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La aventura con los leones parientes

Para el folclorista Lautaro Ruiz resulta placentero transformarse en el campeche don Gregorio de la Miel Castaña, para contar cuentos inverosímiles como éste Mario Fulvio [email protected] Otra vez con don Gregorio de la Miel Castaña que está mascando su chilcagre sentado en un taburete que ha “arrecostado” a un horcón de la enramada que construyó […]

  • Para el folclorista Lautaro Ruiz resulta placentero transformarse en el campeche don Gregorio de la Miel Castaña, para contar cuentos inverosímiles
    como éste

Mario Fulvio [email protected]

Otra vez con don Gregorio de la Miel Castaña que está mascando su chilcagre sentado en un taburete que ha “arrecostado” a un horcón de la enramada que construyó a manera de antesala en su rancho, allá en una finca jinotegana cuya situación no damos a conocer para resguardar la “privacidad muy privada” de su dueño.

“Es que vos sabés, Marió, que si la gente ‘avirigua’ donde vivo vendría en carretadas más grandes que las que acarreaba Nando a su cerro de La Cruz, a pedirme que les palanqueye por aquí y que les palanqueye por allá con mis amigos, para desertar del ejército de desempleados. Porque veya, yo ya le dije al Churruco que abra bien esos ojillos de pijiriche que tiene, para que vea por la gente pobre, porque si no ahí está el ejemplo argentino de De la Rúa, al que yo le aconsejé pero no me hizo caso, y se lo llevó en el saco la protesta pública por ser ‘lambeplatos’ del FMI.

Se ve que don Gregorio, el legendario consejero de Sandino, se ha modernizado, porque ahora habla de tener su “email” y de “internetear” señales de humo en su “computeitor” de chorrocientos megavatios.

DE REPENTE SALE EL TEMA DEL AMOR

“Pues sépase que el hombre cuando está enamorado llega a sentir como propios los antojos de su mujer. Aquí en el Norte nosotros los hombres que de verdad, queremos a las mujeres, sentimos dolores en la barriga, náuseas, ganas de ‘gomitar’ y otros malignos que sienten ellas cuando andan con el ombliguito inflamado… De modo que por esos antojos me han pasado vainas… Resulta que mi mujer amaneció un día con antojo de comer flores de espadillo, y va de joder con las flores de espadillo hasta que me fui al campo a conseguir las tales flores para que el hijo no me saliera con la trompa torcida y los ojos viendo pal guásimo.

“Pues me fui por el lado del Cerro de la Cruz, y bajando allá por donde había una gran quebrada iba cavilando, cuando de pronto me topo con un enorme león.

“¡Clase de león, clase de cebollas, clase de tapas!.. Hasta debía dar gusto dejarse comer por aquella enorme fiera, pero yo no estaba para eso. Y aquel animalón me miraba con lascivia, se relamía los grandes bigototes que parecían hojas de palmera… Y yo sólo andaba mi cutachita, que por cierto la mantengo bien afiladita.

“Pero mientras cavilaba qué hacer, mis canillas arrancaron a toda velocidad huyendo campo arriba. Y el león sale disparado detrás de mí, y ya casi me está alcanzando, ya sentía aquel aliento de dragón en mis talones, cuando diviso un río y, como sé nadar como pescado, me aviento al agua y comienzo a bracear río arriba, pero el león era bueno a la natación y me sigue… Ya me va dando alcance cuando llegamos a un salto altísimo, yo en mi desesperación voy arañando el agua y subiendo por la corriente y el león detrás. Al fin llego a la punta de la cascada y no me queda otro recurso que desenvainar mi machete y cortar el chorro… Ahí el agua se fue para atrás y se desplomó con todo y león, que al caer sonó como cepa de plátano y se despanzurró todito.

“De recuerdo me quedaron los talones chamuscados por el aliento de aquella fiera, mire, no es mentira, parecen pescuezo de zopilote.

“Ese león murió, pero sus parientes quedaron furiosos conmigo y juraron desayunarme si me encontraban por la mañana y cenarme si era por la tarde. Yo no les paraba bola, pero una vez me tocó andar por los llanos de Olama cazando garrobos. Despalado todo aquello… ¡Qué barbaridad! ¡Una desolación! De repente estoy en el centro de dos matorrales y veo que en uno de ellos está el nieto del difundo león y en el otro el biznieto, ¿y qué le parece amigó?, los leones eran telepáticos, se transmitían lo que iban a hacer… Ver para creer.

“¡Ay, Virgen de las seis anonas! —me dije— ahora sí estoy perdido, si no fuera que soy Goyo de la Miel Castaña. Saco mi machetito y le hago un visaje al león que tenía enfrente e inmediatamente otro al león que estaba detrás.

“Y veya, amigó, que aquellas fieras cegadas por el odio se lanzan al mismo tiempo contra mí. Y yo me agacho… Y usted no lo creería si no lo contara yo… Como traían sendas tapas abiertas, en el impulso pasaron encima de mí y se tragaron entre ellos, sólo quedaron las puntas de las colas que se agitaban bailando hasta que al rato quedaron tilintes.

“Son cosas que le pasan a uno por andar complaciendo antojos de mujer”.  

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