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La dirección empírica como práctica empresarial

Emilio R. Cornejo Arévalo* Dirigir un negocio o empresa, implica el ejercicio de una función administrativa que por su importancia estratégica para la optimización directiva, operativa y de resultados, demanda una calificación adecuada en sus principales componentes: intuición, experiencia y formación. En cuanto al contenido de la formación, comprende todas las áreas del conocimiento humano, […]

Emilio R. Cornejo Arévalo*

Dirigir un negocio o empresa, implica el ejercicio de una función administrativa que por su importancia estratégica para la optimización directiva, operativa y de resultados, demanda una calificación adecuada en sus principales componentes: intuición, experiencia y formación.

En cuanto al contenido de la formación, comprende todas las áreas del conocimiento humano, pero principalmente la tecnología y la ciencia especializada en el campo empresarial. Esta fundamentación cualifica lo que conocemos como dirección científica. En cambio, cuando los esfuerzos directivos descansan fundamentalmente en el usufructo de la experiencia, entonces decimos que el ejercicio de esta función, se encuentra determinado por las variables que constituyen el marco de la dirección empírica; cuyo nivel de capacidad y desarrollo, varía según la retroalimentación de los ambientes, la presencia y grado de percepción-interpretación de los eventos o sucesos que acontecen a lo interno y externo de la organización, la calidad y magnitud de las tradiciones o costumbres que enriquecen la gestión empresarial, y la observación/asimilación analítica del modelo ejecutivo de otros agentes involucrados en la actividad gerencial.

En estas circunstancias por las mismas características de “no integralidad” como función, la dirección empírica produce un modus operandi soportado en lo que ya es conocido, lo simple, lo seguro, en la lógica del dirigente, en las percepciones interiores o corazonadas, traducido todo ello en “estrategias y programas” que prescinden de los modelos teóricos decisionales con un enfoque parcial, limitado en su diseño con relación al proceso administrativo global; acentuado además, por la ausencia formal de teorías, leyes y razonamientos extraídos de las ciencias relacionadas, como: Economía, Sicología, Matemáticas, etc., así como por las funciones complementarias, simultáneas e indivisibles: planeación, organización, control, evaluación y reprogramación; incluyendo en este cuasi-vacío, la previsión, que aún siendo una función envolvente y determinante para todo el proceso administrativo, sin embargo, adquiere presencia individualizada y espontánea, ante cada exigencia decisional, acción operativa o posible problema en particular.

En países como el nuestro, cuyas tasas de profesionalización y niveles de inversión no responden a los requerimientos cuanti-cualitativos del desarrollo. En donde el marco jurídico-social y la distribución de la riqueza profundizan las características de una economía de sobrevivencia. En donde los riegos y las incertidumbre se adjudican un alto grado de presencia en la continua toma de decisiones; el ejercicio de la dirección empírica, entre otros, constituye un elemento retardador del proceso deseado de crecimiento real de la producción y productividad de los recursos involucrados en el tejido empresarial.

Si consideramos que nuestro universo organizacional está formado en un alto porcentaje por micronegocios de tipo familiar, con objetivos definidos de sobrevivencia, así como por una gran cantidad de pequeñas empresas desprovistas del apoyo financiero institucional en sus aspectos de cobertura y costo, tecnología obsoleta, carga impositiva asfixiante, y una fuerza de trabajo cuyos niveles de preparación, adiestramiento y capacitación, son sumamente deficitarios para apoyar conclusivamente los esfuerzos de consolidación y proyección, ante los embates de la competitividad y globalización de la economía.

La constancia y tenacidad constituye la principal fortaleza de estos negocios, en base a ello tienden a sostenerse, y en la prolongación de su vida útil, ostentan algún grado de crecimiento, aunque su posición como ofertantes y aún como demandantes presentan rasgos marcados de fragilidad, ante las preferencias, expectativas y condicionamiento del mercado.

Un porcentaje relativamente bajo de estas unidades, trascienden el período existencial de sus fundadores y/o dueños, así como las perspectivas de superar las fases de despegue y posicionamiento en el mercado, para pasar a otros estadios de mayor crecimiento y desarrollo.

De manera general podríamos señalar que los criterios dominantes que rigen los niveles de satisfacción del liderazgo empírico de la organización, están concentrados en los procesos acumulativos de valores como el dinero, cuentas por cobrar, edificios, vehículos, etc.; en contraposición a los criterios eminentemente administrativos que, apoyándose en la entrega del mayor valor a los usuarios (calidad, precio, asesoría, servicio de pre y post venta, garantía, etc.), difieren en la prolongación del tiempo, su crecimiento, rentabilidad y el retorno de la inversión.

Debemos señalar que las características empíricas en el anejo empresarial, no son exclusivas de ningún sector en particular, si bien es cierto se manifiestan más en los micro y pequeños negocios, sin embargo, su presencia es innegable también en la mediana y gran empresa, en donde tratan de consolidar su posición en el mercado, y proyectarse a través de la acumulación de los recursos, sobre todo de tipo financiero y en el tamaño de la empresa.

* Administrador de Empresas  

Economía

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