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El joven Vargas Llosa

Alí Sobalvarro “Bueno, estoy cansada, ya no hablemos más de mí. Ahora hablemos de mis películas”. Eso dicen que dijo la diva Sha Sha Gabor en una entrevista de farándula efectuada hacia finales de la década de los cincuenta. Lo leí en una revista de frivolidades de la época. Viendo y oyendo a Álvaro Vargas […]

Alí Sobalvarro

“Bueno, estoy cansada, ya no hablemos más de mí. Ahora hablemos de mis películas”. Eso dicen que dijo la diva Sha Sha Gabor en una entrevista de farándula efectuada hacia finales de la década de los cincuenta. Lo leí en una revista de frivolidades de la época.

Viendo y oyendo a Álvaro Vargas Llosa por el Canal 2 de televisión, el miércoles 26 de septiembre a las 6:00 p.m., me hizo acordar de la caprichosa diva de la cinematografía.

Que yo sepa, el joven Vargas tuvo alguna cobertura noticiosa en Centroamérica, primero allá por 1997, cuando salió a luz pública su libro “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, y más recientemente, este año, meses antes de la elección presidencial del Perú, cuando encabezó un movimiento por el “Voto en Blanco”. Ambos esfuerzos en busca de notoriedad resultaron en un fiasco.

Recuerdo, a raíz de la publicación del libro, un artículo —entre otros varios que se escribieron—, muy bien estructurado, suscrito por un intelectual hondureño, donde llegaba a la conclusión que de la lectura del libro lo único que le quedó claro es que el escritor Vargas era el idiota, más idiota del mundo.

Me parece que el joven Vargas no es ninguna celebridad. No entiendo por qué vino en esa calidad al país. Le falta madurar, está verde, es muy joven, y como les ocurre a muchos jóvenes, es impulsivo, envolvente, enfático. Todavía no puede enseñar, está en la etapa de aprender. Ya vendrá el tiempo, la maduración, ya vendrá.

Mucha gente nuestra, responsable, razonable y respetable estaba en el auditorio escuchando con atención de homilía al joven Vargas. ¡No puede ser! ¿Por qué no se retiraron del salón? ¿Por cortesía? ¿Por timidez? ¿Por educación? Tal vez por cortesía, por buena educación. Él era el invitado, los presentes eran los anfitriones.  

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