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Aumentar impuestos: invitación a la catástrofe económica y política

Christopher Lingle* En guatemala, como en muchos otros países de América Latina se lucha contra el peso de enormes déficits presupuestarios en un ambiente de crecimiento económico anémico. En un intento por reducir el déficit fiscal, varios líderes políticos buscan incrementar los impuestos y tapar así la brecha en las finanzas públicas. Pero elevar los […]

Christopher Lingle*

En guatemala, como en muchos otros países de América Latina se lucha contra el peso de enormes déficits presupuestarios en un ambiente de crecimiento económico anémico. En un intento por reducir el déficit fiscal, varios líderes políticos buscan incrementar los impuestos y tapar así la brecha en las finanzas públicas.

Pero elevar los impuestos durante una desaceleración de la economía suele ser un remedio peor que la enfermedad, además de que no se logra así restablecer el equilibrio en la tesorería pública, como los malos consejos del Fondo Monetario Internacional lo han ilustrado alrededor del mundo. En efecto, es difícil imaginar una decisión peor que elevar impuestos cuando crece el desempleo y el crecimiento económico es lento.

Aumentar los impuestos para reducir el déficit comprueba que se sigue atado a pensamientos pasados de moda. Si las decisiones políticas se tomaran sólo sobre la base de promover la justicia y el servicio a la comunidad, las cosas fueran distintas. Pero son pocos los ciudadanos que se creen ese cuento. Arrebatar una mayor parte del ingreso arduamente ganado por los ciudadanos tiende sólo a aumentar la evasión fiscal y la fuga de capitales, por lo que, a la larga, los ingresos públicos bajan en lugar de subir. Exactamente eso es lo que ha sucedido en la Argentina en el último año.

Un mejor camino para reducir el déficit del sector público es implementar reformas institucionales enfocadas al restablecimiento del crecimiento económico. Un más rápido crecimiento económico le generará mayores ingresos al gobierno, sin necesidad de imponer nuevos impuestos o incrementar las tasas impositivas actuales.

Sólo habría que examinar la experiencia de Singapur, sin lugar a dudas el país menos afectado por la crisis financiera asiática. Ese pequeño país encontró maneras de reducir la carga impositiva, mientras liberaba sus mercados financieros y reducía los impuestos a la comercialización de bonos, a los ingresos financieros y al cambio de divisas.

El caso opuesto lo vemos en el Japón, donde se aumentó el impuesto al consumo, lo cual condujo a esa nación a su actual recesión y a fuertes descalabros políticos. Aún en Estados Unidos, la consecuencia del aumento de los impuestos en 1990 fue la reducción del crecimiento económico, lo cual le costó la reelección a George Bush, quien había roto su famosa promesa de “lea mis labios, no nuevos impuestos”.

En cualquier caso, siempre hay mejores maneras de equilibrar el presupuesto, como por ejemplo aumentando la eficiencia gubernamental, exigiendo un adecuado rendimiento de la burocracia y eliminando gastos estatales superfluos. No se requiere un doctorado en ciencia nuclear para detectar derroche y mala administración de fondos públicos, la ausencia de objetivos claros y falta de constante medición sobre el avance hacia los objetivos que el propio gobierno se fija. Si se aumenta la eficiencia y se reduce el mal manejo de fondos públicos, se reduce automáticamente la carga sobre la tesorería nacional.

La globalización nos muestra que un alto crecimiento económico depende en buena parte de las decisiones tomadas por quienes son responsables de la política económica nacional. Un alto crecimiento económico requiere que los gobiernos instrumenten políticas y arreglos institucionales que generen confianza y estabilidad, animando al sector privado a crear, invertir y tomar riesgos. Esto es así porque es el sector privado y no el gobierno el verdadero creador de riqueza, bienestar y empleo. El papel del gobierno debe ser de facilitar, de mantener una infraestructura institucional transparente que garantice la seguridad jurídica y la igualdad ante la ley, en lugar de aumentar los costos de operación y ponerle obstáculos en el camino a los empresarios grandes y pequeños.

En repetidas ocasiones y en muchos países, el aumento de impuestos ha significado quitarle fondos a quienes invierten en el futuro para traspasarlos al sector político, donde abundan los malos manejos y la corrupción. Y parte de esos fondos son utilizados para aumentar el poder de los funcionarios, lo cual significa intentos de planificación, a la vez que mayores y más costosas regulaciones.

La experiencia de los países exitosos es clara: la reducción de los impuestos promueve el crecimiento económico y éste termina generando mayores ingresos para el Estado. (AIPE).

* Profesor de economía de la Universidad Francisco Marroquín

Ciudad de Guatemala  

Economía

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