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Tragedia mundial

Alejandro Ayón L. El 11 de septiembre del 2001, será recordado por la mayoría de los habitantes del planeta como un día trágico en nuestra historia; donde las fuerzas ocultas del terrorismo internacional en su afán desmedido de golpear fuertemente a los Estados Unidos han causado en una forma espeluznantemente organizada la mayor tragedia terrorista […]

Alejandro Ayón L.

El 11 de septiembre del 2001, será recordado por la mayoría de los habitantes del planeta como un día trágico en nuestra historia; donde las fuerzas ocultas del terrorismo internacional en su afán desmedido de golpear fuertemente a los Estados Unidos han causado en una forma espeluznantemente organizada la mayor tragedia terrorista que se ha dado en la historia de esa nación del Norte.

Todavía me es difícil asimilar lo que mis ojos atónitos observaban en la televisión vía directo; cómo varios aviones comerciales con pasajeros eran desviados por algún demente que los había secuestrado para luego ser estrellados contra diferentes objetivos tanto económicos, como militares y políticos de los Estados Unidos, en ese momento y sin temor a equivocarme podrían haber estado muriendo más de cinco mil personas, todos ellos seres humanos indefensos.

Cuántos hogares se vestirán hoy de luto, cuántos niños, mujeres y hombres estarán esperando a sus seres queridos a quienes nunca más volverán a ver.

Hoy es un día para solidarizarse con los ciudadanos y el gobierno de los Estados Unidos, hoy es un día para rechazar enérgicamente cualquier forma violenta de protesta (como la terrorista), hoy es un día para elevar una plegaria al Señor y pedirle que ablande el corazón de aquéllos que almacenan el odio, el rencor, la destrucción y que piensan que matar y destruir son la única salida a sus conflictos.

Sabemos que estos hechos nos van a afectar a todos y que fuera de expresar nuestro repudio por ellos es poco lo que podemos hacer; pero creo que todos debemos manifestarnos públicamente con actos demostrativos de paz; enarbolando pañuelos y banderas blancas, en nuestras casas, en nuestros carros, en nuestros lugares de trabajo como expresión única, uniforme y masiva de que este tipo de actos son rechazados y que en la paz, en la no confrontación y en el diálogo se encuentra siempre la solución a los problemas personales, nacionales e internacionales.

Que descansen en paz todas las víctimas de este oprobioso acto terrorista, que Dios dé resignación a sus familiares y que no permita que esta tragedia sea el inicio de una escalada de violencia sin fin.

Médico pediatra  

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