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Anastasio Somoza Portocarrero, Somoza, FSLN, Revolución Popular Sandinista, EEBI

El mayor Anastasio Somoza P., “El Chigüín”, de pie al fondo, junto a sus tropas élites de la EEBI. LA PRENSA/Archivo

La insurrección sorprendió a los Somoza

Hasta 1978, la dinastía Somoza, liderada por Anastasio Somoza D. y su hijo Somoza P., “El Chigüin”, no se veía amenazada. Luego los sandinistas proliferaron como hongos.

Anastasio Somoza Portocarrero llegó a la entrevista solo, sin escolta, ni chofer. Asegura que se mueve sin problemas en la ciudad, amparado en un confortable anonimato al que se ha aferrado en las últimas dos décadas.

No quiere que se le hagan fotos, pero finalmente accede sin estar del todo convencido. Le intimida la cámara, lo pone al descubierto, lo hace vulnerable, pero toma el riesgo. Lo que nunca va a permitir es que le hagan fotos a su esposa y a sus hijos. Ellos significan el futuro que lo libra de su pasado, lo mejor que le ha ocurrido.

El peso histórico de haber sido, junto a su padre Anastasio Somoza Debayle y a su tío José Somoza, el que tomaba las decisiones en la Guardia Nacional, todavía tiene para él una explicación simplemente militar.

Sus interpretaciones, prácticamente técnicas, encuentran como culpable al Partido Liberal Nacionalista, al que señala de haberlos conducido hasta la situación militar que el régimen enfrentó, por lo que los ataques aéreos a las ciudades y otras formas de represión, eran la consecuencia de “errores políticos” que tenían como resultado obligado una estrategia militar la que también acepta que fracasó.

Minimizando los efectos devastadores de los ataques a la población civil y evadiendo el tema lo más que pudo, Anastasio Somoza Portocarrero, “El Chigüín”, asegura que nunca mató a nadie, ni disparó un solo tiro en toda su vida como comandante de la EEBI.

Incluso, concluye que prueba de ello es que jamás fue acusado ante un tribunal de justicia, ni local ni internacional.

Segunda entrega


Esta es la primera entrega

Esta es la tercera entrega


LP: ¿Cuál fue su participación en la guerra, en la insurrección?

Habla de otra cosa, cambia el tema adrede, se extiende en largas anécdotas, como dándose tiempo. Sus vivencias en primera persona de lo que fue la dictadura hacen interesante cualquiera de sus historias. La estrategema de las “Mil y una noche” para evitar la pregunta que entonces se repite.

LP: ¿Qué pasó en la insurrección?. ¿Cuál fue su experiencia?. ¿Cómo participó?

ASP: “Mire, a mí me tocó una situación bastante compleja. Después del Palacio vino lo de septiembre del 78. El general (Anastasio Somoza Debayle) había llamado a poner puestos estratégicos en distintos puntos de Managua, unidades de la Guardia Nacional, porque un infiltrado nos había contado lo que los sandinistas tenían pensado…

De nuevo se disgrega. Otra historia tramposamente interesante para intentar saltar el tema.

LP: “La imagen que guarda Nicaragua de usted es la imagen de un oficial bastante arrogante. En un artículo publicado por LA PRENSA en el 79, titulado “Papá me entregó un batallón”, se hace una descripción de usted conforme lo miraba la oposición: “Un niño impulsivo, afecto a los desplantes, que le gusta atemorizar a la gente”. Usted estaba en una posición intimidante.

ASP: “No. Fíjese que si yo hago memoria, impulsivo: Es difícil ser impulsivo en una situación como la que teníamos. Desplante: yo soy tímido”.

LP: Pero en su entorno militar, con un ejército absolutamente leal a su padre, se le hacía favorable a los desplantes, a intimidar.

ASP: “Si alguna vez intimidé a alguien, no fue a propósito y segundo, el día que yo intimidara a alguien y el general Somoza se diera cuenta me las veía con él, porque no aguantaba los tufos ni la gente creída y yo soy bien tímido, timidísimo, echarme un discurso era cosa de agarrar valor. Atemorizar a la gente, eso lo refuto”.

LP: La EEBI atemorizaba…

ASP: “Pero la EEBI era un cuerpo armado para atemorizar a quienes tenían que atemorizarse por algo, es como ahora los antimotines, ¿quién va a tener miedo?, ¿el que está en el motín o el que está en su casa?.”

LP: ¿Cómo fue su participación en la guerra, en la insurrección?

Nuevamente evade el tema y habla de cómo sorprendería a sus hijos escuchar historias sobre el temor que pudo haber ocasionado en las personas.

ASP: “Si le preguntan a mis hijos ellos les van a decir: ¿Mi papá causarle miedo a alguien ese pobre viejito?. Mi hija le pregunta a mi esposa y le dice: ¿Y mi papi jamás tuvo pelo?. Por otro lado mis hijos viven furiosos porque nunca hablo de Nicaragua. El chofer que tenemos en la casa es (ex)paracaidista EEBI y les cuenta historias de su participación en la Revolución y mis hijos le dicen que es un mentiroso, que su papá nunca pudo ser así”.

LP: ¿Nunca les ha mostrado fotos de su vida…?

ASP: “No, nada”.

LP: ¿Por qué les oculta esa parte de su realidad?

ASP: “No es que se los oculte”

LP: No los quiere confrontar con esa parte de usted mismo.

ASP: “Tampoco es cosa de confrontar. Lo que pasa es que toda persona que ha estado involucrada en cierto grado de vida pública y más que todo, toda persona involucrada en un cuerpo armado disciplinado, donde lleva y hace y tuerna, a veces por orden de él y a veces por orden de otro, tiende a enfatizar el quien soy yo versus el oficial que está ahí. Soy una persona que cuando salí de Nicaragua, pasé un año sin hablarle al general Somoza, lo dejé sano y seguro en un lugar y me fui”.

LP: ¿Por qué?

ASP: “Porque consideré que el general tenía tanta influencia sobre mí y yo necesitaba agarrar mis nortes personales. Porque yo soy una persona que creía y creo en cosas con las que quizá él no estaba de acuerdo, pero no me tocaba a mí como oficial del ejército discutir nada”.

LP: Entonces éstas no son pláticas con sus hijos.

ASP: “Con mis hijos no platicamos todo esto porque creo que ellos conocen la historia de la familia, trato de ser neutral y les digo que lean la Enciclopedia Británica. Cada tanto, cuando en el colegio sale el tema de la Revolución en Nicaragua, al principio tenía que explicar el cómo, el cuándo y el por qué, pero ahora sólo les saco una copia de una declaración que dio el Cardenal Obando, Su Eminencia, sobre el resultado de los años de la Revolución.

Yo respeto mucho al sandinista convencido, creo que todos tenemos derecho a distintas ideologías siempre y cuando no abusemos del cristiano que tenemos al lado y, en ese sentido hay personas como Carlos Fonseca Amador, que son tipos que merecen el respeto de todo el mundo, un hombre que luchó por sus ideales con una gallardía de los once mil diablos, con todas las uñas.

Además, un gran nacionalista, ése nunca hubiera ido un 26 de julio a entregarle a Fidel Castro un fusil de la Guardia y a decirle aquí te entrego a Nicaragua, aunque vivió por muchos años en Cuba, él no le entregaba Nicaragua a nadie. ¿Carlos Fonseca Amador?. Jamás, y que me refute el que se atreva”.

LP: Yo sé que esto no lo habla ni con sus hijos, pero cuénteme, ¿qué pasó en la Insurrección?

ASP: “Bueno, perdón tanta vuelta, no es por esquivar la pregunta. Lo que pasó es que… ¿Usted dice la participación de la EEBI o la mía?”.

LP: La suya.

ASP: “La verdad es que vamos en época, la parte militar comenzó con el asalto a los cuarteles de San Carlos, con la emboscada en la carretera a Masaya. Yo estaba en Washington cuando pasó eso y me dejé venir para Managua. Recuerdo que para ese entonces ya estaban listos los primeros 180 soldados que se estaban entrenando y habíamos logrado que nos prestaran unas lanchas de desembarco como de la Segunda Guerra Mundial, de las que tenían rampa y esto causaba mucha risa a los oficiales viejos de la Guardia, que decían que si nos creíamos marinos. Pero queríamos entrenar en todo, hasta en desembarco.

La noche en que estos jóvenes sandinistas vinieron desde Costa Rica por el Río Frío para meterse en San Carlos (octubre de 1978), era la misma noche en que estos soldados iban en dos barcazas a “asaltar” San Carlos con balas de fogueo, así que cuando entran los señores sandinistas al asalto del cuartel y comienzan a meterle plomo a aquel cuartel de madera, los guardias pegan el alarido y a esa hora todo el mundo rascándose la cabeza, preguntándose cómo reforzar San Carlos, entonces el oficial ejecutivo de la EEBI, (yo estaba en Washington en otro asunto), oye todo este trafico de radio y le avisa calladito al cuartel general en Managua: “Yo tengo 120 soldados aquí”. ¿¡Qué, que!?, le dijeron.

Le botan municiones desde un helicóptero a la barcaza, llegan a San Carlos y entran en combate. Los sandinistas no esperaban esa reacción, el susto que se llevaron fue de madre y salieron en retirada, no voy a decir desbandada porque no los quiero insultar, salieron en retirada para Costa Rica, por el Río Frío.

Esa fue la primera intervención de la EEBI como EEBI, los muchachos nunca se imaginaron que el entrenamiento iba a ser fogueo real y los sandinistas no se imaginaron que les iba a salir la virgen. Salimos de ahí de vuelta a Managua.

En el 78 ya comenzamos a graduar las compañías de la EEBI, unos 800 entre todos, los operativos eran 400, los que se iban graduando iban a otras unidades”.

La “táctica” del bombardeo civil

LP: ¿Usted participó alguna vez en algún combate, además de dar órdenes, participó en alguna refriega, disparó?

ASP: “No, yo estaba en la cadena de mandos en una posición tal que no pude ni tuve ocasión de disparar contra nadie”.

LP: ¿Nunca mató a nadie personalmente?

ASP: “Yo nunca en mi vida le disparé a ningún ser humano en toda la Revolución porque no hubo la necesidad, porque no hubo un ataque contra mi persona y porque no se me permitía a mí ir a una situación… que nos pasaron cerca un par de plomazos sí es seguro, que el “Negro” Chamorro bandido me dejó ir un bazucazo también, que una vez me pasó una calibre 30 volándome en los aires, pero no, no tuve…”

LP: En la cadena de mando no le era permitido estar en la refriega, ¿pero alguna vez, después de los combates, particularmente cuando eran bombardeados los barrios orientales de Managua, alguna vez usted visitó esos sitios después?

ASP: “No, primero que todo aclaremos un punto, no va a gustar lo que voy a decir pero eso de bombardeos suena como a 40 aviones botando bombas por todos lados”

LP: ¿Y qué eran?

ASP: “¿Los push and pull con esos rockecitos chiquitos?. Deben haber sonado como bombas enormes, pero eran rockets de señales y una vez ahí por un puente, ahí sí se dejó caer una bomba, una, donde estaban ellos.

Lo que sí se usó mucho por ejemplo fue fusil sin retroceso, que es un tipo de bazuka y se usaban lanzagranadas, pero bombardeo de avión no, hubo fuego de morteros que es un fuego…”

LP: Pero las incursiones de los push and pull en las ciudades de Estelí y de León destruyeron casas y la población tenía que salir totalmente de las ciudades para evitar los ataques indiscriminados porque los guerrilleros estaban entre la población, habían familias completas, niños, ancianos…

ASP: “Terrible, y eso sucede porque cuando la estrategia de estos señores cambia, ellos habían tratado de hacer una guerra en la montaña y yo creo que no les fue muy bien, entonces decidieron meterse en las ciudades y ahí sí que fue una movida brillante de parte de ellos, porque se decidieron escudar en la población.

En la lucha en la ciudad, o tenés cienes de miles de soldados para ocuparlas, que quiere decir un soldado en cada cuadra o no peleás en las ciudades y se las entregás al que está adentro, ésas son las opciones válidas.

Otra, la más difícil y es la que nunca se debería tener que tomar, es combatir en la ciudad con poca gente pero usando poder de fuego, eso es lo que nos pasó a nosotros. En León, en ese entonces, habían unas 90 mil personas y quizá 80 guardias, lo más, imposible mantener control sobre una ciudad. Menos aún, cuando considerás la cantidad de fusiles que lograron meter los sandinistas muy hábilmente con la complicidad de los ticos, de los cubanos y los venezolanos.

En esas circunstancias, encontrarse 80 jóvenes que quisieran agarrar un rifle era un dado y si se calcula que una persona con un rifle te para a un pelotón, hasta que lo agarren, equivale a 45 por uno. O sea, cien jóvenes idealistas bien intencionados, jefeados por un bandido zángano que sabe muy bien lo que está haciendo, metiéndolos dentro de la población civil para causar el efecto político y propagandístico deseado, olvídense, ahí está la solución para cualquier situación”.

LP: Pero, la Insurrección fue un movimiento cultural en toda su expresión, que implicó la participación de mucha gente de todo tipo en la resistencia contra el gobierno, ¿en que momento se dieron cuenta que esto iba más allá de un “bandido jefeando a cien idealistas”?

ASP: “No, obviamente no estoy diciendo que toda la Revolución fue un bandido jefeando, ¡Dios guarde!. Eso es un ejemplo teórico que estoy dando, no, nunca, nunca. Acuérdese de una cosa, solamente en la utopía, en la cual todo mundo está bien como dicen en Cuba, no hay movimientos de oposición.

A través de los años nosotros habíamos vivido 200 mil gentes en la plaza de la República recibiendo al doctor Agüero, entonces el tener oposición, adversarios políticos, el tener descontento, eso lo tiene todo el mundo, eso lo tiene el doctor Alemán, lo tuvieron los sandinistas, la que menos lo tuvo creo que fue doña Violeta, ¡Dios me la bendiga!, pero todo el mundo la ha tenido.

Pero oposición armada es otro cuento, ésa es otra historia, porque oposición siempre hubo. Pero cuando se tiene oposición armada uno dice: ¿Quiénes son?, ¿De dónde vienen las armas?, ¿Quiénes lo lideran?, ¿A dónde los entrenaron?, ¿Quién les está dando plata?. Entonces uno dice ¡epa!.

Entonces, ¿cómo se analizaba eso?. Se decía: Aquí lo que tenemos es que abandonaron la montaña, se vinieron a las ciudades, entonces están como hongos por todos lados, se identifican los sitios y entonces se trataba de enfocar los lugares y viendo quiénes eran. Yo diría que el primer clarinazo de que verdaderamente esto era algo más allá del sandinismo tradicional fue en septiembre de 78, ahí sé que fue cuando ¡upa!, esto es más grande de lo que estamos creyendo.

Cuando ellos se vienen a las montañas y dejan al pobre Germán Pomares metido ahí en la montaña por Estelí y se vienen todos los vivos para Managua, ahí fue donde comenzamos a decir aquí esto está difícil y también en el momento en que estas situaciones pasan nosotros vemos que están saltando, vienen “Los Doce”, hablan “Los Doce”, pero aun ahí había cierta cosa, yo diría que el momento crítico, central de toda la Insurrección fue la muerte del doctor Chamorro, porque ahí sí que nos preguntamos, ¿qué se hace?, tenemos a los que lo mataron, tenemos que encontrar al que lo ideó”.

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