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El último Zar de Todas las Rusias, Nicolás II (izquierda), en una foto familiar de 1915. La segunda a la derecha es la zarina Alexandra Fedorovna. Sus hijos: el príncipe Alexei, y de izq. a derecha, las princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia.

Un soberano influenciable

“Nunca quise ser zar”, escribió poco antes de su boda con la futura zarina Alexandra Entre los episodios más oscuros de estos años se encuentran el “domingo rojo” de San Petersburgo, el 22 de enero de 1905, cuando el ejército abrió fuego contra una manifestación de 100,000 obreros, y la masacre de los obreros en […]

  • “Nunca quise ser zar”, escribió poco antes de su boda con la futura zarina Alexandra
  • Entre los episodios más oscuros de estos años se encuentran el “domingo rojo” de San Petersburgo, el 22 de enero de 1905, cuando el ejército abrió fuego contra una manifestación de 100,000 obreros, y la masacre de los obreros en huelga de las minas de oro de Lena, en Siberia, en abril de 1912

AFP

MOSCU.- Demasiado influenciable y joven al subir al trono de Rusia, el último zar, Nicolás II, transmitió una imagen de hombre incapaz de enfrentarse a los cambios de principios de siglo y de soberano sanguinario, pese a morir como un mártir a manos de los bolcheviques.

El 17 de julio de 1918, Nicolás II y su familia fueron ejecutados por los comunistas en Ekaterimburgo (en los Urales). Los sufrimientos del último zar y su muerte como “un mártir”, incluso si en su vida no siguió los criterios de la santidad, constituyen la base de su canonización, decidida este lunes por la Iglesia ortodoxa de Rusia.

Nacido el 6 de mayo de 1868 en Zarskoye Selo, la residencia de los zares próxima a San Petersburgo, Nicolás II contaba 26 años cuando sucedió en el trono a su padre, Alejandro III, el 1 de noviembre de 1894.

“Nunca quise ser zar, no conozco nada del arte de gobernar”, confesaba entonces el joven soberano, ocupado en preparar su boda con la futura zarina, Alejandra Fedorovna, que tendrá un papel clave en su vida.

Continuando con la política europea de su padre, Nicolás II confirmó la alianza franco-rusa y propuso a todas las potencias una reducción armamentística. Pero, en 1904, hace entrar a su país en la guerra ruso-japonesa, que culminará al año siguiente con un gran fracaso ruso.

El régimen zarista, socavado por dicho desastre y por los primeros sobresaltos del comunismo, entra en un período de represión, en el que se ganará el apodo de “Nicolás el sanguinario”.

Entre los episodios más oscuros de estos años se encuentran el “domingo rojo” de San Petersburgo, el 22 de enero de 1905, cuando el ejército abrió fuego contra una manifestación de 100,000 obreros, y la masacre de los obreros en huelga de las minas de oro de Lena, en Siberia, en abril de 1912.

Rusia se aproximaba a la revolución. El último de los Romanov abdicó el 2 de marzo de 1917, dejando vía libre a los bolcheviques. El zar, su esposa y sus cinco hijos serían arrestados días más tarde y ejecutados un año después.

La exhumación de los restos de Nicolás II y parte de su familia, en 1991, abrió una era polémica. La Iglesia rusa y algunos políticos, dudan de la autenticidad del descubrimiento: los funerales de la familia soberana, el 17 de julio de 1998 en la Fortaleza de Pedro y Pablo, en San Petersburgo, no lograría la reconciliación esperada.

EPOCA DE RASPUTIN

El tiempo de Nicolás II es la época de poder de Grigori Rasputín, el monje loco y depravado, que ejerció una influencia desmesurada sobre la zarina Alejandra.

* Con su poder de sugestión, aliviaba el dolor del joven hijo de ésta, Alexis, que era hemofílico.

* Rodeado de individuos sin escrúpulos, explotando a fondo el carácter indeciso del soberano, Rasputín reinó en la corte.

* Su asesinato, en diciembre de 1916, ocurrió demasiado tarde: el zar había perdido la confianza en sus consejeros y el respeto de su pueblo.  

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