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La justicia debe prevalecer sobre todas las cosas y ser benigna para quien la merece e implacable para sus detractores.
La pena de muerte es “bárbara, injusta e ineficaz”, como dice el editorial de LA PRENSA (martes 23 de enero), especialmente para los que no representan a las víctimas de los delincuentes y en especial para aquéllos que se lucran y hacen sus negocios a partir de posturas “humanistas”.
“Las convenciones internacionales de derechos humanos prescriben la pena de muerte” porque para estas instituciones las víctimas de la delincuencia carecen de derechos humanos y en cambio los delincuentes merecen todo su respaldo.
La Ley del Talión es represalia y venganza siempre y cuando fuera ejecutada directamente por la mano de los o el injuriado, pero no cuando tal emane de los más altos conceptos de justicia.
Si en vez de matarlos se les castiga con prisión por el resto de su vida, sería entonces la sociedad la que sufriría el castigo o la condena de mantenerle y alimentarle para el resto de su vida, dedicando fondos a este inútil propósito, en lugar de dedicar estos fondos en beneficio de la población.
La pena de muerte es justicia en su más alta expresión para quien se hace merecedor de la misma.