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¿Fue justificable el asesinato de Somoza Debayle?

Róger Sánchez [email protected] Comentario:He leído con sumo interés los artículos publicados en La Prensa sobre el asesinato del General Anastasio Somoza Debayle, ejecutado por un comando de guerrilleros sudamericanos. Que no era posible -dijeron- que Somoza siguiera vivo, disfrutando de su riqueza después de todo lo que había hecho. En otras palabras, los guerrilleros sudamericanos […]

Róger Sánchez [email protected]

Comentario:He leído con sumo interés los artículos publicados en La Prensa sobre el asesinato del General Anastasio Somoza Debayle, ejecutado por un comando de guerrilleros sudamericanos. Que no era posible -dijeron- que Somoza siguiera vivo, disfrutando de su riqueza después de todo lo que había hecho. En otras palabras, los guerrilleros sudamericanos se adjudicaron el derecho divino de decidir quién debe vivir y quién no.

¿Sería posible aplicar esta misma frase a otros, que después de haber hecho atrocidades en Nicaragua continúan vivos y disfrutando de sus millones en dólares, igual que lo hizo Somoza, sin comparecer ante la justicia? Bueno, todo depende del prisma desde el cual se mire… y quién lo mire.

Algunos dirán: ¡ah!… pero no podemos comparar a Somoza con…

Sin embargo, si los hechos son iguales, o peores, sí cabe la comparación, sobre todo porque se desarrolló una lucha para acabar con una dictadura y se impuso otra peor. Entonces, ¿fue en vano que cincuenta mil personas derramaran su sangre para que unos cuantos vivos se convirtieran en millonarios?

Desgraciadamente nuestra historia está repleta de injerencias extranjeras, desde los tiempos de conservadores y liberales, pasando por la familia Somoza hasta llegar a los Ortega. ¿Acaso no fue injerencia extranjera el que cubanos y soviéticos vinieran a Nicaragua a asesorar a los sandinistas y a dictar políticas de gobierno? ¿No fue también injerencia extranjera que vinieran a nuestro país cientos -o miles tal vez- de internacionalistas, vagabundos de oficio, con aspecto de hippies, sucios y desgreñados? Esa sí fue una injerencia descarada, porque el pueblo no los llamó. Son gente que no tiene cabida en sus propios países y tienen que vivir “a salto de mata”, escondiéndose de país en país debido a sus acciones delictivas. Odian el trabajo honrado, odian la vida normal y corriente que lleva cualquier ciudadano honesto, odian formar una familia y cimentarla con valores morales y cristianos, para ellos no existe otro atractivo que sentirse perseguidos, andar escondiéndose y conspirando en la clandestinidad. Quieren cambiar el mundo a su manera, por medio de la violencia y del asesinato, y desprecian los valores morales por los que se rige la sociedad en cualquier país. Así, ¿qué cosa buena pueden construir? ¿Qué mundo pueden mejorar? Y sin pretender ser predicador, recuerdo aquello que dice: “Por sus frutos los conoceréis”.

Que yo recuerde, nunca, en algún medio de difusión de los años 80, ningún nicaragüense se pronunció a favor de que los “guerrilleros sudamericanos” vinieran a nuestro país a “ayudarnos” en alguna forma. Esa gente es incapaz de ayudar a nadie, su ideal es solamente conspirar en las sombras en contra de sus gobiernos sin hacer nada positivo por el bien de la sociedad. Lo único que saben hacer es empuñar armas y derramar sangre. Otra cosa distinta hubiera sido si hubieran venido a Nicaragua para ayudar a la niñez desvalida con programas de nutrición y de enseñanza, a la gente del campo con programas de capacitación agrícola y desarrollo comunitario, a las mujeres con programas de autoabastecimiento hortícola y oficios manuales, y a la sociedad en general con centros de salud, escuelas y educación. Ellos no hicieron nada por la vida, pero sí mucho por la cultura de la muerte. Porque prestarse para ir a cometer un asesinato a miles de kilómetros de distancia, eso los retrata de cuerpo entero en lo que son. Si Somoza merecía o no la muerte, no es cosa que podamos juzgar, porque solamente hay un Ser Supremo que puede hacerlo.

¿Quiénes somos nosotros para adjudicarnos el derecho de arrebatarle la vida a alguien? De proceder así, estaríamos adjudicándonos las funciones de Dios y correríamos el riesgo de morir bajo las mismas circunstancias, porque “el que a hierro mata, a hierro muere”, ese es un destino inexorable.

Recuerdo que el pueblo nicaragüense repudió a los internacionalistas en su momento; el Diario La Prensa, en esos días, también se unió a ese sentimiento.

Y no creo que el pueblo les haya dicho: “¡Vayan y asesinen a Somoza!”, porque somos generosos; miremos si no, que aún están en Nicaragua, viviendo tranquilamente, aquéllos que tanto daño le hicieron al país.

En ciertas publicaciones -de corte comunista, no cabe duda-, ahora se pretende sublimizar la acción criminal de los guerrilleros sudamericanos.

Indudablemente los valores que rigen en una sociedad civilizada han sido trastocados por algunos escritores con una “clara alegría”, y la violencia y el asesinato lo ven como algo “normal” porque fueron cometidos en contra de un ex dictador. La triste realidad es que quienes piensan así, creo que han perdido la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, y hacen fiesta

porque una muerte ha sido ejecutada. Si algún día el tirano del Caribe fuera ejecutado, ¿harían fiesta también? Creo que no, lo más probable es que condenarían dicho crimen y armarían una tremenda alharaca a nivel mundial.

Criticaron a los Somoza por 45 años en el poder; Castro ya se va acercando a ese número de años y… ¿lo han criticado? Al respecto no han dicho ni “pío”. Lo que es injustificable en uno, lo justifican hipócritamente en otro. ¿No esto acaso hipocresía? ¿Han condenado acaso el que Castro envió al paredón a miles de cubanos?

Con todo respeto, un saludo a quienes laboran en La Prensa y a todos mis compatriotas.

Róger Sánchez

Los Angeles, California  

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