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Tras los primeros disparos, la Guardia Nacional se tendió en las calles y comenzó a disparar contra los manifestantes de la Unión Opositora (UNO).

“Basta ya”, la consigna del 22 de enero de 1967

Un relato de Salvador Cardenal describe el horror de ese día Xiomara Chamorro [email protected] “Pude apreciar la alegría del pueblo. En una esquina el atabal y un gran grupo de personas bailando. En otra esquina un tocadiscos tocando música, sobre todo ‘¡Viva Agüero!’. Había guitarras y marimbas. El espíritu era totalmente festivo. Caras alegres, mujeres […]

  • Un relato de Salvador Cardenal describe el horror de ese día

Xiomara Chamorro [email protected]

“Pude apreciar la alegría del pueblo. En una esquina el atabal y un gran grupo de personas bailando. En otra esquina un tocadiscos tocando música, sobre todo ‘¡Viva Agüero!’. Había guitarras y marimbas. El espíritu era totalmente festivo. Caras alegres, mujeres sonrientes, niños contentos. Nadie se imaginaba que estábamos al borde del abismo”, dijo Salvador Cardenal a LA PRENSA, en un relato publicado el 3 de febrero de 1967, al referirse a la masacre del 22 de enero de ese año en el centro de Managua.

Después de diez días de ocupación militar, LA PRENSA pudo comenzar a informar sobre el ataque armado de la Guardia Nacional contra miles de manifestantes de la Unión Opositora (UNO) que marchaban cívicamente espetando la histórica consigna: “¡Basta ya!”.

Según Cardenal, fallecido director de la Radio Güegüense, entonces director de Radio Centauro, el desfile de la multitud sobre la Avenida Roosevelt inició con un único discurso del máximo dirigente de la UNO, Fernando Agüero Rocha, en el que pedía al Estado Mayor de la Guardia Nacional que dialogara con los dirigentes de la UNO.

PLAZO FATAL

El permiso que la Jefatura Política de la Guardia dio a los opositores al régimen de Anastasio Somoza establecía que la manifestación se desarrollaría sobre la Roosevelt hasta llegar a Casa Pellas y finalizaría a las cuatro de la tarde.

“La multitud había rebasado la cuadra no comprendida en el permiso de la Jefatura Política, es decir la que queda entre la Casa Pellas y el Banco Central”, contó Cardenal.

Según su relato, el director de LA PRENSA, Pedro Joaquín Chamorro, pidió entonces a los manifestantes que se replegaran para evitar roces con los guardias. Algunos accedieron, otros no.

AGUACERO DE BALAS

Cardenal señala en su relato, que la manifestación se desarrollaba con calma, en una demostración de gran civismo de la ciudadanía, cuando una voz salida de un altoparlante, ubicado detrás de la primera fila de guardias, conminó a los asistentes a que se dispersaran porque el permiso ya había expirado.

“¡No!, ¡no!, ¡no!”, respondieron los estudiantes. Hubo un segundo llamado y la misma respuesta. Según Cardenal, su experiencia como publicista en la elaboración de viñetas, le tenía agudizado su sentido del tiempo y de acuerdo a su valoración sólo habían pasado 30 segundos después del segundo llamado cuando se sintió el primer “aguacero de balas”.

Vio caer varios muertos, vio correr la sangre en el pavimento, la Guardia avanzaba lentamente disparando contra la multitud horrorizada.

“La parte pavimentada de la Roosevelt estaba casi desocupada, pues el pueblo se arremolinaba contra las paredes buscando protección. De pronto, un hombre se lanzó a la media calle con los brazos en alto y las manos extendidas gritando: “¡Basta ya!”. Lo vi estremecerse y tambalearse al primer impacto que recibió en el pecho. Instantáneamente, al recibir el segundo impacto, su cuerpo se agitó y cayó de bruces sobre el pavimento”, contó Cardenal.

Dos hombres, desafiando el peligro, lo recogieron en medio de la balacera.

Cardenal cuenta que a esas alturas el pueblo se defendía como podía en su huida. Salieron algunas armas, quemaron algunos carros y la Guardia seguía avanzando. Otros testigos de la masacre aseguraron que los primeros disparos contra los manifestantes vinieron de un avión que apoyaba a las tropas.

En otro relato registrado por LA PRENSA de la época, el catedrático de la UNAN, Oscar Aragón Valdés, capturado a raíz de los sucesos, dio a conocer las torturas a que fueron sometidos miles de prisioneros en todo el país, en lo que LA PRENSA llamó “operación venganza”.

“Los prisioneros fueron obligados a lamer su propia sangre”, dijo Aragón al dar a conocer los vejámenes sufridos durante su captura.

Con la oposición encarcelada y masacrada, hubo elecciones el 5 de febrero de 1967. Ganó Anastasio Somoza con una amplia ventaja.  

Política

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