Carol Munguía – [email protected]
CHINANDEGA.- Juan José Betanco Espinoza, de 34 años, permanece desde hace 11 años en el reclusorio de Chinandega. Su familia originaria de Santo Tomás del Norte es católica y él continuó ese ejemplo.
“Adentro he recuperado las prácticas que afuera no practicaba y a través de las oraciones me olvido del encierro”, sostiene mientras toca las cuerdas de una guitarra, instrumento que utiliza para los cánticos que dedica al Señor de la Buena Esperanza.
“El Redentor me hizo el milagro de dejar de fumar”, reflexiona cuando le pedimos que nos hable de su devoción. “Cuando vine al Sistema Penitenciario venía con ese vicio, el primer año le lavaba la ropa a los reos y por cada pieza cobraba un cigarrillo”, dijo.
Betanco, es ahora integrante del coro del penal. “El oficio de la carpintería, barbería y la música, así como leer y escribir lo aprendí en la cárcel, fue parte de los beneficios que los reos reciben al estar encarcelados pero también es por los milagros de mi Señor, que me ayuda a comportarme mejor y a prepararme para que cuando dentro de ocho años que cumpla mi condena y goce de libertad, sea un hombre de bien y pueda iniciar una nueva vida”, refiere el recluso.
Muchas de las historias que se relatan manifiestan la gran devoción al patrono de los prisioneros.