Jorge Olivas Chávez
En días pasados, andando por los alrededores de Casa Pellas de Acahualinca, había pequeños grupos por separado de jóvenes y adultos, sin camisa, descalzos y de pantalón raído, con el hambre a flor de piel.
En una de esas caminatas, un camión recolector de basura hizo su aparición, bajando la velocidad al acercarse a dicho lugar, cuando un joven grito: “¡El camión… el camión!”
Entonces, el resto de muchachos emprendió veloz carrera tras él, colgándose en la parte trasera, esperando ver si algo que transportaba podría serles de utilidad, ya fueran alimentos semipodridos o algo que pudieran mal vender, aunque el ayudante del camión ya les tenía un “saco macén” seguramente con cosas que les podrían servir, y todo para sufragar el hambre, aunque sea del día en que está viviendo… y ¿mañana? Bien, gracias.