La propuesta de causar un incremento de los precios internacionales del café destruyendo parte de la producción del grano, en el caso de nuestro país, puede interpretarse como una acción repugnante. Además de ser poco factible, si consideramos que los pequeños productores del grano no se prestarían a destruir su propia economía, porque su perspectiva estaría en recuperar parte de sus inversiones, aún con mayor razón cuando los precios estén caídos, y de paso, enjaranados con algún banco. Una propuesta sería que el gobierno compre primero y después destruya para que los productores no pierdan, pero, aún así, estaría destruyendo recursos públicos que pertenecen a todo el pueblo. Todo está fuera de la razón.
Y pensemos ahora en la opinión del 75 por ciento de los nicaragüenses que debaten su vida cotidiana entre la pobreza y extrema pobreza…, un sector donde curiosamente, una taza de café significa un desayuno o una cena. Consideraría un pecado imperdonable si viera destruir el café, aunque fuese el de tercera clase. Tal propuesta traería más perjuicios económicos y sociales que beneficios.
La propuesta de solución con mayores posibilidades sigue siendo la alta productividad y la diversificación productiva para lograr un desarrollo sustantivo y sostenible no sólo para los cafetaleros, sino para todo el país. ¡Claro! Eso sólo sería posible cuando exista un gobierno que agarre la sartén económico por el verdadero mango.
Leoncio Vanegas.