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El hombre nuevo

Hoy leí el diario La Prensa, y me hizo recordar el indulto de doña Violeta a los autores materiales del asesinato de su amado esposo. Valiente y digna esta señora, ¿cuánto tiempo meditó para tomar esta decisión tan dolorosa? Y uso la palabra decisión, porque el asesinato de su esposo, 23 años después del repugnante […]

Hoy leí el diario La Prensa, y me hizo recordar el indulto de doña Violeta a los autores materiales del asesinato de su amado esposo.

Valiente y digna esta señora, ¿cuánto tiempo meditó para tomar esta decisión tan dolorosa? Y uso la palabra decisión, porque el asesinato de su esposo, 23 años después del repugnante crimen sigue en tela de duda. Para mí, Nicaragua es otra de las maravillas del mundo. En nuestra tierra todos comen del mismo plato.

Asesinamos a alguien, y nos vamos a tomar café con galletitas saladas a la vela del difunto campantemente. La casa de mi madre, la casa en donde yo viví mi juventud, y pasé los años más felices de mi vida, los rojinegros la convirtieron en una escuela paupérrima. Y no la hicieron escuela para beneficio de los niños, sino para humillar a los que allí vivimos. Mi madre lo ha dejado así, por muy pobre que sea una escuela, es una escuela. ¡Pero es doloroso! Imagínese usted que allí me levantaba yo con el trinar de los azabaches zanates, y me dormía también con ellos. Y en las noches de invierno, los sapos cantaban en la pilas para recoger agua. Tenía la propiedad tres hermosísimos laureles de la India, varias palmeras de coco, marañones, uno de los cuales, las semillas habían sido traídas de Hawaii, por una amiga de mi madre que había ido a pasear a esa paradisíaca isla, y le había regalado una a mi madre. Fíjese qué cosas, mi madre la sembró y la semilla germinó.

Teníamos también un chagüital de platanos, bananos, bananitos manzano, y guineo chancho. ¡Qué alegre era la vida en el monte! Lástima que todo pasa, lástima que todo termina. Por eso en este país yo le doy a mi hijo varón todo lo que puedo, porque él no tuvo caballos como yo, no tuvo corral como yo, no tuvo la libertad que yo tuve. El monte fue mío, la lluvia fue mía, el lodo fue mío, el polvazal de los caminos fue mío, los maizales fueron míos, las frutas fueron mías, las flores fueron mías.

¡Nicaragua entera fue mía! Hoy todo lo he perdido. Sólo vivo de recuerdos. Mi Nueva Nicaragua es la casa en donde vivo en el destierro. Verdaderamente que soy un hombre nuevo. Los rojinegros me hicieron un hombre nuevo. En Nicaragua, el hombre nuevo perdió hasta los caites. Y nosotros nos convertimos en los gringos caitudos.

Adán Torres.  

Cartas al Director

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