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Julio César Vega Hernández es más conocido en su pueblo como “Julio Botella”.

Las andanzas del inefable “Julio Botella”

Orlando Valenzuela [email protected] En toda la ciudad lo conocen como “Julio Botella”, pero su nombre de pila es Julio César Vega Hernández, tiene 64 años y vive en La Casona, nombre que le puso a la casa esquinera donde habita desde hace 18 años, en evidente alusión burlesca a la residencia del embajador de Estados […]

Orlando Valenzuela [email protected]

En toda la ciudad lo conocen como “Julio Botella”, pero su nombre de pila es Julio César Vega Hernández, tiene 64 años y vive en La Casona, nombre que le puso a la casa esquinera donde habita desde hace 18 años, en evidente alusión burlesca a la residencia del embajador de Estados Unidos en nuestro país.

El sobrenombre de “Botella” dice que se lo tiene bien ganado, pues recuerda que durante los duros años del bloqueo económico del gobierno sandinista, en el país no había vasos de vidrio, entonces se dedicó a recorrer toda Nicaragua buscando botellas, las que cortaba por la mitad, las decoraba y ya tenía un vaso.

La idea le resultó tan exitosa, que llegó a crear toda una industria en la que trabajaban muchas personas lavando, cortando y decorando botellas de todo tipo, color y tamaño. “No me quejo de ese trabajo que me dio muy buenos frutos, incluso, de eso salió la compra de esta casa donde vivo ahora, de allí viene el origen de Julio Botella”, dice sonriente.

Pero don Julio tiene de dónde ser un personaje muy popular en Posoltega, pues desciende de una familia de poetas y bohemios: los Vega de Masaya, ciudad oriental de donde llegó hace más de 27 años.

Bromista empedernido, don Julio toma muy en serio su negocio de distribuidora de huevos, pollos y artículos plásticos, sin embargo, el que no lo conoce puede engañarse con la propaganda, megáfono en mano, que él mismo le hace a su negocio. “¡No vengan a comprarme, estoy vendiendo caro!” o “¡Julio Vega vende caro, pero por qué jodido vienen a comprar aquí, no lo entiendo!”.

Don Julio recuerda con nostalgia cuando junto a varios amigos de adolescencia salía a al peso de la noche a poner serenatas a las muchachas de Masaya los fines de semana. “íbamos varios, uno llevaba un tocadiscos montado en un carretón, otro llevaba una escalera y los demás ayudábamos a empujar. Cuando llegábamos a la casa de la novia, se arrimaba la escalera a la pared y uno subía a pelar un poco los alambres de la energía para conectar el tocadisco y entonces, en medio de la noche, se ponían discos de Pedro Infante, o Javier Solís, así que la novia pagaba la luz, pero no había problemas, porque en esos tiempos no existían medidores, porque la gente pagaba por la cantidad de bombillos que ponía en su casa”, refiere don Julio.

De sus famosos parientes aún goza contando la vez que el poeta Tipitapa Cuadra, en una ocasión lanzó su candidatura por el partido de los “Comesalteados”, como una burla a las farsas electorales de Somoza y el movimiento agarró fuerza, a tal punto que logró montar una manifestación de miles de masayas que bajaron de las comarcas a pie y a caballo, tomándose luego la osadía de enviarle una carta personal a Luis Somoza, en la que le decía “colega”.

Don Julio lamenta que los muchachos de ahora no pongan serenatas ni gocen de su juventud como lo hacía él en sus tiempos mozos, pero como él mismo lo dice: “los jóvenes actúan de acuerdo a su época, si yo hubiera vivido esta época, sería igual, yo gocé aquella música de boleros, ahora ellos disfrutan su música brincando”, expresó.  

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