Dice el salmo 116:15: “estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos”. Bien podemos aplicar esas bellas palabras a don Pablo Antonio Cuadra, quien fue un verdadero ejemplo de bondad cristiana y de virtudes humanitarias que las ponía de manifiesto en el servicio de quienes la necesitaban, siempre estuvo presto a servir a Dios y a sus semejantes.
Al emprender el viaje eterno hacia la Patria del Reino Celestial, nos deja un torrente de sinceridad y una fortuna de principios culturales llenos de sapiencia y humildad que fueron la pauta de su larga existencia y la calistenia dignificativa de sus acciones.
Es la muerte “la eterna e inseparable compañera de la vida”, como lo definiera nuestro epónimo y glorioso Rubén Darío, a través de los tiempos y ante el paso inaccesible de las edades, ha sido la parca, motivo cognoscible de inspiración para los poetas, filósofos y sabios.
La muerte del escritor, poeta y periodista PAC, nos deja grandes proyecciones significativas tan blancas como el ala del cisne y tan estable como el azul de la tela nítida y sutil del cielo. Alseo, poeta helénico, expresó que “los hombres siembran el bien y expanden la sinceridad, son valores de altura y de historia”.
Sus bondades le forman hoy una aureola de luz inextinguible que le acompañan hasta la eternidad, que descanse en paz entre los bienaventurados y para él brille siempre la perpetua luz.
Aníbal Gallegos Borgen