionistas que se hacen actualmente son puntuales, de poco alcance, ejecutados por iniciativas tímidas con escaso financiamiento.

Se habla mucho de la reactivación y modernización del sector agropecuario como una de la opciones más acertadas para incrementar la generación de divisas y logra la superación de la pobreza, lo que es totalmente correcto.

En una estrategia nacional de desarrollo, el sector agropecuario deberá ser uno de los ejes económicos sustantivos; pero para que sea eficiente y de rentabilidad sostenida, deberá ser acompañado de un ambicioso Programa Nacional de Conservación de Suelos de largo plazo y amplia cobertura geográfica, en la que participe la pequeña, mediana y gran producción agrícola y ganadera.

Además de la generación de divisas y empleo abundante, tarea urgente es garantizar la seguridad alimentaria nacional como medida inicial para la superación de la pobreza extrema. Todos los años por lo menos, el maíz, los frijoles y el arroz deberían estar disponibles y a precios razonables para la mayor parte de los nicaragüenses. Somos felices con un buen gallo pinto y una deliciosa tortilla caliente.

En el ámbito de la seguridad alimentaria, la conservación de los suelos se vuelve cada día más urgente, debido a que los granos básicos los producen campesinos pobres que trabajan tierras accidentadas, donde son severos los daños causados a la fertilidad de los suelos por la erosión hídrica. En la superficie de los suelos, en las primeras pulgadas (ricas en coloides), radica la mayor parte de su fertilidad natural, las que al ser arrastradas por la lluvia dejan detrás suelos empobrecidos de difícil recuperación.

Aunque algunos digan lo contrario, en las últimas décadas el hambre ha azotado el campo nicaragüense, basta ver el aspecto famélico de niños y adultos para confirmarlo. Una de las causas de esta hambruna son las bajas o nulas cosechas producto del deterioro de la productividad de los suelos por la ausencia de prácticas conservacionistas.

Los presentes bruscos cambios climáticos demandan también una mayor protección a los suelos. Si las lluvias son excesivas (huracanes) los fenómenos erosivos causan grandes daños a los suelos y cosechas; si llegan sequías, los suelos no pueden retener la humedad y se secan los cultivos y pastos. Los suelos cuando están protegidos por prácticas conservacionistas tienen capacidad para resistir estos desastres naturales y cumplir con su generosa función de garantizar nuestro alimento diario.

Ante el abandono permanente de nuestros suelos, elementos esenciales para la vida y el progreso, llama la atención que recursos naturales de menor importancia dispongan de abundante financiamiento para su manejo racional. En cambio los suelos y su conservación no reciben la esmerada atención que merecen. El Gobierno, los productores, las ONG, y los países amigos que apoyan nuestro desarrollo, deben reflexionar sobre este tema y dedicar recursos importantes hacia la conservación de los suelos.

* Ingeniero Agrónomo.  

Economía

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