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Nostalgia por la vieja Managua

Leí con mucho deleite el artículo de don Mario Fulvio, “Don Felipe Ibarra y aquellos eternos inviernos de ayer”, publicado en la edición de LA PRENSA del martes 3 de octubre. Me da mucho gusto que todavía en Nicaragua hay personas que nos traen de vez en cuando esas imágenes de la Managua de ayer. […]

Leí con mucho deleite el artículo de don Mario Fulvio, “Don Felipe Ibarra y aquellos eternos inviernos de ayer”, publicado en la edición de LA PRENSA del martes 3 de octubre.

Me da mucho gusto que todavía en Nicaragua hay personas que nos traen de vez en cuando esas imágenes de la Managua de ayer. Es cierto, los “tiempos temporales” de aquellos años eran de dos y más semanas de duración y las avenidas se convertían en verdaderos ríos. Yo, en mi niñez, vivía en el barrio Cristo del Rosario, de El Fokker media cuadra al sur. Casi enfrente donde vivía Carlos Bell, “Papul”, quien trabajó por muchos años en la rotativa de LA PRENSA (donde yo también trabajé de 1972 a 1980), y luego en El Nuevo Diario (donde también trabajé 6 años). Había una rampa de piedra de las que él menciona ubicada de El Fokker media cuadra arriba (bueno, de hecho habían varias en esa avenida). Allí los chavalos, después de los aguaceros, buscábamos y encontrábamos cadenitas de oro, aretes y alguna que otra moneda, y de las corrientes de agua sacábamos pedazos de madera que pasaban flotando, las cuales eran usadas luego como leña para cocinar. Eran tiempos muy pobres aquellos y había que echar mano de cualquier cosa que sirviera para la economía del hogar.

El Barrio Cristo del Rosario en aquellos años estaba lleno de personajes que eran conocidos en toda la ciudad, como “Peyeyeque”, “Temblor”, quien agarraba a tajonazos a los chavalos que le gritaban su apodo, y “La Cocoroca”, quien vivía de Los Balcanes como dos o tres cuadras abajo. Es de todos sabido que esa mujer tenía un vocabulario nada edificante, por eso recibió el apodo de “La Cocoroca”.

Yo siempre recuerdo, de la vieja Managua, El Arbolito, la estatua de Montoya, La Hielera, El Aserrío, La Sinfín, La Canada Dry, Las Delicias del Volga, La Dinamarca, La Hormiga de Oro el Sonny Boy, en fin, casi todos esos lugares que servían como punto de referencia al momento de dar una dirección, porque los managuas hemos sido irredentos, nunca pudimos acostumbrarnos a dar una dirección en la forma correcta y cómo debería ser, tal como 10 ave. N.O. No. 909, entre 8 y 9 calle que era donde yo vivía en la vieja, dulce e inolvidable Managua. ¡Quién pudiera volver a vivir aquellos tiempos en que reinaba una paz casi rural en nuestra querida ciudad!

Róger E. Sánchez
Los Ángeles, California.
[email protected]

  

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