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El digno laurel nica a cuestas de don Gregorio Espinosa.

El anciano Caupolicán y el Cirineo de Cuapa

Mario Fulvio Espinosa [email protected] Estábamos platicando en el camino justo a la entrada del Santuario de la Virgen de Cuapa, cuando lo vimos allá, a la distancia. Venía como Cristo, con la cruz a cuestas. Pasitos vacilantes bajo el peso de dos troncos dignos de ser cargados por el gran Caupolican. Nos conmovió aquella estampa, […]

Mario Fulvio Espinosa [email protected]

Estábamos platicando en el camino justo a la entrada del Santuario de la Virgen de Cuapa, cuando lo vimos allá, a la distancia.

Venía como Cristo, con la cruz a cuestas. Pasitos vacilantes bajo el peso de dos troncos dignos de ser cargados por el gran Caupolican.

Nos conmovió aquella estampa, porque si bien Jesús cargó su cruz a los 33 años, este héroe del trabajo lo hace a los 80 y pico y le parece la cosa más normal.

¿De dónde viene doncitó?

De ahí nomacito,

¿Y esos palos son para leñita?

Pues sí, los había dejado apartados allá por aquella vueltecita y los llevo a la casa.

Le falta mucho camino, ¿cómo piensa llegar?

Ahí descansandito, a mi pasito.

Seguimos conversando. Su nombre, Gregorio Espinosa. Habita desde hace diez años una casita ubicada en las rondas de Cuapa. Le gusta trabajar al machete y lo hace porque no quiere ser mantenido por sus hermanas con la cuales convive.

¿Y sus hijos no lo cuidan?

Si sólo tengo una hija, pero ella vive en el pueblo.

¿Usted conoció a don Bernardo de Cuapa?

Si lo conocí, pero del apellido es de lo que no me acuerdo.

¿Viene mucha gente por aquí?

Eh, viera, de todas partes. A mi me decían que era mentira lo de esta Virgen. No hombre, yo no ando con mentiras.

¿Cómo está la vida por aquí… Hay mucha pobreza?

Pues de todos modos si, pero hay andamos como podemos. Tenemos que aguantarla.

¿Está cultivando algo en la actualidad?

No, es que ya estoy viejito, ya no aguanto mucho.

Como le hemos ayudado a depositar el tronco sobre el pasto. Se cala su sombrero y se agacha para retomar su carga.

Amigó –le digo-, ¿usted cree en la existencia del Cirineo?

No me acuerdo… ¡Ahhh, el que le ayudó a Cristo!

Si señor. Vamos a montar ese tronco en la camioneta y lo vamos a llevar a Cuapa.

Ve que Carajada… Parecen cosas de la Virgen de Cuapa.  

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