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“¡Pobre, pero honrado!”

El título de esta reflexión lo he escuchado infinidad de veces en boca de los hombres del campo, vivanderas, gente humilde. Sin embargo debo reconocer me la enseñó mi abuela Modesta desde niño en nuestro querido Monimbó. Durante la época de oro del Banco Nacional de Nicaragua el mejor pagador era el que recibía préstamos […]

El título de esta reflexión lo he escuchado infinidad de veces en boca de los hombres del campo, vivanderas, gente humilde. Sin embargo debo reconocer me la enseñó mi abuela Modesta desde niño en nuestro querido Monimbó.

Durante la época de oro del Banco Nacional de Nicaragua el mejor pagador era el que recibía préstamos agrícolas por medio del Programa de Crédito Rural y aún cuando se financiaba a 40,000 cabezas de familia con C$240 millones, la recuperación nunca fue menor al 97 por ciento.

El pequeño agricultor se llenaba de orgullo diciendo: “La mejor herencia que le dejaré a mis hijos es mi honradez”.

Vino la noche oscura y le dio vuelco a la moralidad, integridad, honradez etc. entronizando profundamente la “Cultura de no pago”, misma que se ha extendido como un cáncer voraz terminal a toda la sociedad.

Hoy leí en LA PRENSA la lista de 14 morosos de una pequeña empresa de refrigeración; supongo que esta empresa especializada puede tener unos cien clientes, lo que significa que el 14 por ciento no paga desde mucho tiempo y es probable que tengan vencimientos de 60 días o menos.

También he leído las publicaciones de varios bancos de sus deudores morosos y estoy seguro que son de saco y corbata, como el flamante vicealcalde sandinista.

Existió un político fallecido que decía: “el que paga lo que debe se roba a sí mismo”, y éste debía ser el slogan de la mayoría de los practicantes de la cultura de no pago. Están maleados los usuarios de la empresa privada y contagiados por el deleite de no pagar, les importa un comino que salgan sus nombres en los periódicos.

¿Será esto igual en los otros países de Centroamérica? Ojalá que alguien investigue. Mientras tanto yo sostengo que el pequeño agricultor, el pequeño comerciante, el pequeño industrial, todavía se llenan de satisfacción al pregonar: “Pobre, pero honrado”.

Carlos René Ramírez.  

Cartas al Director

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