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Jóvenes con un gran corazón

Es viernes. El día favorito de Félix, un niño de siete años que sufre una doble tragedia: es huérfano y padece una severa lesión cerebral. Vive en el Hogar “Pajarito Azul”. Ese día llega una familia de la capital para “adoptarlo” por el fin de semana. Su madrina es Carolina Streber Fonseca de 13 años, […]

Es viernes. El día favorito de Félix, un niño de siete años que sufre una doble tragedia: es huérfano y padece una severa lesión cerebral. Vive en el Hogar “Pajarito Azul”.

Ese día llega una familia de la capital para “adoptarlo” por el fin de semana.

Su madrina es Carolina Streber Fonseca de 13 años, estudiante de primer año en el Colegio Centroamérica, quien se encariñó con Félix desde el primer día que visitó “Pajarito Azul” junto al alumnado que anualmente realizan una visita al centro.

“Me llamó la atención porque le gusta jugar y es muy alegre”, relató Carolina. “En el Hogar me explicaron que existe el programa Hogar Amigo que te permite además de apadrinar a un niño o niña, llevarlo los fines de semana a tu casa”, así que decidió participar de la experiencia social.

“Después de ir al hogar, le platiqué a mi mamá que conocí a Félix y que quería apadrinarlo, mi mamá siempre me apoyó”, dice Carolina, quien reveló que durante el tiempo compartido con el niño (dos meses), ha logrado descubrir que le gusta mucho ver dibujos animados, especialmente los Pokémon.

Félix no conoce a su madre ni a su padre, tampoco a parientes biológicos. Sufre de una lesión cerebral que le paraliza la mitad de su cuerpo y le impide hablar. Él es uno de los 96 niños y niñas del Hogar “Pajarito Azul”, centro de atención para niños y adolescentes con discapacidad.

Pese a sus limitaciones físicas, ocasionadas por el alto estado de desnutrición que presentaba cuando fue llevado a “Pajarito Azul” tres años atrás, podría decirse que Félix es “afortunado” ya que forma parte del grupo de 22 discapacitados que cuentan con apadrinamiento.

“Esta experiencia de apadrinar a un niño me da mucha satisfacción, yo sé que él no recibe el cariño y atención suficiente, no tiene una familia como cualquier otra persona”, dice.

Compartiendo con los reos de “La Modelo”

Después de una ardua jornada de clases en la universidad, miembros del voluntariado social en la Universidad Centroamericana (UCA), se reúnen a la 1:30 del mediodía de cada miércoles. El propósito: trasladarse al Centro Penitenciario “La Modelo”, en Tipitapa.

En la cárcel imparten charlas psicológicas a los reos del penitenciario. Cerca de las 2:30 de la tarde llegamos al destino, una vez allí, los voluntarios se agrupan para determinar quiénes recibirán las charlas.

Xóchitl Navarrete de 23 años, egresada de la carrera de psicología, encabeza el grupo de 22 voluntarios. En esta ocasión los reos en la etapa de la tercera edad son los asistidos. Autoestima, depresión, trastornos de personalidad, características de físicas de la tercera edad, son las temáticas que componen las charlas sicológicas que reciben.

Las terapias son en grupo e individuales, son impartidas por estudiantes de sicología, comunicación social y derecho. Este proyecto inició cinco años atrás, explica Navarrete.

“Mi motivación para realizar servicio social no es sólo ayudar a las personas, esto más bien contribuye a mi formación personal porque aporto mis conocimientos, me hace sentir bien como persona”, añadió.

“Aunque aquí (en la cárcel) hay algunos reos que no son nada agradables por los delitos que realizaron, no hay que olvidar que son personas que valen, importantes y merecen una oportunidad de mejorar su vida”, dice.

Salomón Manzanares de 26 años, cursa el tercer año de comunicación social en la UCA. Este comunicador recuerda que mediante su labor en el voluntariado social vivió una de las experiencias más gratificantes de su vida.

“Yo venía de la universidad, era de noche y me encontré en una calle con un grupo de muchachos, vos sabés cómo está de peligroso este país y lo primero que pensé es que me podían agredir, mi sorpresa fue cuando al acercárseme, uno de ellos me dijo: ¿Cómo está profe? En ese momento supe que era uno de los muchachos a los que impartí charlas en “La Modelo”, relata Salomón.

“Mis visitas al penitenciario me ayudan a visualizar la realidad, cuando venís aquí no tenés la menor idea de lo que te vas a encontrar, después te das cuenta que existe mucho prejuicio hacia los presos, no todos son tan terribles”, agrega.

“Aquí hay personas que en determinado momento de su vida cometieron un error, hay que tener presente que somos seres humanos y mañana puede ser cualquiera de nosotros. Todos tenemos una vocación de servicio lo que pasa es que no la explotamos por vivir en consumismo”, puntualiza.

El licenciado José Robleto, miembro del voluntariado social UCA, explica que lo integran 170 jóvenes. Entre los proyectos sociales que desarrollan figuran: visitas a la penitenciaría “La Esperanza”, Aldeas S.O.S. casas familiares. Otros son Ancianos del Hogar Senil Bautista, Chateles (reforzamiento pedagógico), Casa Alianza (adolescentes adictos a las drogas), son parte de las iniciativas de estos jóvenes.

Con la sonrisa en la mano

Quien dijo que los fines de semana son para descansar, se equivocó. Al menos con los miembros de los proyectos sociales como Operación Sonrisa, Manos Unidas, Sociedad de Honor, Niños en la Calle, Proyecto Verde, Sociedad Nacional de Honor, entre otros son apoyados por estudiantes del Colegio Americano Nicaragüense.

Manuel Caldera, de 16 años y estudiante de onceavo grado, es uno de los 22 miembros de la “Sociedad Nacional de Honor”. Cada sábado él y sus compañeros llevan almuerzo a unos 50 niños y niñas pobres de barrios aledaños a la parroquia San Francisco de Asís en Bolonia.

“Nosotros vivimos en un mundo lleno de oportunidades y tantas cosas que otras personas no tienen. Si por algún motivo, alguien no puede ir a dar el almuerzo, siempre lo manda porque sabe que contamos con eso y sería muy penoso que quedara algún niño sin comer porque faltó alimento”, dice Manuel.

“Compartiendo con estos niños te das cuenta que a veces nosotros nos preocupamos por cosas que no valen la pena, si tengo dinero para ir a la fiesta, si voy a tener quien me lleve del colegio a la casa, cuando estos niños se preocupan por cosas mucho más importantes como si van a tener que comer hoy, qué zapatos y ropa ponerse”, añade.

Alejandra Delgado de 17 años, cursa el doceavo grado y es representante del Consejo Estudiantil. La labor de este grupo radica en ayudar a la escuela “Los Ladinos”, donde asisten niños de escasos recursos y localizada en las cercanías del Colegio Americano.

El año pasado 58 de los miembros, iniciaron las visitas a dicho centro de estudios, llevaron cuadernos y lápices. Actualmente se preparan para recaudar fondos y así llevar enseres el próximo año escolar.

“Si nosotros tenemos algo que dar hay que hacerlo, tal vez no podás dar mucho pero con al menos visitar a estos niños y motivarlos para salir adelante, simplemente tenés que dar un poquito de cariño y voluntad para querer hacer feliz a otras personas”, expresa.

Alberto Rondón de 16 años, apoya la denominada “Operación Sonrisa”, a través de la cual, cerca de 120 personas que sufren de labio leporino son operadas por especialistas extranjeros.

Mediante actividades escolares y visitas a empresas, reúnen fondos para financiar una parte de las cirugías que tienen un costo unitario aproximado de 750 dólares y que se realizan entre finales de enero y principios de febrero.

La participación de estos jóvenes se amplía a acompañar a los pacientes antes y después de la operación, lo cual es vital, ya que parte de los médicos que atienden no hablan español, por lo que el estudiantado se ofrece como traductor.

NIÑOS DISCAPACITADOS DEMANDAN AYUDA

– La trabajadora social en “Pajarito Azul”, Marta Medina, explica que la subvención estatal que reciben da abasto para sostener a 76 del total de 96 discapacitados. Por lo que se apoyan en los programas “Hogar Amigo” y de apadrinamiento.

– Entre los requisitos para apoyar el programa figuran: Espíritu de solidaridad, alta capacidad de dar y recibir amor, presentarse a las oficinas del centro, allí debe proporcionar sus datos personales. Aportar diez dólares mensuales que bien los puede depositar en las instalaciones del centro, o pedir lo recoja personal autorizado en su trabajo u hogar.

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